Breve Historia de Aragón VI: Los Almogávares

por Sevillano 11/6/2014, 12:02 am

La figura de los almogávares es legendaria a la par que histórica. A menudo, la historiografía española y especialmente la catalana, siguiendo los relatos del cronista Ramón Muntaner, han mezclado realidad e imaginación glorificando sus hazañas. En las próximas líneas analizaremos con rigor quiénes eran estos aguerridos soldados, qué vínculos tuvieron con los reyes de la Corona de Aragón y en qué consistió su increíble odisea por el Mediterráneo oriental.

Estos temidos guerreros conformaban compañías de infantería ligera que lucharon por el Mediterráneo entre los siglos XIII y XV a sueldo de los reyes de la Corona de Aragón o como cuerpos autónomos al servicio del mejor postor. Hay un cierto consenso entre los historiadores al considerar que sus primeras acciones tuvieron lugar en la conquista de Mallorca (1229) y Valencia (1235), aunque allí todavía no destacaran por su pericia militar.

Sobre la etimología del nombre, este procede del árabe al-mogauar, que significa ‘el que provoca disturbios’, aunque también se aceptan otras teorías como al-mugawir (‘el que realiza una expedición’) o al-mujābir (‘el portador de noticias’).
Alcanzaron la fama con las guerras sicilianas, cuando el rey aragonés Pedro III el Grande decidió enviar un contingente de dos mil almogávares para defender la isla en 1282. En un primer momento causaron una pésima impresión entre los lugareños por su andrajoso aspecto, tal y como cuenta el cronista Ramón Muntaner, testigo directo de los hechos:

Iban con un zurrón de pan, sucios, con harapos, sin escudos ni armas largas, tan solo con coltells[una especie de cuchillo], puñales y dardos». Pero las dudas se disiparon pronto, cuando al alba atacaron a los franceses y, en palabras del propio Muntaner, «hicieron tal carnicería que era una maravilla.

Otro autor ya mencionado, Bernat Desclot, autor de una de las cuatro grandes crónicas medievales de la literatura catalana, habla de ellos con estas palabras:

Estas gentes que se llaman Almogávares no viven más que para el oficio de las armas. No viven en las ciudades ni en las villas, sino en las montañas y los bosques, y guerrean todos los días contra los Sarracenos [...] Soportan condiciones de existencia muy duras, que otros no podrían soportar. [...] Y no llevan más que una gonela o una camisa, sea verano o invierno, y en las piernas llevan unas calzas de cuero y en los pies unas abarcas de cuero. Y traen buen cuchillo y buena correa y un eslabón en el cinto. Y trae cada uno una buena lanza y dos dardos, así como una panetera de cuero a la espalda, donde portan sus viandas. Y son muy fuertes y muy rápidos, para huir y para perseguir; y son catalanes y aragoneses y sarracenos.

Además, antes de empezar la batalla, golpeaban sus armas entre ellas o contra el suelo hasta que salpicaban chispas para levantar su moral. Mientras jaleaban terribles gritos como «¡San Jorge!», «Aragón» o el conocido Aur, aur, desperta ferro, matem, matem! (‘Despierta hierro, matemos, matemos’) para atemorizar a sus enemigos.
A diferencia de otros ejércitos que normalmente se movían con pesadas intendencias, los almogávares se caracterizaron por una vida espartana aprovechando los recursos naturales, viviendo del pillaje o incluso ayunando. Su estrategia de combate no era ninguna novedad, aprovechaban la orografía del terreno en beneficio propio y, con una ferocidad insólita, debilitaban a las huestes rivales con una lluvia de saetas antes de cargar, sin ningún tipo de formación, sobre el enemigo. En la lucha cuerpo a cuerpo se sabían superiores pues su mayor movilidad y falta de escrúpulos les hacían temibles.

Volviendo al conflicto siciliano, tras la firma del Tratado de Caltabellotta (1302), muchos almogávares se quedaron sin trabajo. Fue entonces cuando surgió la Magna Societas Catalanorum o Gran Compañía Catalana de Oriente, un ejército mercenario liderado por el antiguo templario Roger de Flor, que pronto encontró nuevos retos al servicio del emperador bizantino Andrónico II Paleólogo. Era una tropa heterogénea, el grueso de la milicia lo formaban gente de la Corona de Aragón, especialmente catalanes, pero también había sicilianos, calabreses, occitanos, e incluso griegos o turcos.

En septiembre de 1303, una hueste de seis mil quinientos almogávares entraba triunfalmente en Constantinopla, donde fueron agasajados por el emperador Andrónico con generosas soldadas. Su líder, Roger de Flor, recibió el título de megaduque, la dignidad más alta después de la de emperador, y casó con la princesa bizantina María Asenina. A partir de aquí empezó un alud de victorias contra la amenaza turca que permitieron a los cristianos recuperar Asia Menor en un tiempo record: los almogávares ya eran una leyenda.

Breve historia de la Corona de Aragón
David González Ruiz, 2012