La Chinelita de Cristal , solo un cuento.

He leido este cuento y me ha recordado otro parecido.

¿Cual sería el primero?...... costaba 1 peseta.

La Chinetita de Cristal:

Has de saber para contar y entender para saber, que había un padre que tenía una hija que se llamaba María, que era muy linda. Cerca de su casa habitaba una vecina, a la que María visitaba todos los días para pedirle lumbre. Esta vecina, le daba sopitas con miel, y al dárselas, le decía:

-Dile a tu padre que se case conmigo, y yo te daré toda la vida sopitas con miel.
La niña iba entonces a su padre y le decía:
-Padre, cásese con la vecina, que es tan buena  que todos los días me da sopitas con miel.

Pero su padre le contestaba:
-No la creas, hija. Si ahora te las da con miel, después te las dará con hiel.

Ella le respondía:
-No, padre no será así, porque es muy buena la vecina.
Tanto se lo repitió, que al fin el padre le dijo que se casaría con la vecina; pero que no se enojase, si después resultaba mala con ella la madrastra. Y se casaron.

La vecina tenía una hija que también se llamaba María, de la misma edad de la otra. A poco de casados, la madrastra empezó a maltratar mucho a María porque era mucho más bonita que su hija. La golpeaba, la reñía y luego la echaba a la cocina con vestidos andrajosos y muy sucios. Por eso le puso el sobrenombre de la Cenicienta.
María la Cenicienta, como la llamaron desde entonces, tenía una vaquita con la que jugaba y asi se entretenía todo el día. La madrastra, envidiosa de que tuviera una vaca para entretenerse, pidió y consiguió de  su marido que diera también una vaca a su hija, como así lo hizo. Pero no contenta con esto dijo a su marido que matase la vaca de su hija, porque la niña no hacía nada en todo el día jugando con su dichosa vaquita. Al padre le dolió mucho el ruego de su mujer; pero por temor de que se enojara más contra la niña, consintió en hacerlo. La madrastra llamó a María la Cenicienta y le dijo:

-Mañana mandaré matar la vaca, porque te has vuelto muy ociosa y no trabajas; te pasas todo el día perdiendo el tiempo con ella.
María se echó a llorar, y se fue a hacer caricias a su vaquita, despidiéndose de ella. Entonces, ésta le dijo:

-No llores María; cuando me maten, pide que te den permiso para ir a lavar mis menudillos al río; dentro encontrarás una vara de virtud, a la que pedirás todo lo que desees y se te concederá. Guárdala bien atada a tu cintura, para que no la pierdas ni te la vean.

Al otro día mataron, como se había dicho, la vaquita, y María la Cenicienta pidió permiso para que la dejaran ir al río a lavar los menudillos. Efectivamente, al ponerse a lavarlos encontró en ellos una varita de virtud, que se escondió bien en la cintura, como le había recomendado la vaca.-

Cuando estaba ya acabando de lavar los menudos y los tenía bien colocados en una batea, ésta se le escapó rio abajo :María al verlo se echó a llorar pensando que la madrastra le iba a pegar fuerte; mas mientras estaba así llorando, vino una viejecita vestida de azul, que le dijo:

-¿Porqué lloras niña?
-¿No he de llorar, señora? Se me ha ido río abajo la batea con el menudillo de la vaquita que lavaba, y cuando mi madrastra lo sepa me va a matar a palos.
-No llores mas- le dijo la viejecita -. Anda vete a aquella casita que está junto a la orilla del río, acuéstate y duerme, que yo iré a buscarte la batea con el menudo.
María hizo lo que le dijo la viejecita. Pero, al estar en la casita, en lugar de acostarse a dormir, púsose a barrer, hacer fuego y a preparar la comida de la viejecita. Después se quedó dormida.
Poco después se despertó al oír que golpeaban en la puerta. Fue a abrir, y halló su batea con el menudillo. La tomó y se fue corriendo a su casa.

-¡Cuánto tiempo has tardado! ¿Por qué no has venido más pronto?- le dijo la madrastra.
Ella entonces le explicó lo sucedido, diciendo que se le había ido río abajo la batea con el menudillo dentro, y una viejecita vestida de azul se lo había ido a buscar, mientras ella quedaba esperándola dormida en su casita, y que al despertar la encontró en la puerta.

Mientras estaba hablando María, la madrastra se fijó en su rostro, que resplandecía de un modo inusitado, y le preguntó:
-¿Qué es eso que tienes en la frente?
-No se- contestó ella.

Le trajo un espejo para que se mirara, y vió que tenía una estrella en medio de la frente. Su madrastra trató de sacársela restregándole la frente; pero cuanto más la frotaba, más linda y brillante se ponía: Entonces le hizo tapar la frente con un trapo, de envidia que tenía, para que así nadie la viera y no pareciese más linda aún que su hija.
La otra María al enterarse de lo ocurrido a su hermana, dijo a su madre:

-Madre, mande matar mi vaca y yo también iré a lavar el menudillo al río, para que a mí también me salga una estrella, lo mismo que a ésta Cenicienta.
La madre mandó matar la vaca como había pedido su hija y ésta se fue al río con la batea a lavar el menudillo. Cuando lo estaba lavando, echó la batea a nadar río abajo, e hizo como que estaba llorando. Entonces apareció la viejecita vestida d azul y le preguntó:

-¿Porqué lloras, hijita?
-¡No he de llorar-contestó ella- si se me ha ido la batea río abajo!
-Vete a dormir a aquella casita que está junto al río- dijo la viejecita-, y cuando despiertes encontrarás la batea.

Al llegar la envidiosa María a la casita y ver como estaba, comenzó a decir muy enojada:” ¿En esta casa tan sucia y fea, y en esta cama tan pobre he de dormir yo?”
Y haciendo desprecio de ella, se quedó sentada esperando sin hacer nada. Luego, cuando oyó cierto ruido salió de la casa y encontró junto a la puerta su batea con el menudo, lo cogió muy contenta y se fue a su casa.
Cuando su madre la vió, le dijo:

-¿Qué tienes en la frente María?
-¡Que se yo! Traigame un espejo

Le trajo un espejo y vió que tenía en la mitad de la frente un moco de pavo. Su madre quiso quitárselo, pero cuanto más tiraba de el más largo y feo se ponia, hasta que al fin, no pudiendo sacarlo, le tapó la frente con un pañuelo de seda.
En esto aconteció que hubo un baile en la Corte, y deseando verlo, María la Cenicienta, sacó su varita mágica de virtud y le pidió vestidos, coche, criados y todo lo necesario para ir como una gran señora a la corte. En efecto, en el acto tuvo todo lo que le apetecía: vestidos muy hermosos y ricos; coche tirado por cuatro briosos caballos, con todo lo demás que pudiera desear. Una vez vestida, si bonita era antes, mucho más bella y hermosa estaba después.

Cuando todos los de la casa se habían quedado dormidos, fuese María al baile, seguida de los criados que le proporcionó la varita de virtud. A su llegada a la Corte se armó tal alboroto y tal algazara, que el príncipe salió a ver que ocurría. Al penetrar ella en el salón, quedó toda la estancia extraordinariamente alumbrada, con la luz que despedía la estrella que le brillaba en la frente. Todos los cortesanos quedaron deslumbrados de la belleza de la joven dama.

El príncipe al verla, quedó también tan prendado de ella, que no quiso bailar en toda la noche con otra dama más que con la desconocida visitante.

Llegada la hora de retirarse, salió María corriendo afuera, para que no se descubriera su fuga de casa, y montó inmediatamente en su coche. El príncipe salió también corriendo detrás de ella, pero no la pudo alcanzar; mas, con las prisas, se le cayó a María una de las chinelitas de cristal que llevaba, y con la prisa no quiso detenerse a recogerla. Tampoco el príncipe, se detuvo deseoso d dar alcance a la hermosa  niña; pero corrió ella tan ligera, que no la pudo alcanzar.Entonces el príncipe tuvo que contentarse con posesionarse de la chinelita y se la guardó.

Al otro día, el príncipe, interesado por hallar a la fugitiva, mandó a sus servidores que fueran con la chinelita por toda la ciudad en busca de su dueña y que en cuanto la hallasen se la trajeran, pues estaba enamorado de ella y quería tomarla por esposa.
Los servidores del príncipe, como se les había mandado, fueron de casa en casa; pero a ninguna doncella le venía bien la chinelita para su pie.

La madrastra de María, al saber que llegarían a su casa los criados del príncipe, mandó a su hija que se ligase los pies con vendas muy apretadas para hacerlos bien pequeñitos y ver si así lograba casarse con el príncipe. En cambio, para que no viesen a María la Cenicienta con la estrella en la frente, la escondió debajo de la artesa.
María, la hija de la madrastra tenía una perrita, muy mona. Cuando llegaron los servidores del Príncipe, después de haber recorrido toda la ciudad sin encontrar a nadie a quien le viniese bien la chinelita, fueron a probárselo a María, y entonces la perrita se puso a ladrar diciendo:

-¡Guau,guau,guau! ¡Moco de pavo, encima del estrado! ¡Estrella en la frente, debajo de la artesa!
Como repitiese muchas veces ese grito la perrita, uno de los servidores se fijó en ella y dijo:
-¿Qué dice esta perrita? Oíd ¡Moco de pavo, encima del estrado! ¡Estrella en la frente debajo de la artesa!

Fueron entonces a levantar la artesa y hallaron a María la Cenicienta. La sacaron de allí y le probaron la chinelita de cristal, que le vino ajustada a su pie. Entonces ella destapó la frente y reconocieron todos los servidores que era la misma hermosa que había estado en el baile y había enamorado al príncipe.

A pesar de los gritos de la madrastra, que no la quería soltar, se la llevaron a palacio, y el príncipe se casó con ella. Hiciéronse suntuosos festejos reales, con general regocijo que duró mucho tiempo, y aquí el cuento se acabó.

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