Cuando Hollywood no se atrevía a salir del armario

Directores y guionistas emplearon ingenio y sutileza para camuflar un tema incómodo para la sociedad norteamericana de la época y sortear la censura. Repasamos diez clásicos que quizás no sabías que se habían ocultado en el armario
Samuel Jiménez
15/05/2015 | 20:19 h.





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Célebre escena de 'Ben-Hur'. | MGM
La homosexualidad siempre ha estado presente en el cine, sólo que muy pocos fueron capaces en su momento de descifrar los códigos, detectar los mensajes velados y recoger las pistas que ciertos directores y guionistas emplearon en sus películas para maquillar un tema incómodo para la sociedad norteamericana de la época y sortear la censura que imperó en Hollywood durante su época dorada.
A diferencia del cine europeo que disfrutaba de mayor libertad para abordar determinados temas tabúes como la homosexualidad, Hollywood temía deambular en la acera de enfrente. Aunque la orientación sexual de algunos actores, directores y guionistas no era en muchos casos ningún secreto en la meca del cine, esta actitud no se plasmaba de manera tan directa en las películas. Por ello, la visibilización de gays y lesbianas en el celuloide fue un largo camino plagado de obstáculos y un complejo proceso que tardó décadas en irrumpir claramente sin subterfugios ni evasivas.

Abundaban personajes malvados y otros incapaces de asumir su homosexualidad

De aquellos primeros personajes gays amanerados que irrumpieron en los albores del cine como objeto de burla que reproducían todos los clichés y estereotipos para hacer reír al público se pasó, gracias a directores como Alfred Hitchcock o Nicholas Ray, a dos grandes categorías de figuras homosexuales: los malvados y siniestros y los grandes atormentados incapaces de asumir su condición sexual y que solían estar marcados por un trágico destino. El Código Hays, que cercenó la libertad en los filmes estadounidenses durante tres décadas, obligó a los cineastas a hallar las formas más inusitadas para insinuar relaciones entre personas del mismo sexo, alusiones que llegaban a cierto público cómplice del lenguaje no verbal y las metáforas utilizadas para esquivar las tijeras de la censura.
Hubo que esperar hasta los años 70 para que Hollywood abordara la homosexualidad sin tapujos y saliera del armario. Los chicos de la banda (1970) fue el primer filme protagonizado por homosexuales que no tenía un final trágico y que presentaba a un grupo de amigos que lejos de atormentarse disfrutaban de su condición sexual. 
La ‘humanización’ de gays y lesbianas en el cine de Hollywood se produjo a partir de los años 90 gracias a películas como Philadelphia (1993), protagonizada por Tom Hanks en el rol de homosexual y enfermo de Sida, y comedias como La boda de mi mejor amigo (1997) o Mejor... imposible (1997), en las que aparecen personajes gays positivos y orgullosos de serlo. Cuando se estrenó Brokeback Mountain (2005), la homosexualidad ya no era un tabú en Hollywood, sin embargo sí que se topó con la mentalidad conservadora de parte de la Academia de los Oscar al negarle el merecido galardón a la mejor película en una muestra más de que aún persistían resquicios de intolerancia.
A continuación, repasamos un puñado de filmes míticos que quizás no sabías que se ocultaron en el armario y que son claves para comprender la larga lucha de la comunidad LGTB por encontrar su hueco y su representación real en la historia del cine.
‘Marruecos’ (1930)
Esta cinta dirigida por Josef von Sternberg es un claro ejemplo de que el Hollywood de principios de los 30 era mucho más liberal que las tres oscuras décadas marcadas por las despiadadas tijeras y las represivas normas del Código Hays que empezaron a aplicarse a partir de 1934.
En Marruecos, Marlene Dietrich coquetea, como en muchas de sus primeras películas, con la ambigüedad sexual de su personaje. En la escena más recordada de la cinta, la actriz de origen alemán luce un varonil esmoquin durante un espectáculo en un club nocturno. Con una actitud masculina se acerca a una mujer sentada entre el público a la que besa descaradamente en la boca provocando una tormenta de aplausos. Un papel que llevó a Dietrich a estar nominada en los Oscar como mejor actriz y la consagró como una de las grandes divas del cine.
Curiosamente, Marlene Dietrich jamás ocultó su bisexualidad, condición sexual que traspasó su vida personal y se plasmó en todas sus interpretaciones mediante su ambigüedad, sus gestos y su frialdad calculada. "En Berlín importa poco si se es hombre o mujer. Hacemos el amor con cualquiera que nos parezca atractivo", aseguró en una ocasión para zanjar todas las críticas a sus intereses sexuales.
‘Rebeca’ (1940)
Mucho se ha hablado de la presunta homosexualidad del ama de llaves de Rebeca, la insidiosa señora Danvers -interpretada magistralmente por la actriz Judith Anderson- y que es sin duda alguna uno de los personajes más perversos de la historia del cine.
El retorcido maestro del suspense, Alfred Hitchcock, le dio una sutil vuelta de tuerca a la novela homónima de Daphne Du Maurier y llevó a la gran pantalla la soterrada pasión lésbica que le profesaba la señora Danvers a la fallecida Rebeca. Un reprimido y enfermizo amor que llevará al ama de llaves a hacer la vida imposible a la segunda esposa de su señor, interpretada por Joan Fontaine.
Inolvidable es la escena en la que la señora Danvers acaricia los conjuntos y la ropa interior de su fallecida Rebeca al enseñar el vestidor a su sustituta. Sus gestos, su pasión y su dolor transmiten claramente lo que las palabras no se atreven a expresar: el amor prohibido, silenciado y reprimido truncado por una inesperada muerte.




‘Gilda’ (1946)
El tema de la homosexualidad en esta película pasó bastante desapercibido debido al escándalo que rodeó a la cinta de Charles Vidor. Grabada en la memoria de los espectadores y en la historia del cine permanece la escena en que una sensual y femme fatale Rita Hayworth se desprende poco a poco de un guante sobre un escenario, siendo considerado este gesto mucho más erótico que cualquier desnudo integral.
Lo que muy pocos fueron conscientes es de la tensión homosexual latente entre los dos protagonistas masculinos del triángulo amoroso que comparten con Rita Hayworth. Si bien es cierto que el personaje de Glenn Ford sigue enamorado de Gilda, es evidente la atracción que existe entre él y su jefe, el marido de ella, y que queda plasmado en los duelos dialécticos que ambos mantienen a lo largo de la película.  
‘La Soga’ (1948)
Aunque el eje de La soga no es la homosexualidad, sí desempeña un papel fundamental. Hitchcock vuelve a hacerlo una vez más después de Rebeca otorgando el papel de malvado, en esta ocasión a una pareja de homosexuales homicidas que planean llevar a cabo el crimen perfecto interpretados por Farley Granger y John Dall, que en la vida real eran bisexual y gay, respectivamente. Curiosamente, el papel de Granger fue ofrecido en primer lugar a otro bisexual, Montgomery Clift, que lo rechazó por miedo a manifestar públicamente su sexualidad. Cary Grant hizo lo mismo con el personaje de Dall, por razones similares.

Montgomery Clift y Cary Grant rechazaron los papeles por temor

Como en las anteriores películas, en ningún momento se manifiesta expresamente que los dos protagonistas, que viven juntos en un lujoso ático de Nueva York, mantengan una relación pero sus gestos, sus miradas y sus conversaciones les delatan. Un amor que viven en secreto y ocultan al resto del mundo como se puede comprobar en la ambigüedad que manifiestan presentándose como simples amigos cuando invitan a la familia de su víctima y a su profesor a cenar sobre el arcón en que guardan el cadáver.
‘Río Rojo’ (1948)
Casi seis décadas antes de que los cowboys de Brokeback Mountain dieran rienda suelta a su amor homosexual en las solitarias praderas de Wyoming, Howard Hawks se atrevió en 1948 a rodar un western con tintes homoeróticos.
Durante el rodaje de la película, los homófobos y conservadores John Wayne y Walter Brennan se mantuvieron en todo momento alejados de Montgomery Clift al llegar a sus oídos rumores sobre su condición sexual. Un rechazo que se acentuó tras descubrir la camaradería y la buena relación que se estableció entre Clift, que interpretaba al hijo de Wayne en el filme, y John Ireland, en la piel de un pistolero. La tensión sexual entre ambos traspasó la vida real y se plasmó en una maravillosa secuencia en la que ambos se hacen amigos tras comparar sus pistolas. Una escena cifrada con miradas y gestos que insinúan algo más que un ‘duelo de machitos’ entre ambos con la que Hawks quiso ‘vengarse’ de las continuas quejas homófobas de Wayne mediante un imperceptible mensaje para la mayor parte del público.




‘Rebelde sin causa’ (1955)
Más allá del drama generacional dirigido por Nicholas Ray sobre un joven rebelde incomprendido que lucha por encontrar su lugar en el mundo, Rebelde sin causa esconde para muchos críticos la primera gran historia gay de la historia del cine. La implacable censura de la época no permitió ahondar más en el tema de la homosexualidad, pero aún así se puede entrever claramente el amor que sentía el solitario y marginado personaje interpretado por Sal Mineo hacia el de James Dean.
Durante la película hay escenas que dejan claro que Platón (Sal Mineo) se siente atraído por los hombres. Por ejemplo, la escena en la que abre su taquilla en el instituto y se ve que tiene guardada una foto de Alan Ladd, a qué se debe que un joven tenga la imagen de una estrella masculina de los 50 que encandilaba al público femenino. El comportamiento que el adolescente mantiene con su amigo, sus miradas y sus gestos así lo atestiguan, a pesar de que la Warner Bros se empeñara en ‘armarizar’ su evidente homosexualidad.
Los rumores de la época apuntaban a que el abiertamente homosexual Sal Mineo y el ambiguo James Dean mantuvieron un affaire secreto. Mineo, de hecho, fue uno de los primeros actores de Hollywood en reconocer públicamente su homosexualidad. Como Platón en Rebelde sin causa, el actor se vio marcado por un trágico destino al morir asesinado en extrañas circunstancias con apenas 37 años de edad. 




‘La gata sobre el tejado de zinc’ (1958)
El tenso y apasionante largometraje dirigido por Richard Brooks también se topó con la censura y el guión tuvo que ser modificado para ocultar la homosexualidad del personaje interpretado por Paul Newman. La obra teatral del abiertamente gay Tennessee Williams sí que mostraba sin tapujos la orientación sexual del atormentado protagonista.
Sin embargo, los intentos de los censores en velar por la moralidad del público resultaron inútiles porque la ambigüedad y la homosexualidad de Brick están latentes durante todo el filme, gracias a la sutileza empleada por unos guionistas que lograron burlar la censura. Al espectador no se le escapa que Paul Newman no se inmuta ante los paseos en lencería de su esposa, una sensual –nunca lo estuvo tanto en una pantalla de cine- Elizabeth Taylor. Newman no se siente atraído por su esposa y la muerte de su amigo/amante le ha conmocionado, mientras tanto ahoga tan terrible pérdida en el alcohol. El personaje está obsesionado por lo que los demás pueden pensar de él y se siente horrorizado por que su entorno no apruebe sus verdaderos sentimientos homosexuales.
No es la primera vez que una adaptación cinematográfica de Tennessee Williams sufre los efectos de la censura. Las adaptaciones de Un tranvía llamado Deseo y De repente, el último verano también se vieron obligadas a enmascarar las tendencias homosexuales de alguno de sus personajes.

‘Ben Hur’ (1959)
Es quizás uno de los ejemplos más conocidos de personajes homosexuales velados en el cine: los de Judá Ben-Hur (Charlton Heston) y Messala (Stephen Boyd).
En un principio, la relación sentimental entre los dos romanos no estaba plasmada en el guión, pero Gore Vidal sugirió al director de la película, William Wyler, que los dos protagonistas hubieran sido una vez amantes y que en su reencuentro Messala tuviera el propósito de retomar esa relación mientras que Ben-Hur le rechazaba, siendo ésta la causa de su posterior rivalidad. Wyler dio su visto bueno, pero sólo a que se lo transmitieran a Boyd, dado el conservadurismo de Heston. Así es como se fraguó en realidad la historia de amor entre un chico romano y otro judío, la historia de la destrucción de ese amor que se convierte en odio y venganza.
De hecho, en las miradas y los gestos de Boyd en la escena del reencuentro apuntan claramente a una cuidadosa y velada homosexualidad del personaje. Charlton Heston terminó por enterarse del subtexto homosexual, aunque siempre defendió que la aportación de Vidal al guión fue mínima. Finalmente, el guionista no fue nombrado en los títulos de crédito tras la muerte del productor, quizás un castigo por su sugerencia.
Lo cierto es que la película destila una fuerte emoción entre Messala y Ben-Hur que estalla tras la célebre carrera de cuadrigas cuando el romano, agonizando con el cuerpo destrozado, le espeta a Ben-Hur “todavía queda en mí mucho hombre para ti”. Sin duda toda una declaración de amor gay.
‘Espartaco’ (1960)
La famosa película de Stanley Kubrick incluye una de las escenas de contenido homoerótico más célebres de la historia del cine, entre un general romano, interpretado por Laurence Olivier, y su esclavo, al que da vida Tony Curtis. Los memorables diálogos entre ambos no tienen desperdicio mientras el esclavo Antonino baña a su amo mientras éste le dice “a mí me gustan tanto las ostras como los caracoles”, en clara alusión a sus gustos bisexuales.
A pesar de ser los últimos años de la caza de brujas, los censores hollywoodienses continuaban avispados para no dejar pasar ni una, y como no podía ser de otra forma la escena sobre los ‘gustos gastronómicos’ de Olivier tampoco se libró de las afiladas tijeras de la censura. La escena estuvo censurada en muchos países hasta 1991, fecha en la que fue recuperada y restaurada ya con sus diálogos originales.




‘La calumnia’ (1961)
Interpretada por dos estrellas de la altura de Audrey Hepburn y Shirley MacLaine en los papeles de dos profesoras, esta película encierra una crítica feroz al odio al diferente y al rechazo por parte de la sociedad a las personas con una orientación sexual distinta.
Un susurro, un rumor, una mentira, salidos de la boca de una vengativa niña, atribuyendo a sus maestras una relación amorosa, bastan para desatar una espiral de odio entre los habitantes de una pequeña localidad de Estados Unidos ante semejante escándalo. Una bola de nieve que rueda y crece convirtiéndose en un alud de consecuencias devastadoras que acaba sepultando a sus protagonistas.
William Wyler, el director de este drama, se vio obligado a cortar minutos del metraje para que las referencias explícitas al lesbianismo desaparecieran y la cinta fuera vista con buenos ojos por el estricto Código Hays. Si bien las profesoras, cuya vida se ve arruinada por el falso rumor, logran demostrar que todo es mentira, una de ellas, el personaje de MacLaine, acaba suicidándose revelando así que ella sí sentía atracción por su compañera. Muchos años después, la propia Shirley MacLaine confesó que si hubiera protagonizado la cinta en la actualidad, habría luchado por que su personaje tuviera un final diferente, en el que se rebela contra el rechazo de la sociedad y encuentra la felicidad aceptando su condición sexual.

Excelente post, no había puesto atención en el manejo que le daba Hollywood a este tema.