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Rocroi, un antes y un después de los Tercios españoles
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CALZADA
HIMNOSHISTORICOS
6 participantes
Foro 1492 :: FOROS :: FORO DE HISTORIA
Página 1 de 1.
Re: Rocroi, un antes y un después de los Tercios españoles
Mucha culpa tuvieron los catalanes que con su rebelión distrajeron tropas que hubieran sido fundamentales para ganar en Rocroi.
Los catalanes colaboraron en el expolio de Gibraltar...etc.
Cuando nos han derrotado ha sido por: Gobiernos Ineptos, Recortes bestiales en armamento o guerras internas.¡
Los catalanes colaboraron en el expolio de Gibraltar...etc.
Cuando nos han derrotado ha sido por: Gobiernos Ineptos, Recortes bestiales en armamento o guerras internas.¡
CALZADA- Cantidad de envíos : 1619
Edad : 72
Localización : ZARAGOZA
puntos patrióticos : 6952
Registro : 08/07/2012
Re: Rocroi, un antes y un después de los Tercios españoles
Rocroi se resume en una frase.
Honor, respeto y temor del enemigo incluso en nuestra derrota.
¡¡Contad los muertos!!
Honor, respeto y temor del enemigo incluso en nuestra derrota.
¡¡Contad los muertos!!
X bandera- Cantidad de envíos : 2447
Edad : 39
Localización : Castilla y León
puntos patrióticos : 9420
Registro : 13/12/2011
Re: Rocroi, un antes y un después de los Tercios españoles
Himnos, magnífico texto, que simboliza realmente lo que siempre mantuve: la batalla de Rocroi efectivamente, fue algo más que una batalla, pues aunque se perdió, no fueron tan grandes la pérdidas, pero sí la repercusión internacional que tuvo y el alcance moral que supuso a los hasta entonces los imbatibles -con matices- Tercios españoles. En resumen, es más o menos lo que expuse en otro hilo "De tergiversaciones históricas y otras falacias", aunque quisiera apuntar algunos matices:
No fue tan decisiva en la práctica: Rocroi cayó en manos españolas en 1653, diez años después de esta derrota y volvió al dominio francés, no por conquista, sino por un Tratado, el de los Pirineos en 1659.
El joven Duque de Enghien, que luego llegaría a reinar en Francia como Luis ll, se retiró a Guisa para lamerse las heridas de tan maltrecho que había quedado su ejército, unas 4.500 bajas por 7300 españolas, detallados de la siguiente manera:
Francia: 4500 bajas, 2000 muertos y 2500 heridos.
España: 7300 bajas, 1000 muertos y 1500 heridos, 3820 prisioneros, de los que 2000 fueron repatriados a España sin coste alguno a la corona española, y el resto sí le costaron los dineros al rey español, es decir, compró su libertad.
Se observará que los franceses sufrieron en la batalla más muertos y heridos que los españoles, lo que sugiere que fue más una victoria pírrica que otra cosa.
En noviembre de ese mismo año, en Tuttlingen, los tercios españoles aniquilaron a los franceses, las bajas francesas se estiman en unos 8500 hombres y fueron hechos prisioneros más de 7000 franceses. Unos años después, en 1656 en la batalla de Valenciennes los tercios españoles aplastaron a otro francés superior en número (25000 franceses contra 20000 españoles) sufriendo los galos un descalabro monumental: 9200 bajas, 7000 entre muertos y heridos y 2200 prisioneros frente a 500 bajas entre muertos y heridos de los españoles.
¿Qué quiero decir? Pues que aunque la batalla de Rocroi la hubiesen ganado los españoles -que estuvieron a puntito de hacerlo- el destino hubiese sido el mismo: el declive español y la preponderancia de la Francia de Richelieu, simplemente por la falta de regeneración del ejército español -una España despoblada- frente a la enorme capacidad humana de los franceses, no por la incapacidad española de adaptarse a nuevas tácticas y nuevos armamentos. No hay que olvidar, que poco tiempo después Felipe V, Borbón él, adaptó el modelo de ejército francés. Pero claro, faltaban dineros para comprar armas y actualizar el ejército, pero sobre todo, hombres que empuñar las armas y sobraban territorios que defender.
Otra puntualización que da solidez a mi planteamiento: El siglo XVII se puede considerar el siglo de la "revolución democráfica": Inglaterra pasó de 8 millones a 15, España de 7 a 10 millones, que no está nada mal dadas las circunstancias, y Francia pasó de 23 a 29 millones. Proporcionalmente Inglaterra fue la más beneficiada casi duplicando su censo y España tuvo mejor porcentaje que Francia, pero la estadística dice que durante ese siglo Francia creció numéricamente el doble que España. Es más Francia fue el país con mayor número de habitantes hasta el siglo XIX, incluso por encima de Rusia, aunque paradójicamente fue de las que menos creció porcentualmente durante el período que abarca desde el siglo XVII hasta el XlX (un 32% frente a un 42% de España, un 70% de Inglaterra...).
No descubro nada nuevo. Ya lo dijo el propio Richelieu, enemigo declarado de España:
«No cabe duda de que los españoles aspiran al dominio universal, y que los únicos obstáculos que han encontrado hasta ahora son la distancia entre sus dominios y su escasez de gente».
No fue tan decisiva en la práctica: Rocroi cayó en manos españolas en 1653, diez años después de esta derrota y volvió al dominio francés, no por conquista, sino por un Tratado, el de los Pirineos en 1659.
El joven Duque de Enghien, que luego llegaría a reinar en Francia como Luis ll, se retiró a Guisa para lamerse las heridas de tan maltrecho que había quedado su ejército, unas 4.500 bajas por 7300 españolas, detallados de la siguiente manera:
Francia: 4500 bajas, 2000 muertos y 2500 heridos.
España: 7300 bajas, 1000 muertos y 1500 heridos, 3820 prisioneros, de los que 2000 fueron repatriados a España sin coste alguno a la corona española, y el resto sí le costaron los dineros al rey español, es decir, compró su libertad.
Se observará que los franceses sufrieron en la batalla más muertos y heridos que los españoles, lo que sugiere que fue más una victoria pírrica que otra cosa.
En noviembre de ese mismo año, en Tuttlingen, los tercios españoles aniquilaron a los franceses, las bajas francesas se estiman en unos 8500 hombres y fueron hechos prisioneros más de 7000 franceses. Unos años después, en 1656 en la batalla de Valenciennes los tercios españoles aplastaron a otro francés superior en número (25000 franceses contra 20000 españoles) sufriendo los galos un descalabro monumental: 9200 bajas, 7000 entre muertos y heridos y 2200 prisioneros frente a 500 bajas entre muertos y heridos de los españoles.
¿Qué quiero decir? Pues que aunque la batalla de Rocroi la hubiesen ganado los españoles -que estuvieron a puntito de hacerlo- el destino hubiese sido el mismo: el declive español y la preponderancia de la Francia de Richelieu, simplemente por la falta de regeneración del ejército español -una España despoblada- frente a la enorme capacidad humana de los franceses, no por la incapacidad española de adaptarse a nuevas tácticas y nuevos armamentos. No hay que olvidar, que poco tiempo después Felipe V, Borbón él, adaptó el modelo de ejército francés. Pero claro, faltaban dineros para comprar armas y actualizar el ejército, pero sobre todo, hombres que empuñar las armas y sobraban territorios que defender.
Otra puntualización que da solidez a mi planteamiento: El siglo XVII se puede considerar el siglo de la "revolución democráfica": Inglaterra pasó de 8 millones a 15, España de 7 a 10 millones, que no está nada mal dadas las circunstancias, y Francia pasó de 23 a 29 millones. Proporcionalmente Inglaterra fue la más beneficiada casi duplicando su censo y España tuvo mejor porcentaje que Francia, pero la estadística dice que durante ese siglo Francia creció numéricamente el doble que España. Es más Francia fue el país con mayor número de habitantes hasta el siglo XIX, incluso por encima de Rusia, aunque paradójicamente fue de las que menos creció porcentualmente durante el período que abarca desde el siglo XVII hasta el XlX (un 32% frente a un 42% de España, un 70% de Inglaterra...).
No descubro nada nuevo. Ya lo dijo el propio Richelieu, enemigo declarado de España:
«No cabe duda de que los españoles aspiran al dominio universal, y que los únicos obstáculos que han encontrado hasta ahora son la distancia entre sus dominios y su escasez de gente».
vandalo- Cantidad de envíos : 317
Edad : 62
Localización : Murcia
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Registro : 28/07/2011
Re: Rocroi, un antes y un después de los Tercios españoles
En aquellos años era imposible que España pudiera mantener su imperio con la poca gente que contaba.
Teniamos gente repartida por toda Europa y America, mientras nuestros enemigos crecian en población mas que nosotros.
Inglaterra, entre ocho y quince millones, y Francia de veintitres a veintinueve, mientras que España rondaba entre los siete y diez millones, y encima guerreando constantemente con las tribus indias de America, para poder seguir manteniendo alli nuestra presencia, a la vez que se hacia lo mismo Italia.
Por centrarme en las ultimas cifras, España hacia frente a Inglaterra con quince millones de habitantes, a Francia con veintinueve, haciendo un total de cuarenta y cuatro, contra diez de españoles, asi que tocabamos a mas de cuatro enemigos por barba, y eso sin contar con los rebeldes de los paises bajos, y los indios americanos.
Asi era imposible mantener un imperio.
Teniamos gente repartida por toda Europa y America, mientras nuestros enemigos crecian en población mas que nosotros.
Inglaterra, entre ocho y quince millones, y Francia de veintitres a veintinueve, mientras que España rondaba entre los siete y diez millones, y encima guerreando constantemente con las tribus indias de America, para poder seguir manteniendo alli nuestra presencia, a la vez que se hacia lo mismo Italia.
Por centrarme en las ultimas cifras, España hacia frente a Inglaterra con quince millones de habitantes, a Francia con veintinueve, haciendo un total de cuarenta y cuatro, contra diez de españoles, asi que tocabamos a mas de cuatro enemigos por barba, y eso sin contar con los rebeldes de los paises bajos, y los indios americanos.
Asi era imposible mantener un imperio.
TRAJANO.v- Cantidad de envíos : 4250
Edad : 64
Localización : Almeria
puntos patrióticos : 11061
Registro : 18/09/2010
Re: Rocroi, un antes y un después de los Tercios españoles
Efectivamente, Trajano. La derrota de Rocroi fue más anecdótica que trascendental. Otra cosa fue que el aparato propagandístico francés, a los que se sumaron protestantes de toda Europa -rabiosos todos de recibir las del pulpo hasta entonces- lo vendieran como lo que no fue: una derrota por aplastamiento. También en el aspecto moral de los Tercios influyó, pero no por la mortandad, sino porque hasta esas fechas, jamás un enemigo hizo tantos prisioneros españoles. Y no unos cualquiera, no. Lo más granado de la infantería española, soldados y oficiales curtidos en mil batallas, todas ellas victoriosas. Existen listas nominales de los prisioneros hechos por los franceses y todos, absolutamente todos, fueron puestos en libertad. Luego las pérdidas españolas, finalmente fueron menores que las francesas.
Por cierto, cometí un error: los datos que ofrecí sobre la demografía, pertenecen al siglo XVIII. La demografía durante el siglo anterior, fue desvastadora para casi toda Europa, acrecentada aún más en España: epidemias, hambre, gran mortandad, emigración a América, continuas guerras. Durante ese siglo, la población española descendió casi en medio millón de habitantes. Pero vamos, el error no es significativo, pues el crecimiento poblacional sería determinante en los siglos posteriores.
Por cierto, cometí un error: los datos que ofrecí sobre la demografía, pertenecen al siglo XVIII. La demografía durante el siglo anterior, fue desvastadora para casi toda Europa, acrecentada aún más en España: epidemias, hambre, gran mortandad, emigración a América, continuas guerras. Durante ese siglo, la población española descendió casi en medio millón de habitantes. Pero vamos, el error no es significativo, pues el crecimiento poblacional sería determinante en los siglos posteriores.
vandalo- Cantidad de envíos : 317
Edad : 62
Localización : Murcia
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Registro : 28/07/2011
Re: Rocroi, un antes y un después de los Tercios españoles
Vandalo, sobre la propaganda que se realizó en su día en torno a la batalla de Rocroi está también el siguiente artículo que trata más en detalle sobre este asunto, centrándose en el caso de la propaganda francesa:
http://www.tercios.org/R_D/R_D_Rocroi_triunfo4.html
ROCROI, EL TRIUNFO DE LA PROPAGANDA (IV).
por JUAN L. SANCHEZ
Publicado en R&D no. 16 (marzo 2002), pgs. 4-35 y R&D no. 21 (nov. 2003), pgs. 18-43.
Una traducción francesa acaba de aparecer en Rocroy, 1643. Verités et controverses sur une bataille de légende. Rocroi, Ville de Rocroi et al., 2007.
En el artículo anterior apuntamos el orígen causal del montaje propagandístico en torno a la batalla de Rocroi. La muerte de Luis XIII, cinco dias antes del hecho y cinco meses después de la de Richelieu, había dejado a Francia en manos de una reina regente española, asistida por un primer ministro italiano y un consejo de regencia contestado. Más aún, la fidelidad de Ana de Austria a su país adoptivo estaba en cuestión y su ministro era el blanco al que apuntaba tanto la oposición que Richelieu había llevado al exilio como la alta nobleza y familias importantes, que comenzaban a superar viejas divisiones para provocar la caída de Mazarino.
En el Memorial Histórico (XVII,126), se publicó la carta que un anónimo «secretario de
S.E.» [58] escribía a un amigo en la corte de Madrid, poco después de la batalla de Rocroi. Aunque volveremos sobre ella, lo que ahora nos interesa es el siguiente párrafo:
«Murió el rey de Francia y ya empiezan a temer en aquel reino sediciones y parcialidades, y se tiene por cierto que han de tener en que entender entre ellos mismos.»
Melo había encaminado su ejército a las fronteras de Francia para ahondar aquella crisis, desatada tan pronto enfermó mortalmente Luis XIII, así como para divertir al enemigo de su proyectada invasión del Franco-Condado (Borgoña) y fijar tropas francesas en la frontera septentrional, tratando asi de impedir que pudiesen reforzar a su ejército de Cataluña. Vincart confirma que tales objetivos se consiguieron (Dragona-3, pg. 61), pero la inepcia de Melo en la conducción de las operaciones [59] puso prematuro fin a la invasión de Francia y, con ella, a los planes de desestabilización de la balbuceante regencia. Los franceses ganaron una batalla en la que no supieron vencer la resistencia de la infantería española, contra la que se desangraron en estériles cargas dejando el campo sembrado de cadáveres; más aun, para sacar de allí aquellos infantes hubieron de acordarles honrosas condiciones. Victoria pírrica.
Esa no era la clase de victoria que ni Mazarino, ni los Condé, ni la regencia precisaban
para calmar la inquietud y cautivar a la opinión pública con una inequívoca señal de la
grandeza augurada al nuevo reinado del aun niño Luis XIV. Hacía falta otra muy distinta a la que había sido, una completa y resplandeciente donde el enemigo fuera completamente aniquilado y, cuando no, cautivo gracias a la misericordia del vencedor. Mazarino y la casa de Condé se aplicaron a la tarea. Trabucando los hechos a su antojo, trocaron aquella ridícula victoria en otra incontestable y definitiva donde la infantería española, imbatida en la jornada, perdía, ni más ni menos, el áura de prestigio que hasta entonces la rodeaba.
Mazarino se salva, la regencia y la reina se consolidan, los exiliados regresan, los problemas internos se aplazan y la Fronda no reventará hasta 6 años más tarde [60]; pero aquella farsa, aquel montaje propagandístico quedó instalado en la Historia y está ya tan arraigado que costará extirparlo. Hace más de un siglo un notable historiador español logró reunir pruebas suficientes para, al menos, haber planteado el problema, siquiera como bosquejo o hipótesis, pero no se atrevió. Sin duda el mito pesaba ya demasiado.
Aquí no enunciamos ninguna hipótesis sino que anunciamos los resultados de una investigación apoyada en pruebas suficientes, a nuestro juicio, para soportarlos. Con todo, habrá quien no lo repute así pues la mentira se ha hecho enorme. Tras una sencilla pero eficaz puesta en marcha, lleva siglos autocebándose y ahora es más imparable que nunca dada la enorme —y vertiginosa— facilidad de transmisión del conocimiento mediante los medios de comunicación actuales. Tanta, que apenas queda tiempo para reparar en si es oro todo lo que reluce.
II. EL DESENLACE DE LA BATALLA EN LAS FUENTES CONTEMPORÁNEAS.
La Gazette de Renaudot era uno de los más eficaces instrumentos al servicio del gobierno francés para crear opinión, aunque no se trataba del único periódico impreso y sin contar las hojas volanderas. Nada igual existía en España, donde las formas más incipientes de periodismo —en su simple acepción como medio de difusión de noticias— eran todavía manuscritas: los «avisos» y las «cartas de un amigo», aunque privados, solían correr de mano en mano. De vez en cuando se imprimían unas «relaciones de sucesos», en cuya redacción no intervenía el gobierno más que pasivamente (censura), que son generalmente notables por su veracidad.
La relación que Renaudot publicó en el número 65 de la Gazette, el miércoles 27 de mayo de 1643, contiene la mayoría de la falacias sobre la batalla que, posteriormente, la historiografía ha ido consagrando. Es un texto consistente y elaborado a conciencia, cuyo detenido exámen revela la intervención personal de Renaudot en su redacción y la de François Goyon (1603-1650), barón de Nogent, marqués de La Moussaye, como inspirador y maquillador de los hechos. Quizá fuera su génesis un texto de la Moussaye, primeramente revisado y corregido por Mazarino y Condé (el padre del duque d'Enghien), finalmente recompuesto estilísticamente por Renaudot. Hay un recurso, particularmente efectista y nunca antes visto en un relato militar, que consiste en citar las bajas propias según el momento en que se produjeron en vez de agruparlas —como se hacía siempre— por sus rangos y al final del texto. Es un detalle muy sutil, pero sin duda contribuye a disipar su impacto. En cambio, las bajas españolas se citan canónicamente; es decir, en orden descendente a su graduación, y además exagerándolas. Así, refiriéndose a los maestre de campo, leemos:
«Don Antonio Velandia, les deux comtes de Villalva, le chevalier Visconti et le baron d'Ambizi y furent trouvés pármi les morts.»
En definitiva, informa de "haber sido hallados, entre los muertos" a cinco maestres de
campo cuando realmente solo murieron dos: Antonio de Velandia y el único conde de Villalba que combatió, Bernardino de Ayala. Al otro podía matársele con total impunidad ya que nunca existió, pero el caballero Luigi Visconti y Charles de Gavre, barón d'Hembise, sobrevivieron a la batalla y ni siquiera cayeron prisioneros. Estas no son precisamente mentiras piadosas sino métodos de intoxicación.
La Gazette miente con calculada premeditación, aunque ignoro si Renaudot fue cómplice de aquel montaje o solo intervino en su formulación literaria. Carece de ningún fundamento la atribución de Victor Cousin (La Jeuneusse de Mme. de Longueville, I, 557), que hace redactor del texto a un tal señor de Champagne, a la sazón comandante de Rocroi. Pero si venial a la crítica lingüística o semiológica, aun resulta más pueril su fundamentación, que omito traer aquí porque el texto puede consultarse en línea en el portal Gallica, de la BNF. Citamos, en cambio, el desenlace final de la batalla:
«La cavalerie espagnole fit bien quelque devoir, mais la résistance de leur infanterie n'est pas croyable. Ella fut si grande qu'elle obligea tout le corps de notre cavalerle à venir les uns après les autres, chacun cinq ou six fois, à la charge sur elle, sans qu'ils la pussent rompre; de quoi ils fussent malaisèment venus à bout si l'on ne se fût avisé de les faite attaquer d'un autre côté en même temps par notre infanterie de l'aile droite, laquelle prenant l'espagnole en queue et en flanc, par où la prenoit aussi notre cavalerie, tandis qu'elle soutenoit toujours la feu en tête, elle fut enfin rompue entièrement par notre cavalerie de l'aile droite conduite par le sieur de Gassion qui fit en cette occasion des merveilles à son ordinaire. Ce ne fut plus désormais que tuerie; à quoi nos Suisses entre autres ne s'épargnoient pas pour venger la mort de leurs camarades...». [61]
Más adelante, refiriéndose a las bajas españolas, leemos:
«Volvamos a los enemigos, que el hierro victorioso de nuestros franceses había segado sobre el campo de batalla. Allí se encontaron un gran número de señores de alta condición ... (que se repiten con las exageraciones anteriormente vistas) y alrededor de 7 a 8.000 hombres que quedaron muertos en el lugar, sin hablar de los que los campesinos, irritados por sus robos, mataron en los bosques, en muy gran número durante su huída».
«Perdieron también 10 pontones y toda su artillería, que consistía en 20 piezas, con todas sus municiones y bagaje, cuyo botín fue tan grande que uno de nuestros coroneles croatas aseguró que su regimiento había ganado más de 100.000 libras en esta victoria».
«Allí quedaron de 6 a 7.000 prisioneros de guerra, entre los cuales había 200 oficiales y entre personas de consideración... Se les tomaron, en fin, 170 banderas, 14 estandartes y dos guiones».
Antes de la aparición de la Gazette, el eminente Guy Patin (1601-1672), médico y profesor del Colegio Real, escribiendo a un amigo [62] el 23 de mayo, decía:
«El duque d'Anguien ha derrotado a los españoles cerca de Rocroi, donde hemos ganado 18 cañones, todo el bagaje, mucho dinero y tres o cuatro mil hombres sobre el campo (prisioneros). He aquí un aviso del cielo que parece aprobar la regencia de la reina».
Se trata de un texto mesurado del que sorprende la exactitud de la cifra de prisioneros que circulaba por la Corte y que, prudentemente, no hace alusión a los caídos de ningún bando. En el artículo anterior (R&D-16, pg. 29), vimos como la aparición de la Gazette sorprendía la buena fe de Lefèvre d'Ormesson porque la relación publicada se distanciaba notablemente de lo que ya corría a la sazón por la calle:
«...pero quiere la verdad o la murmuración que...».
También al secretario de Melo, en la ya mencionada carta que escribió a su amigo, parecían repugnarle las «mentiras» de la Gazette, a la que alude y corrige sin citarla. Aunque su carta carece de data y lugar, se ultimó desde el campo que Melo situó en Fontaine-L'évêque, y se compuso en varias partes, cada una en dias diferentes, revelándonos numerosas noticias e inmediatas a lo que se iban conociendo. Veamos algunas:
«...Esto lo digo por mayor, porque aun estando aquí han crecido las nuevas con grande número de mentiras... No es con mucho la pérdida tan grande como se creyó al principio, pues se pensó que no habían dado cuartel a ningún español. Ahora se sabe que el conde Garcies está preso sin herida ninguna, porque sus armas fuertes le libraron de cinco mosquetazos que tenía en ellas; don Jorge de Castelví, preso y bueno, muchos capitanes presos, aunque algunos heridos... Los tercios de italianos quedaron casi enteros y, en fin, va pareciendo mucha gente que se pudo escapar por el valor y constancia con que los españoles estuvieron firmes en la campaña, rodeados de escuadrones de infanteria y caballería enemiga, que jamás pudieron romperlos, y se rindieron con pactos como una plaza. Los franceses confiesan que murieron de su parte 2.000 hombres y que tienen 1.500 heridos, y es cosa cierta que murieron de su parte mas que de la nuestra».
Apenas dos semanas después, el 11 de junio y desde Bruselas, el licenciado Garcia Illán, proveedor general del Ejército, escribía otra carta personal a un padre jesuíta del Colegio de la Compañía en Sevilla. Aunque se centra más en los movimientos y preparativos del ejército durante el mes de junio, bien que sumariamente, dejó la siguiente recapitulación sobre lo acontecido en la batalla:
«En este momento acabo de llegar de Mons, adonde deje a nuestro ejército que se va recogiendo de diferentes partes, y entre caballería e infantería tendremos hoy 15.000 hombres, porque aunque la pérdida de Rocroy ha dado grande estampido, ha sido mucho menos de lo que se imaginaba, porque se salvó toda la caballería enteramente y tres tercios de italianos que hicieron las espaldas al bosque, y sólamente llegará el número de los muertos de 3 a 4.000 hombres, y a 5.000 los prisioneros [63]. De los españoles serán cerca de 1.000 [los muertos] y otros 2.000 prisioneros; y ha sido tan grande el valor con que estos pelearon que obligó al Francés, estando con su ejército victorioso, a ofrecerles cuartel y capitular la forma del, estando aun en la batalla, cosa que no se ha visto jamás. La desgracia nuestra fue que, conociendo el enemigo que a las diez del dia se nos había de juntar el ejército del barón de Beque (Beck), nos embistió a la mañana, y cuando llegó el barón de Beque sobre una colina, sirvió de que el enemigo no siguiese a los nuestros, y que se salvase la
mayor parte».
De este escueto relato, escrito privadamente a un amigo con la única intención de aportarle información del suceso, que no fue publicado sino casi dos siglos y medio después, es preciso destacar lo ajustado de las cifras de bajas. Ya dijimos que, por comparación de muestras, las pérdidas humanas del rey de España en la batalla no pudieron exceder de 3.500 hombres, y ello contando con los desertores; en cuanto a los prisioneros, sabemos ya con exactitud, por las relaciones francesas que se conservan, que su número cabal fue de 3.826 hombres (599 oficiales y 3.227 soldados), según la meticulosa recopilación llevada recientemente a cabo por Bernard Guerrer. Además, de éstos no quebaban en prisiones francesas, hacia finales de 1644, sino unos 1.500. Pero antes de profundizar en éste tema, hemos de volver sobre el final de la batalla, tan distinta en la Gazette a las dos fuentes españolas arriba mencionadas, ambas privadas y diferentes, originadas en el entorno inmediato del ejército derrotado y muy próximas al suceso. ¿Acaso mintieron el proveedor Illán y el anónimo secretario de Melo? Aparte de que la coincidencia de dos deposiciones distintas evidencia un rastro de veracidad, ¿qué interés podían tener en mentir a sus amigos en sendas cartas particulares? Ninguno.
a).—Las astillas de la versión oficial francesa.
Dos militares contemporáneos, uno francés y otro imperial, aunque éste acabaría su
vida al servicio de Francia, dejaron también relatos sobre la batalla de Rocroi. El prime
ro, François de Paule de Clermont (1603-1675), marqués de Montglat, en unas Memorias cuya primera edición vió la luz en 1712; el segundo, en una voluminosa historia de la Guerra de los Treinta años que fue publicándose coetáneamente, apenas con un lustro de distancia sobre los acontecimientos [64]. Ninguno de los dos se halló presente en la batalla, pero no cabe dudar que ambos trabaron contactos con testigos directos de la misma. Monglat, que era entonces mestre de camp del Regimiento de Navarre, uno de los cuatro «vieux corps» del ejército francés, escribió:
«...Il n'y eut que l'infanterie Espagnole naturelle qui tint ferme jusqu'au bout: car elle serra tellement ses bataillons, hérissant les piques contre la cavalerie, qu'on fut contraint de faire rouler du canon pour la rompre; mais voyant la bataille perdue, et qu'il n'y avoit plus de ressource, ceux qui la commandoient aux premiers coups de canon demandèrent quartier, qui leur fut accordé avec éloge... Toute la campagne étoit couverte de morts; et il y eut 7.000 prisonniers». [65]
Afortunadamente, disponemos de testimonios más precisos sobre éste punto que las Memorias de Montglat, pero lo que importa destacar ahora es que se trata del primer francés —además, un militar bien situado para conocer lo que pasó en Rocroi, aun sin haberlo visto— que rompe el discurso de la Gazette, inmediatamente secundado por Cramoisy o el Mercure, inspirados por Mazarino y los panegiristas de la Casa de Condé.
Gualdo Priorato, que ha referido con cierta extensión el desarrollo de la batalla, es en
cambio más parco en su conclusión, que resume así:
«...obligando a Melo a retirarse al abrigo del batallón de infantería italiana de don Giovanni delli Ponti, al que cargaron furiosamente tanto un escuadrón de caballería como de infantería franceses que causaron gran mortandad entre los españoles por lo que el maestre de campo ordenó retirarse, ya que todo estaba perdido. Y así se hizo, con pérdida de poca gente, por el sitio más favorable. Allí quedaron, sin embargo, con diversos soldados y algunos capitanes, el sargento mayor del tercio de Strozzi y los otros escuadrones de infantería española. Y no obstante que hubiéronse rendido 2.500, el resto hasta 6.000 quedaron en el campo con muchos alemanes y borgoñones».
Aunque coincidentes en lo esencial; es decir, en que no hubo masacre final porque medió una rendición, no quedan suficientemente claros los términos de ésta. El cuartel, que es la expresión que utiliza Montglat, era una gracia discreccional del vencedor hacia el vencido, pero esa situación no es la que ha descrito previamente porque no serían vencedores los franceses mientras fueran incapaces de doblegar la resistencia española. Por otra parte, habla de un campo sembrado de cadáveres sin precisar de que bando. Obviamente, se repartían entre ambos pero lo que importaba era la proporción. En toda carga a un escuadrón bien armado y conociendo tan bien su oficio que era imposible abrirle huecos, no cabe dudar de quien ponía los muertos. Y aunque Condé dejara poca fama de apreciar la vida de sus hombres, debía estar preocupado por parar aquella sangría [66]. La razón apunta y sugiere que allí hubo de mediar una capitulación condicionada.
b).—La nada sospechosa unanimidad de las distintas fuentes españolas.
Eso que la razón demanda es precísamente lo que declaran, con mayor o menor extensión, todas las fuentes contemporáneas españolas que hemos logrado acopiar, tanto originadas en los Paises Bajos como en la Corte, que seguidamente repasamos.
PRIMERO:
El ya citado, aunque ignoto secretario de Melo, dice desde Fontaine-L'éveque que se
«rindieron con pactos como una plaza».
SEGUNDO:
El también citado Garcia Illán, escribiendo desde Bruselas, subraya «que obligó al francés, estando con su ejército victorioso, a ofrecerles cuartel y capitular la forma del, estando aun en la batalla, cosa que no se ha visto jamás».
TERCERO:
También en el referido tomo XVII del Memorial histórico se halla la extensa carta que el R.P. jesuíta Sebastián González escribía a su corresponsal de la Orden en Sevilla, R.P. Rafael Pereira (doc. no. 166), que aparece fechado en Madrid el 28 de julio de 1643 y cuya transcripción cubre 5 páginas (159-164). Entre diversas noticias cortesanas, así como otras relativas a las operaciones militares en Cataluña, en relación con nuestro asunto inserta la siguiente:
«Han llegado a Vizcaya 3.000 españoles que fueron los que capitularon en Campaña (Champagne) cuando la rota de D. Francisco de Melo. Estos se retiraron a un bosque, donde los cercó el francés despues de la victoria sobre Melo, y les envió un trompeta para que se rindiesen. Ellos respondieron que dos tercios de españoles no se rendían; que querían morir peleando. Empezóse la pelea, y duró un dia entero, y viendo el francés (que) recibía grande daño su gente, les envió otro trompeta ofreciéndoles partidos que aceptaron, y sacaron por condición se les había de dar paso franco por Francia para venirse a España con banderas tendidas y cajas y sus armas. Todo se lo concedieron y a tener que comer creo que no aceptaran partido y que según estaban de desesperados acabaran con los franceses. Hánles hecho muy buen agasajo en toda Francia, admirando su valor y constancia y que jamás se habia visto en campaña capitular unos pocos cercados de un ejército victorioso, y sin tener que comer salir con tan honradas condiciones».
Este no es un documento para tomar al pie de la letra, sino para darnos una idea de lo que se conocía y circulaba en los mentideros cortesanos sobre aquel hecho, siendo natural la desfiguración de algunas circunstancias conforme aparecían nuevos corifeos. Lo sustancial de la noticia es que confirma una rendición condicionada (capitulación) que incluía el traslado de los rendidos a España.
CUARTO:
Se trata de otro "avisador" al estilo del Padre González, pero de mayor enjundia y renombre literarios. Nada menos que José Pellicer de Ossau Salas y Tovar (1602-1679), un notable cronista y genealogista a cuya pluma confiaron muchas casas importantes la redacción de sus memoriales, descargos, árboles genealógicos, etc. Su testimonio, que ha de dar cabal a un tercero de fuste, ausente de la corte, no es del género de los chismes que corrían por Madrid, sino de los que se recaban de fuentes solventes con responsabilidades ministeriales. Aunque publicado por Valladares a finales del siglo XVIII en el «Semanario Erudito», lo que sigue aquí es la transcripción de una copia manuscrita en la B.N. (Ms. 7693), de la carta fechada el 11 de agosto de 1643:
«(fol. 159r) ... 2500 que han llegado a Fuenterrabia, que han venido por Francia, y son los que pactaron con Franceses en la rota que dio al señor don Francisco de Melo en la batalla de Rocroy el duque de Enguien (primogénito del príncipe de Condé) a 18 de mayo. Estos son gente escogida y que en Flandes hicieron lo que jamás se ha visto, pues estando su ejército vencido se unieron de forma que el enemigo no pudo romperlos y con las armas en la mano en campo raso capitularon que saldrían de Francia con armas, banderas y artilleria y asi vinieron por medio de Francia. A estos se añaden 4.000 napolitanos, 1.500 valones, 1.000 borgoñones, que todos hacen 24.000 hombres y que es muy gentil (159v) grueso si conforme a él aciertan a disponer los víveres porque sin embargo del cuidado del conde de Montalbo ha faltado de dos dias en el Extº el pan de munición».
QUINTO:
Matías de Novoa era ayuda de cámara de Felipe IV. Durante más de 30 años, desde
1621 hasta su muerte en 1652, su trabajo consistió en «hacer la estatua» en un lateral del Salón del trono, solícito a la menor indicación del rey, pero él se esforzó por mantenerse también atento a cuanto se decía en su derredor. Luego, llegada la noche, aguzaba su memoria y ponía por escrito cuanto habia oído en el día, aunque no eran esas sus únicas fuentes de información. Como advierte quien estudió en profundidad sus manuscritos y descubrió la verdadera identidad de su autor:
«...también copia papeles en ocasiones, ya públicos, ya de los que en secreto se daban al rey». [67]
En definitiva, contamos con un testigo de excepción que obtiene su información del mismísimo epicentro de la corte, del lugar donde latía el pulso de la monarquía hispánica. Se trata además de un testimonio fresco, nunca antes invocado para dirimir la cuestión suscitada. Al discurrir de la batalla dedica tres páginas, que aprovecharemos más extensamente cuando tratemos su reconstrucción, pero ahora citaremos sólamente el párrafo donde refiere su desenlace, uno de los más esclarecedores que poseemos:
«Duró la batalla casi seis horas, peleándo(se) siempre con bravo tesón y coraje en todas partes: fué mayor el número de los muertos, sin duda, en el campo de los franceses que en el nuestro. Murieron el conde de Villalba, que mandaba un tercio de infantería, y el maese de campo don Antonio de Velandia, peleando como buenos caballeros y cumpliendo enteramente con las obligaciones de su sangre. Quedó preso el conde de Garciez y su tercio quedó entero; pidiéndole que se rindiese no quiso, volviendo las caras á todas partes que eran acometidos, que eran españoles. Y los franceses, por no poner en duda la victoria y que mudase semblante, como se mudó al principio para nosotros, y respetando y recociendo (a) la nación, les ofrecieron cuartel y capitularon les darían paso, carruaje y bastimentos hasta Fuenterrabía. Con que no pelearon porque todo estaba acabado y, cumpliéndoles lo asentado, vinieron hasta allí. Este tercio se creyó poderle traer este año para la guerra de Cataluña, porque el Rey Católico a la sazón estaba en Zaragoza y envió órdenes para hacerlo; pero ellos se derramaron, se fueron a sus casas y domicilios y otros tomaron otros derroteros.
Los tercios de españoles anduvieron tan valerosos que hallándose cercados y perdidos, quisieron, por no dejar el puesto, perder antes la libertad o la vida: el último que quedó en la campaña fue el tercio del duque de Alburquerque, y embistiéndole por los cuatro costados todo el poder del enemigo, sin embargo le rechazó (cosa extraña y pocas veces oída), que no atreviéndose a pasar adelante, temiendo que no se mudase la fortuna, enviaron un coronel de paz a pedirles se rindiesen; y después de haberlo realizado el tercio del duque de Alburquerque [aquí parece aludir al anterior, el de Garcíez], al fin, como se veía solo y perdido, se rindió con pactos en campaña rasa, como si fuera sobre plaza fuerte: solo quedó el desconsuelo de que en esta pérdida y rota, éstas reliquias quedaron vivas en poder del enemigo para poderlas esperar después en el ejército, o rescatados o fugitivos: eran estos al pié de más de 3.000 hombres; 1.700 se hallaron despues o se pudieron juntar en la plaza de armas, escapados con industria».
Esta magnífica pintura del desenlace de la batalla no sólo identifica al tercio que vino a España, sino que resuelve con una redondez incontrovertible los enigmas a los que enseguida me referiré.
SEXTO:
Francisco Dávila Orejón y Gastón, oriundo de las Islas Canarias aunque nacido en Bruselas, sirvió de capitán en el tercio de Infantería española —levado en Cerdeña— de Jorge de Castelví desde diciembre de 1640, en que se incorporó en él la compañía que habia levado en la Gomera, hasta su disolución en diciembre de 1646. En R&D-2, pgs. 13-14, publicamos una breve reseña biográfica suya por la que sabemos que, tras servir hasta 1656 en Flandes, donde fue durante breve tiempo MdC del tercio canario de Francisco Antonio Castrejón (junio/octubre de dicho año) pasó a la corte y fue nombrado gobernador de Mourâo (1657), que perdió el año siguiente ante los portugueses. No obstante, fue designado para el gobierno de Gibraltar (1659-1662), siendo después Capitán general de Cuba (1664-1670) y de Venezuela (1672-75), empleo que ejercía cuando falleció en Caracas (1675).
http://www.tercios.org/R_D/R_D_Rocroi_triunfo4.html
ROCROI, EL TRIUNFO DE LA PROPAGANDA (IV).
por JUAN L. SANCHEZ
Publicado en R&D no. 16 (marzo 2002), pgs. 4-35 y R&D no. 21 (nov. 2003), pgs. 18-43.
Una traducción francesa acaba de aparecer en Rocroy, 1643. Verités et controverses sur une bataille de légende. Rocroi, Ville de Rocroi et al., 2007.
En el artículo anterior apuntamos el orígen causal del montaje propagandístico en torno a la batalla de Rocroi. La muerte de Luis XIII, cinco dias antes del hecho y cinco meses después de la de Richelieu, había dejado a Francia en manos de una reina regente española, asistida por un primer ministro italiano y un consejo de regencia contestado. Más aún, la fidelidad de Ana de Austria a su país adoptivo estaba en cuestión y su ministro era el blanco al que apuntaba tanto la oposición que Richelieu había llevado al exilio como la alta nobleza y familias importantes, que comenzaban a superar viejas divisiones para provocar la caída de Mazarino.
En el Memorial Histórico (XVII,126), se publicó la carta que un anónimo «secretario de
S.E.» [58] escribía a un amigo en la corte de Madrid, poco después de la batalla de Rocroi. Aunque volveremos sobre ella, lo que ahora nos interesa es el siguiente párrafo:
«Murió el rey de Francia y ya empiezan a temer en aquel reino sediciones y parcialidades, y se tiene por cierto que han de tener en que entender entre ellos mismos.»
Melo había encaminado su ejército a las fronteras de Francia para ahondar aquella crisis, desatada tan pronto enfermó mortalmente Luis XIII, así como para divertir al enemigo de su proyectada invasión del Franco-Condado (Borgoña) y fijar tropas francesas en la frontera septentrional, tratando asi de impedir que pudiesen reforzar a su ejército de Cataluña. Vincart confirma que tales objetivos se consiguieron (Dragona-3, pg. 61), pero la inepcia de Melo en la conducción de las operaciones [59] puso prematuro fin a la invasión de Francia y, con ella, a los planes de desestabilización de la balbuceante regencia. Los franceses ganaron una batalla en la que no supieron vencer la resistencia de la infantería española, contra la que se desangraron en estériles cargas dejando el campo sembrado de cadáveres; más aun, para sacar de allí aquellos infantes hubieron de acordarles honrosas condiciones. Victoria pírrica.
Esa no era la clase de victoria que ni Mazarino, ni los Condé, ni la regencia precisaban
para calmar la inquietud y cautivar a la opinión pública con una inequívoca señal de la
grandeza augurada al nuevo reinado del aun niño Luis XIV. Hacía falta otra muy distinta a la que había sido, una completa y resplandeciente donde el enemigo fuera completamente aniquilado y, cuando no, cautivo gracias a la misericordia del vencedor. Mazarino y la casa de Condé se aplicaron a la tarea. Trabucando los hechos a su antojo, trocaron aquella ridícula victoria en otra incontestable y definitiva donde la infantería española, imbatida en la jornada, perdía, ni más ni menos, el áura de prestigio que hasta entonces la rodeaba.
Mazarino se salva, la regencia y la reina se consolidan, los exiliados regresan, los problemas internos se aplazan y la Fronda no reventará hasta 6 años más tarde [60]; pero aquella farsa, aquel montaje propagandístico quedó instalado en la Historia y está ya tan arraigado que costará extirparlo. Hace más de un siglo un notable historiador español logró reunir pruebas suficientes para, al menos, haber planteado el problema, siquiera como bosquejo o hipótesis, pero no se atrevió. Sin duda el mito pesaba ya demasiado.
Aquí no enunciamos ninguna hipótesis sino que anunciamos los resultados de una investigación apoyada en pruebas suficientes, a nuestro juicio, para soportarlos. Con todo, habrá quien no lo repute así pues la mentira se ha hecho enorme. Tras una sencilla pero eficaz puesta en marcha, lleva siglos autocebándose y ahora es más imparable que nunca dada la enorme —y vertiginosa— facilidad de transmisión del conocimiento mediante los medios de comunicación actuales. Tanta, que apenas queda tiempo para reparar en si es oro todo lo que reluce.
II. EL DESENLACE DE LA BATALLA EN LAS FUENTES CONTEMPORÁNEAS.
La Gazette de Renaudot era uno de los más eficaces instrumentos al servicio del gobierno francés para crear opinión, aunque no se trataba del único periódico impreso y sin contar las hojas volanderas. Nada igual existía en España, donde las formas más incipientes de periodismo —en su simple acepción como medio de difusión de noticias— eran todavía manuscritas: los «avisos» y las «cartas de un amigo», aunque privados, solían correr de mano en mano. De vez en cuando se imprimían unas «relaciones de sucesos», en cuya redacción no intervenía el gobierno más que pasivamente (censura), que son generalmente notables por su veracidad.
La relación que Renaudot publicó en el número 65 de la Gazette, el miércoles 27 de mayo de 1643, contiene la mayoría de la falacias sobre la batalla que, posteriormente, la historiografía ha ido consagrando. Es un texto consistente y elaborado a conciencia, cuyo detenido exámen revela la intervención personal de Renaudot en su redacción y la de François Goyon (1603-1650), barón de Nogent, marqués de La Moussaye, como inspirador y maquillador de los hechos. Quizá fuera su génesis un texto de la Moussaye, primeramente revisado y corregido por Mazarino y Condé (el padre del duque d'Enghien), finalmente recompuesto estilísticamente por Renaudot. Hay un recurso, particularmente efectista y nunca antes visto en un relato militar, que consiste en citar las bajas propias según el momento en que se produjeron en vez de agruparlas —como se hacía siempre— por sus rangos y al final del texto. Es un detalle muy sutil, pero sin duda contribuye a disipar su impacto. En cambio, las bajas españolas se citan canónicamente; es decir, en orden descendente a su graduación, y además exagerándolas. Así, refiriéndose a los maestre de campo, leemos:
«Don Antonio Velandia, les deux comtes de Villalva, le chevalier Visconti et le baron d'Ambizi y furent trouvés pármi les morts.»
En definitiva, informa de "haber sido hallados, entre los muertos" a cinco maestres de
campo cuando realmente solo murieron dos: Antonio de Velandia y el único conde de Villalba que combatió, Bernardino de Ayala. Al otro podía matársele con total impunidad ya que nunca existió, pero el caballero Luigi Visconti y Charles de Gavre, barón d'Hembise, sobrevivieron a la batalla y ni siquiera cayeron prisioneros. Estas no son precisamente mentiras piadosas sino métodos de intoxicación.
La Gazette miente con calculada premeditación, aunque ignoro si Renaudot fue cómplice de aquel montaje o solo intervino en su formulación literaria. Carece de ningún fundamento la atribución de Victor Cousin (La Jeuneusse de Mme. de Longueville, I, 557), que hace redactor del texto a un tal señor de Champagne, a la sazón comandante de Rocroi. Pero si venial a la crítica lingüística o semiológica, aun resulta más pueril su fundamentación, que omito traer aquí porque el texto puede consultarse en línea en el portal Gallica, de la BNF. Citamos, en cambio, el desenlace final de la batalla:
«La cavalerie espagnole fit bien quelque devoir, mais la résistance de leur infanterie n'est pas croyable. Ella fut si grande qu'elle obligea tout le corps de notre cavalerle à venir les uns après les autres, chacun cinq ou six fois, à la charge sur elle, sans qu'ils la pussent rompre; de quoi ils fussent malaisèment venus à bout si l'on ne se fût avisé de les faite attaquer d'un autre côté en même temps par notre infanterie de l'aile droite, laquelle prenant l'espagnole en queue et en flanc, par où la prenoit aussi notre cavalerie, tandis qu'elle soutenoit toujours la feu en tête, elle fut enfin rompue entièrement par notre cavalerie de l'aile droite conduite par le sieur de Gassion qui fit en cette occasion des merveilles à son ordinaire. Ce ne fut plus désormais que tuerie; à quoi nos Suisses entre autres ne s'épargnoient pas pour venger la mort de leurs camarades...». [61]
Más adelante, refiriéndose a las bajas españolas, leemos:
«Volvamos a los enemigos, que el hierro victorioso de nuestros franceses había segado sobre el campo de batalla. Allí se encontaron un gran número de señores de alta condición ... (que se repiten con las exageraciones anteriormente vistas) y alrededor de 7 a 8.000 hombres que quedaron muertos en el lugar, sin hablar de los que los campesinos, irritados por sus robos, mataron en los bosques, en muy gran número durante su huída».
«Perdieron también 10 pontones y toda su artillería, que consistía en 20 piezas, con todas sus municiones y bagaje, cuyo botín fue tan grande que uno de nuestros coroneles croatas aseguró que su regimiento había ganado más de 100.000 libras en esta victoria».
«Allí quedaron de 6 a 7.000 prisioneros de guerra, entre los cuales había 200 oficiales y entre personas de consideración... Se les tomaron, en fin, 170 banderas, 14 estandartes y dos guiones».
Antes de la aparición de la Gazette, el eminente Guy Patin (1601-1672), médico y profesor del Colegio Real, escribiendo a un amigo [62] el 23 de mayo, decía:
«El duque d'Anguien ha derrotado a los españoles cerca de Rocroi, donde hemos ganado 18 cañones, todo el bagaje, mucho dinero y tres o cuatro mil hombres sobre el campo (prisioneros). He aquí un aviso del cielo que parece aprobar la regencia de la reina».
Se trata de un texto mesurado del que sorprende la exactitud de la cifra de prisioneros que circulaba por la Corte y que, prudentemente, no hace alusión a los caídos de ningún bando. En el artículo anterior (R&D-16, pg. 29), vimos como la aparición de la Gazette sorprendía la buena fe de Lefèvre d'Ormesson porque la relación publicada se distanciaba notablemente de lo que ya corría a la sazón por la calle:
«...pero quiere la verdad o la murmuración que...».
También al secretario de Melo, en la ya mencionada carta que escribió a su amigo, parecían repugnarle las «mentiras» de la Gazette, a la que alude y corrige sin citarla. Aunque su carta carece de data y lugar, se ultimó desde el campo que Melo situó en Fontaine-L'évêque, y se compuso en varias partes, cada una en dias diferentes, revelándonos numerosas noticias e inmediatas a lo que se iban conociendo. Veamos algunas:
«...Esto lo digo por mayor, porque aun estando aquí han crecido las nuevas con grande número de mentiras... No es con mucho la pérdida tan grande como se creyó al principio, pues se pensó que no habían dado cuartel a ningún español. Ahora se sabe que el conde Garcies está preso sin herida ninguna, porque sus armas fuertes le libraron de cinco mosquetazos que tenía en ellas; don Jorge de Castelví, preso y bueno, muchos capitanes presos, aunque algunos heridos... Los tercios de italianos quedaron casi enteros y, en fin, va pareciendo mucha gente que se pudo escapar por el valor y constancia con que los españoles estuvieron firmes en la campaña, rodeados de escuadrones de infanteria y caballería enemiga, que jamás pudieron romperlos, y se rindieron con pactos como una plaza. Los franceses confiesan que murieron de su parte 2.000 hombres y que tienen 1.500 heridos, y es cosa cierta que murieron de su parte mas que de la nuestra».
Apenas dos semanas después, el 11 de junio y desde Bruselas, el licenciado Garcia Illán, proveedor general del Ejército, escribía otra carta personal a un padre jesuíta del Colegio de la Compañía en Sevilla. Aunque se centra más en los movimientos y preparativos del ejército durante el mes de junio, bien que sumariamente, dejó la siguiente recapitulación sobre lo acontecido en la batalla:
«En este momento acabo de llegar de Mons, adonde deje a nuestro ejército que se va recogiendo de diferentes partes, y entre caballería e infantería tendremos hoy 15.000 hombres, porque aunque la pérdida de Rocroy ha dado grande estampido, ha sido mucho menos de lo que se imaginaba, porque se salvó toda la caballería enteramente y tres tercios de italianos que hicieron las espaldas al bosque, y sólamente llegará el número de los muertos de 3 a 4.000 hombres, y a 5.000 los prisioneros [63]. De los españoles serán cerca de 1.000 [los muertos] y otros 2.000 prisioneros; y ha sido tan grande el valor con que estos pelearon que obligó al Francés, estando con su ejército victorioso, a ofrecerles cuartel y capitular la forma del, estando aun en la batalla, cosa que no se ha visto jamás. La desgracia nuestra fue que, conociendo el enemigo que a las diez del dia se nos había de juntar el ejército del barón de Beque (Beck), nos embistió a la mañana, y cuando llegó el barón de Beque sobre una colina, sirvió de que el enemigo no siguiese a los nuestros, y que se salvase la
mayor parte».
De este escueto relato, escrito privadamente a un amigo con la única intención de aportarle información del suceso, que no fue publicado sino casi dos siglos y medio después, es preciso destacar lo ajustado de las cifras de bajas. Ya dijimos que, por comparación de muestras, las pérdidas humanas del rey de España en la batalla no pudieron exceder de 3.500 hombres, y ello contando con los desertores; en cuanto a los prisioneros, sabemos ya con exactitud, por las relaciones francesas que se conservan, que su número cabal fue de 3.826 hombres (599 oficiales y 3.227 soldados), según la meticulosa recopilación llevada recientemente a cabo por Bernard Guerrer. Además, de éstos no quebaban en prisiones francesas, hacia finales de 1644, sino unos 1.500. Pero antes de profundizar en éste tema, hemos de volver sobre el final de la batalla, tan distinta en la Gazette a las dos fuentes españolas arriba mencionadas, ambas privadas y diferentes, originadas en el entorno inmediato del ejército derrotado y muy próximas al suceso. ¿Acaso mintieron el proveedor Illán y el anónimo secretario de Melo? Aparte de que la coincidencia de dos deposiciones distintas evidencia un rastro de veracidad, ¿qué interés podían tener en mentir a sus amigos en sendas cartas particulares? Ninguno.
a).—Las astillas de la versión oficial francesa.
Dos militares contemporáneos, uno francés y otro imperial, aunque éste acabaría su
vida al servicio de Francia, dejaron también relatos sobre la batalla de Rocroi. El prime
ro, François de Paule de Clermont (1603-1675), marqués de Montglat, en unas Memorias cuya primera edición vió la luz en 1712; el segundo, en una voluminosa historia de la Guerra de los Treinta años que fue publicándose coetáneamente, apenas con un lustro de distancia sobre los acontecimientos [64]. Ninguno de los dos se halló presente en la batalla, pero no cabe dudar que ambos trabaron contactos con testigos directos de la misma. Monglat, que era entonces mestre de camp del Regimiento de Navarre, uno de los cuatro «vieux corps» del ejército francés, escribió:
«...Il n'y eut que l'infanterie Espagnole naturelle qui tint ferme jusqu'au bout: car elle serra tellement ses bataillons, hérissant les piques contre la cavalerie, qu'on fut contraint de faire rouler du canon pour la rompre; mais voyant la bataille perdue, et qu'il n'y avoit plus de ressource, ceux qui la commandoient aux premiers coups de canon demandèrent quartier, qui leur fut accordé avec éloge... Toute la campagne étoit couverte de morts; et il y eut 7.000 prisonniers». [65]
Afortunadamente, disponemos de testimonios más precisos sobre éste punto que las Memorias de Montglat, pero lo que importa destacar ahora es que se trata del primer francés —además, un militar bien situado para conocer lo que pasó en Rocroi, aun sin haberlo visto— que rompe el discurso de la Gazette, inmediatamente secundado por Cramoisy o el Mercure, inspirados por Mazarino y los panegiristas de la Casa de Condé.
Gualdo Priorato, que ha referido con cierta extensión el desarrollo de la batalla, es en
cambio más parco en su conclusión, que resume así:
«...obligando a Melo a retirarse al abrigo del batallón de infantería italiana de don Giovanni delli Ponti, al que cargaron furiosamente tanto un escuadrón de caballería como de infantería franceses que causaron gran mortandad entre los españoles por lo que el maestre de campo ordenó retirarse, ya que todo estaba perdido. Y así se hizo, con pérdida de poca gente, por el sitio más favorable. Allí quedaron, sin embargo, con diversos soldados y algunos capitanes, el sargento mayor del tercio de Strozzi y los otros escuadrones de infantería española. Y no obstante que hubiéronse rendido 2.500, el resto hasta 6.000 quedaron en el campo con muchos alemanes y borgoñones».
Aunque coincidentes en lo esencial; es decir, en que no hubo masacre final porque medió una rendición, no quedan suficientemente claros los términos de ésta. El cuartel, que es la expresión que utiliza Montglat, era una gracia discreccional del vencedor hacia el vencido, pero esa situación no es la que ha descrito previamente porque no serían vencedores los franceses mientras fueran incapaces de doblegar la resistencia española. Por otra parte, habla de un campo sembrado de cadáveres sin precisar de que bando. Obviamente, se repartían entre ambos pero lo que importaba era la proporción. En toda carga a un escuadrón bien armado y conociendo tan bien su oficio que era imposible abrirle huecos, no cabe dudar de quien ponía los muertos. Y aunque Condé dejara poca fama de apreciar la vida de sus hombres, debía estar preocupado por parar aquella sangría [66]. La razón apunta y sugiere que allí hubo de mediar una capitulación condicionada.
b).—La nada sospechosa unanimidad de las distintas fuentes españolas.
Eso que la razón demanda es precísamente lo que declaran, con mayor o menor extensión, todas las fuentes contemporáneas españolas que hemos logrado acopiar, tanto originadas en los Paises Bajos como en la Corte, que seguidamente repasamos.
PRIMERO:
El ya citado, aunque ignoto secretario de Melo, dice desde Fontaine-L'éveque que se
«rindieron con pactos como una plaza».
SEGUNDO:
El también citado Garcia Illán, escribiendo desde Bruselas, subraya «que obligó al francés, estando con su ejército victorioso, a ofrecerles cuartel y capitular la forma del, estando aun en la batalla, cosa que no se ha visto jamás».
TERCERO:
También en el referido tomo XVII del Memorial histórico se halla la extensa carta que el R.P. jesuíta Sebastián González escribía a su corresponsal de la Orden en Sevilla, R.P. Rafael Pereira (doc. no. 166), que aparece fechado en Madrid el 28 de julio de 1643 y cuya transcripción cubre 5 páginas (159-164). Entre diversas noticias cortesanas, así como otras relativas a las operaciones militares en Cataluña, en relación con nuestro asunto inserta la siguiente:
«Han llegado a Vizcaya 3.000 españoles que fueron los que capitularon en Campaña (Champagne) cuando la rota de D. Francisco de Melo. Estos se retiraron a un bosque, donde los cercó el francés despues de la victoria sobre Melo, y les envió un trompeta para que se rindiesen. Ellos respondieron que dos tercios de españoles no se rendían; que querían morir peleando. Empezóse la pelea, y duró un dia entero, y viendo el francés (que) recibía grande daño su gente, les envió otro trompeta ofreciéndoles partidos que aceptaron, y sacaron por condición se les había de dar paso franco por Francia para venirse a España con banderas tendidas y cajas y sus armas. Todo se lo concedieron y a tener que comer creo que no aceptaran partido y que según estaban de desesperados acabaran con los franceses. Hánles hecho muy buen agasajo en toda Francia, admirando su valor y constancia y que jamás se habia visto en campaña capitular unos pocos cercados de un ejército victorioso, y sin tener que comer salir con tan honradas condiciones».
Este no es un documento para tomar al pie de la letra, sino para darnos una idea de lo que se conocía y circulaba en los mentideros cortesanos sobre aquel hecho, siendo natural la desfiguración de algunas circunstancias conforme aparecían nuevos corifeos. Lo sustancial de la noticia es que confirma una rendición condicionada (capitulación) que incluía el traslado de los rendidos a España.
CUARTO:
Se trata de otro "avisador" al estilo del Padre González, pero de mayor enjundia y renombre literarios. Nada menos que José Pellicer de Ossau Salas y Tovar (1602-1679), un notable cronista y genealogista a cuya pluma confiaron muchas casas importantes la redacción de sus memoriales, descargos, árboles genealógicos, etc. Su testimonio, que ha de dar cabal a un tercero de fuste, ausente de la corte, no es del género de los chismes que corrían por Madrid, sino de los que se recaban de fuentes solventes con responsabilidades ministeriales. Aunque publicado por Valladares a finales del siglo XVIII en el «Semanario Erudito», lo que sigue aquí es la transcripción de una copia manuscrita en la B.N. (Ms. 7693), de la carta fechada el 11 de agosto de 1643:
«(fol. 159r) ... 2500 que han llegado a Fuenterrabia, que han venido por Francia, y son los que pactaron con Franceses en la rota que dio al señor don Francisco de Melo en la batalla de Rocroy el duque de Enguien (primogénito del príncipe de Condé) a 18 de mayo. Estos son gente escogida y que en Flandes hicieron lo que jamás se ha visto, pues estando su ejército vencido se unieron de forma que el enemigo no pudo romperlos y con las armas en la mano en campo raso capitularon que saldrían de Francia con armas, banderas y artilleria y asi vinieron por medio de Francia. A estos se añaden 4.000 napolitanos, 1.500 valones, 1.000 borgoñones, que todos hacen 24.000 hombres y que es muy gentil (159v) grueso si conforme a él aciertan a disponer los víveres porque sin embargo del cuidado del conde de Montalbo ha faltado de dos dias en el Extº el pan de munición».
QUINTO:
Matías de Novoa era ayuda de cámara de Felipe IV. Durante más de 30 años, desde
1621 hasta su muerte en 1652, su trabajo consistió en «hacer la estatua» en un lateral del Salón del trono, solícito a la menor indicación del rey, pero él se esforzó por mantenerse también atento a cuanto se decía en su derredor. Luego, llegada la noche, aguzaba su memoria y ponía por escrito cuanto habia oído en el día, aunque no eran esas sus únicas fuentes de información. Como advierte quien estudió en profundidad sus manuscritos y descubrió la verdadera identidad de su autor:
«...también copia papeles en ocasiones, ya públicos, ya de los que en secreto se daban al rey». [67]
En definitiva, contamos con un testigo de excepción que obtiene su información del mismísimo epicentro de la corte, del lugar donde latía el pulso de la monarquía hispánica. Se trata además de un testimonio fresco, nunca antes invocado para dirimir la cuestión suscitada. Al discurrir de la batalla dedica tres páginas, que aprovecharemos más extensamente cuando tratemos su reconstrucción, pero ahora citaremos sólamente el párrafo donde refiere su desenlace, uno de los más esclarecedores que poseemos:
«Duró la batalla casi seis horas, peleándo(se) siempre con bravo tesón y coraje en todas partes: fué mayor el número de los muertos, sin duda, en el campo de los franceses que en el nuestro. Murieron el conde de Villalba, que mandaba un tercio de infantería, y el maese de campo don Antonio de Velandia, peleando como buenos caballeros y cumpliendo enteramente con las obligaciones de su sangre. Quedó preso el conde de Garciez y su tercio quedó entero; pidiéndole que se rindiese no quiso, volviendo las caras á todas partes que eran acometidos, que eran españoles. Y los franceses, por no poner en duda la victoria y que mudase semblante, como se mudó al principio para nosotros, y respetando y recociendo (a) la nación, les ofrecieron cuartel y capitularon les darían paso, carruaje y bastimentos hasta Fuenterrabía. Con que no pelearon porque todo estaba acabado y, cumpliéndoles lo asentado, vinieron hasta allí. Este tercio se creyó poderle traer este año para la guerra de Cataluña, porque el Rey Católico a la sazón estaba en Zaragoza y envió órdenes para hacerlo; pero ellos se derramaron, se fueron a sus casas y domicilios y otros tomaron otros derroteros.
Los tercios de españoles anduvieron tan valerosos que hallándose cercados y perdidos, quisieron, por no dejar el puesto, perder antes la libertad o la vida: el último que quedó en la campaña fue el tercio del duque de Alburquerque, y embistiéndole por los cuatro costados todo el poder del enemigo, sin embargo le rechazó (cosa extraña y pocas veces oída), que no atreviéndose a pasar adelante, temiendo que no se mudase la fortuna, enviaron un coronel de paz a pedirles se rindiesen; y después de haberlo realizado el tercio del duque de Alburquerque [aquí parece aludir al anterior, el de Garcíez], al fin, como se veía solo y perdido, se rindió con pactos en campaña rasa, como si fuera sobre plaza fuerte: solo quedó el desconsuelo de que en esta pérdida y rota, éstas reliquias quedaron vivas en poder del enemigo para poderlas esperar después en el ejército, o rescatados o fugitivos: eran estos al pié de más de 3.000 hombres; 1.700 se hallaron despues o se pudieron juntar en la plaza de armas, escapados con industria».
Esta magnífica pintura del desenlace de la batalla no sólo identifica al tercio que vino a España, sino que resuelve con una redondez incontrovertible los enigmas a los que enseguida me referiré.
SEXTO:
Francisco Dávila Orejón y Gastón, oriundo de las Islas Canarias aunque nacido en Bruselas, sirvió de capitán en el tercio de Infantería española —levado en Cerdeña— de Jorge de Castelví desde diciembre de 1640, en que se incorporó en él la compañía que habia levado en la Gomera, hasta su disolución en diciembre de 1646. En R&D-2, pgs. 13-14, publicamos una breve reseña biográfica suya por la que sabemos que, tras servir hasta 1656 en Flandes, donde fue durante breve tiempo MdC del tercio canario de Francisco Antonio Castrejón (junio/octubre de dicho año) pasó a la corte y fue nombrado gobernador de Mourâo (1657), que perdió el año siguiente ante los portugueses. No obstante, fue designado para el gobierno de Gibraltar (1659-1662), siendo después Capitán general de Cuba (1664-1670) y de Venezuela (1672-75), empleo que ejercía cuando falleció en Caracas (1675).
Casariego- Cantidad de envíos : 160
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Re: Rocroi, un antes y un después de los Tercios españoles
Casariego, ya conocía el estudio y te agradezco que lo publiques, pues es trabajo que me has ahorrado.
Difiero en cuanto a esta frase: "...pero aquella farsa, aquel montaje propagandístico quedó instalado en la Historia y está ya tan arraigado que costará extirparlo..."
Cualquier investigador o historiador medio serio, por poco imparcial que sea y con un mínimo de coherencia argumental, no puede plantear hoy día un Rocroi decisivo, ni mucho menos un Rocroi devastador para los españoles. Cualquier curioso de la Historia, conque se documente un poco, llegará a las mismas conclusiones: Rocroi fue una victoria pírrica de los franceses.
Lo que me jode de todo esto es la habitual complacencia de los españoles, pues a propaganda falsa se responde con el rigor documentado de los datos... y no se ha hecho, es decir a los que corresponde -historiadores españoles y lo siento, historiadorairado- no les ha salido de los cojones poner los puntos sobre las íes. Como tampoco nos desmarcamos de la Leyenda Negra, soportamos la mancha de genocidas, aguantamos la falacia de "La Invencible", ignoramos el desastre de la Contra-armada inglesa o la gesta de Cartagena de Indias, insultamos a una reina, la Católica, que en cualquier otro país sería un mito u olvidamos a nuestros héroes. Tal vez sea porque, como nos dijo en su día historiadorairado -cuánto echo de menos sus intervenciones- sería como predicar en el desierto, que en España no vende eso del orgullo español, su Imperio ni sus gestas, su esplendoroso pasado, también con sombras, pero sin duda con muchas más luces, porque a la progresía -incluyo a peperos- lo que le va es poner el culo en pompa al islam, inmortalizar a trileros -que se aterrorizarían con solo oir el sonido de un pedo de un soldado español- como Arana o Companys o inventarse países y situaciones ficticias. Pero sobre todo, a la progresía le gusta vivir del cuento, y no podrían vivir de él si los españoles conociéramos lo gloriosa de nuestra historia y la grandeza de nuestros antepasados. No es por nada, podríamos comparar lo que tuvimos y lo que tenemos. Y está claro quiénes pierden.
Pero vamos, volviendo al hilo, me reafirmo: la decadencia del imperio español no la marcó Rocroi. La marcó su escasez de gente, la distancia de sus dominios, el agotamiento de tanta guerra en tantos frentes y el amariconamiento de soberanos y nobleza.
Y perdón por el tocho.
Difiero en cuanto a esta frase: "...pero aquella farsa, aquel montaje propagandístico quedó instalado en la Historia y está ya tan arraigado que costará extirparlo..."
Cualquier investigador o historiador medio serio, por poco imparcial que sea y con un mínimo de coherencia argumental, no puede plantear hoy día un Rocroi decisivo, ni mucho menos un Rocroi devastador para los españoles. Cualquier curioso de la Historia, conque se documente un poco, llegará a las mismas conclusiones: Rocroi fue una victoria pírrica de los franceses.
Lo que me jode de todo esto es la habitual complacencia de los españoles, pues a propaganda falsa se responde con el rigor documentado de los datos... y no se ha hecho, es decir a los que corresponde -historiadores españoles y lo siento, historiadorairado- no les ha salido de los cojones poner los puntos sobre las íes. Como tampoco nos desmarcamos de la Leyenda Negra, soportamos la mancha de genocidas, aguantamos la falacia de "La Invencible", ignoramos el desastre de la Contra-armada inglesa o la gesta de Cartagena de Indias, insultamos a una reina, la Católica, que en cualquier otro país sería un mito u olvidamos a nuestros héroes. Tal vez sea porque, como nos dijo en su día historiadorairado -cuánto echo de menos sus intervenciones- sería como predicar en el desierto, que en España no vende eso del orgullo español, su Imperio ni sus gestas, su esplendoroso pasado, también con sombras, pero sin duda con muchas más luces, porque a la progresía -incluyo a peperos- lo que le va es poner el culo en pompa al islam, inmortalizar a trileros -que se aterrorizarían con solo oir el sonido de un pedo de un soldado español- como Arana o Companys o inventarse países y situaciones ficticias. Pero sobre todo, a la progresía le gusta vivir del cuento, y no podrían vivir de él si los españoles conociéramos lo gloriosa de nuestra historia y la grandeza de nuestros antepasados. No es por nada, podríamos comparar lo que tuvimos y lo que tenemos. Y está claro quiénes pierden.
Pero vamos, volviendo al hilo, me reafirmo: la decadencia del imperio español no la marcó Rocroi. La marcó su escasez de gente, la distancia de sus dominios, el agotamiento de tanta guerra en tantos frentes y el amariconamiento de soberanos y nobleza.
Y perdón por el tocho.
vandalo- Cantidad de envíos : 317
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