El ajedrez fue introducido en Europa por los españoles

Fue introducido por los árabes. En el juego se reproducen batallas entre dos ejércitos mudos siendo el campo de batalla un cuadrilátero de 64 casillas.
Las piezas se mueven de forma alternativa por voluntad y talento de cada uno de los jugadores.
En el juego todo está a la vista y no interviene la suerte, ni dados ni demás elementos azarosos.
El objetivo final siempre es acorralar y matar al rey.
Es un juego de extremada sencillez e infinita complicación al mismo tiempo. Las combinaciones posibles en una partida normal se elevan a 38 elevado a 84 posiciones, cifra comparable a los átomos que hay en el universo.
Su origen forma parte de la leyenda:
Hubo un sabio cortesano llamado Sissa, encargado de los cuidados de su rey, enfermo de neurastemia. Para aliviar los males del soberano le propuso un juego cuyo protagonista era un rey débil y corto de fuerzas, que entraña una lección de humildad.
Satisfecho el rey, quiso agradecer el invento a Sissa y le concedió uno de sus deseos. El sabio pidió 1 grano de trigo por la 1ª casilla, el doble por la segunda, el doble de la segunda por la tercera y así hasta completar las 64 casillas. En una primera ojeada, al rey le pareció poca cosa y enseguida aceptó. Cuando se pusieron a hacer las cuentas descubrieron que el rey había aceptado pagar 18 quintillones (2 64 de granos), que no conseguirían ni reuniendo las cosechas del mundo entero.
Juegos de tablero cuadriculado se han encontrado en Mesopotamia y Pakistán con una antigüedad de 3.000 años antes de Cristo. Pinturas y bajorrelieves egipcios representan a la Reina Nefertari y Ramsés III jugando a algo parecido a un ajedrez con una antigüedad de 1.200 años antes de Cristo.
El antecedente más claro se encontró en la India con una datación del 470 a de C. Lo llamaban “Chaturauga” que se traduce como “4 reyes”, jugaban 4 participantes que contaban, cada uno con, 1 rey, 1 elefante, 1 caballo, 1 navío y 4 peones. Cada jugador debía capturar otro rey y defender al suyo. Las jugadas venían determinadas por un dado. Con el tiempo, este juego evolucionó; los jugadores se redujeron a 2 y se cambió el dado por la reflexión personal.
En 5 siglos, el juego llegó a China con el nombre del “juego del elefante”. En Japón se llamó “Go” y “Go Bang”. A Persia llegó en el reinado de Chosroes (531-579) con el nombre de “Chatrang” de donde deriva “jaque” ó “jaque mate” que se traduce como “muerte del rey”. De aquí pasó a los árabes. Se sabe que el legendario Harun al Raschid regaló un ajedrez a Carlomagno del que se conservan algunas piezas.
En occidente fue introducido a través de la invasión árabe de España. El rey Alfonso X el Sabio, en su célebre manuscrito “Bonus Socius” recogió 103 problemas de ajedrez o “mansubas”. En 1088, el rabino toledano Abraham Ben Erza describe en un poema una partida entre etíopes de color negro y edomitas de color rojo. Este trabajo y otros anteriores (Conde de Barcelona en 1010 lega sus trabajos al Convento de San Gil), demuestran que ya habían desarrollado un sistema para representar las piezas y anotar sus jugadas y reflexionarlas a posteriori: insólito para mero juego de entretenimiento.
En el s. XV, el juego se reforma cambiando el nombre y movimiento de algunas piezas y se sabe que fue introducido el enroque. La mayor reforma fue el cambio del “firzan” (visir o consejero) árabe que se colocaba al lado del rey. Esta pieza adquirió la capacidad de moverse en todas las direcciones y por eso los españoles empezaron a llamarle “la rabiosa”. Se ha especulado mucho acerca de esta pieza que se colocaba al lado del rey: muchos opinan que adquirió el nombre de “reina” como tributo a Isabel la católica que reinaba en aquella época por su continua demostración de energía y poder.
“Pil”, en Persia era el elefante y los árabes le llamaron “fil”, de donde viene “alfil” nombre que los españoles conservaron aunque alternaron su movimiento; antes el alfil podía saltar piezas y esta peculiaridad fue eliminada.
En Europa, el alfil fue adquiriendo otras definiciones: en Francia le llamaron “fon” (bufón); en Alemania “laufer” (corredor); en Rusia “slon” (elefante); en Inglaterra “bishop” (obispo) porque al mirar su cabeza la veían dividida en dos como la mitra de un obispo.
El caballo en árabe era llamado “faras” ha sido el más fiel a su origen en nomenclatura y movimiento, aunque en algunos idiomas se le llamó “caballero”.
La torre empezó siendo, en árabe, “rujj” (carro de guerra) que se conserva en inglés “rook”; de este vocablo inglés, los españoles derivaron en el “enroque”; esa acción en Inglaterra se llamó “castling” (encastillar)
Los peones conservan su traducción literal del árabe “baidaq” (soldado a pie), los más numerosos y que solo avanzaban hacia delante, fieles, tanto que si llegan a líneas enemigas con éxito, se transformaban en categorías superiores. En aquellos tiempos, esta capacidad de promocionar a categoría superior provocó problemas porque lo habitual es que se convirtieran en la pieza más poderosa del tablero, la reina. Por tanto, se podía dar el caso de coincidir dos reinas del mismo ejército lo que convertía en bígamo al rey.
El rey también ha conservado inalterable su valor simbólico, con débiles facultades que le obligan a huir para protegerse.
El primer compendio de aperturas data de 1497 y obra del español Lucena en su obra “Repetición de amores e arte de axedres”. A lo largo de la historia, se conocen importantes jugadores de ajedrez como Ruy de Segura (1540-1575) de Zafra. Otro fue Givanni Leonardo “il Puttino”, el más importante del Renacimiento que fue derrotado por Ruy López. Ruy López es el nombre de una famosa salida para blancas y consiste en “colocar al oponente de manera que le dé el sol en los ojos”. Otro famoso jugador fue André Danican Philidor (1726-1795) que basaba la estrategia de sus partidas en la fuerza de los peones que decía, “son el alma del ajedrez”.