El anticatolicismo de Adolf Hitler

Vamos a examinar lo que Hitler decía sobre la Iglesia Católica, por ejemplo, en algunas de sus conversaciones con Hermann Rauschning. A pesar de las muchas mentiras vertidas sobre la relación entre Hitler y la Iglesia Católica, ésta constituyó siempre un dolor de cabeza para el Führer. Como todos los totalitarismos, Hitler intentó destruir a la Iglesia Católica, empezando por la alemana. Recordemos, brevemente, que el Papa Pío XI condenó el nazismo, doctrina política de signo totalitario y racista que lideró Adolf Hitler en Alemania. El enfrentamiento entre el nazismo y la Iglesia Católica se inició ya en 1933, al condenar con valentía la jerarquía católica las horrendas leyes nazis sobre esterilización de ciertos grupos sociales, y se agravó al comenzar la persecución contra los judíos, a la que también se opuso. Este enfrentamiento continuaría en los siguientes años. Recordemos que existen indudables paralelismos entre la política seguida por Hitler y el nazismo totalitaria, con la seguida en la actualidad por el totalitarismo demoliberal (indudablemente de cuño progre-masónico. Hoy día sin duda alguna se necesita cuanto antes buscar la separación de la Masonería y el Estado), por ejemplo, la intervención del Estado en la educación de los hijos (Hitler incluso quiso abolir las clases de religión y dar una formación del espíritu nacionalsocialista, con la idea de que es el Estado el que debe educar a los jóvenes y no los padres, algo recurrente en tods los totalitarismos. ¿A qué me recordará esto?) o el hecho de querer relegar a la Iglesia a la esfera de lo privado, así como la obsesión de borrar del ámbito de la vida pública a los crucifijos, entre otras cosas. Incluso las políticas eugenésicas nazis (a su vez deudoras en gran medida de políticas eugenésicas ya iniciadas en Alemania en la época de la República de Weimar) bebían en gran medida de algo que se promovía, financiaba, etc... en gran medida en los democráticos Estados Unidos o en Gran Bretaña, y hoy, si bien, se siguen unas políticas de eugenesia que poco o nada tienen que envidiar a las del 3º Reich. Así pues, el Papa Pío XI decidió redactar y publicar en alemán su encíclica Mit brennender Sorge, de 1937, donde condenaba sin paliativos la entraña doctrinal totalitaria y racista del nacionalsocialismo alemán. Con plena razón podría decir su sucesor, el Papa Pío XII en 1939, aludiendo a este valiente documento de su predecesor: “Nadie podría acusar a la Iglesia de no haber denunciado y señalado a su tiempo el verdadero carácter del movimiento nacionalsocialista y el peligro en que él ponía a la civilización cristiana”.

Así nos lo demuestra Hermann Rauschning en su libro de 1939 «Hitler me dijo...», obra tristemente descatalogada en la actualidad. Rauschning, terrateniente de familia militar prusiana, fue nazi de 1926 a 1934. Arrepentido del nazismo, escribió sobre las ideas de Hitler. En el capítulo VII, titulado "El Anticristo", recoge una conversación con el dictador acerca de la Iglesia Católica y lo que pensaba sobre ella.

Algunas de las citas que muestran el pensamiento de Hitler en relación al catolicismo son, por ejemplo, las siguientes:

«¿Las religiones? Tanto valen unas como otras. Ninguna tiene porvenir, para los alemanes cuando menos. El fascismo puede, si quiere, hacer su paz con la Iglesia. Yo haré lo mismo. ¿Por qué no? Ello no me impedirá en absoluto extirpar el cristianismo de Alemania. Los italianos, gentes candorosas, pueden ser al mismo tiempo paganos y cristianos. Los italianos y los franceses, si radican en el campo, son paganos. Su cristianismo es superficial, epidérmico. Pero el alemán es distinto. Toma las cosas en serio: es cristiano o pagano, pero no ambas cosas. Por otra parte, como Mussolini nunca hará de sus fascistas héroes, poco me importa que sean paganos o cristianos.

Para nuestro pueblo, por el contrario, la religión es una cuestión capital. Todo depende de saber si permanecerá fiel a la religión judeocristiana y a la moral servil de la piedad, o si tendrá una fe nueva, recia, heroica, en un dios inmanente, en la Naturaleza inmanente, en la nación misma, en un dios inseparable de su destino y de su sangre.».

«Dejemos a un lado las sutilezas. Que se trate del Antiguo Testamento, o del Nuevo, o de las solas palabras de Cristo, como quiere Houston Stewart, Chamberlain, todo ello no es más que un solo y mismo bluf judaico. ¡Una Iglesia alemana! ¡Vaya una broma! Se es o bien cristiano, o bien alemán; mas no se puede ser ambas cosas a la vez. Podréis expulsar a Pablo de la cristiandad. Otros ya lo hicieron.

Puede hacerse de Jesús una noble figura y negar a un tiempo su divinidad. Es cosa de todos los tiempos. Hasta creo que existen en América y en Inglaterra, aún hoy, cristianos de esa catadura, llamados «unitarios» o algo por el estilo. Todas esas exégesis no sirven propiamente para nada. Por ese camino nunca llegaremos a libertarnos de ese espíritu cristiano que queremos destruir. No más hombres de mirar torcido hacia el «más allá». Queremos hombres libres, que sepan y sientan que Dios está en ellos.».

En esta cita siguiente, Hitler expone algunas de las pautas de su programa anticatólico:

«Y nosotros, ¿qué programa deberemos seguir? Exactamente el de la Iglesia católica cuando impuso su religión a los paganos: conservar lo que puede conservarse y reformar lo demás.

Por ejemplo, la Pascua no será ya la Resurrección; será la eterna renovación de nuestro pueblo. Navidad será el nacimiento de nuestro Salvador, es decir, del espíritu de heroísmo y de manumisión.

¿No creéis que profesarán así nuestro dios en sus iglesias esos sacerdotes liberales, que ya no tienen creencia alguna y que ejercen una mera función? ¿No reemplazarán su cruz por nuestra cruz gamada?

En lugar de celebrar la sangre de su Salvador de antaño, celebrarán la sangre pura de nuestro pueblo; harán de su hostia el símbolo sagrado de los frutos de nuestra tierra alemana y de la fraternidad de nuestra grey. Claro que sí, yo os lo aseguro: comerán ese pan, y entonces, Streicher, se llenarán de nuevo las iglesias. Si lo queremos, será nuestro el culto celebrado. Pero aún es temprano para esto.»

«Por el momento, puede permitirse que las cosas sigan su curso. Mas eso no durará. ¿Para qué una religión unitaria, una Iglesia alemana, desvinculada de Roma? ¿No ven que todo ello está superado? ¡Cristianos alemanes, iglesias alemanas, cristianos cismáticos! Todo eso sabe a viejas historias. Bien sé lo que debe fatalmente suceder, y llegado el momento favorable, ya nos encargaremos de que suceda así. Sin religión propia, el pueblo alemán no puede tener estabilidad. ¿Cuál será esa religión? Nadie lo sabe de momento. Lo presentimos, nada más».

«(…) esos profesores y esos ignorantes, constructores de mitos nórdicos, no nos sirven para nada. Estorban mi acción. Me preguntaréis por qué los tolero. Porque contribuyen a la descomposición, porque provocan desorden, y porque todo desorden es creador. Por vana que sea su agitación, dejémosles hacer, ya que nos ayudan a su manera, lo mismo que los curas. A unos y a otros los obligaremos a destruir por dentro sus religiones, vaciándolas de toda autoridad y todo contenido viviente, sin que subsista más que un vano ritual de frases huecas ».

Es realmente curioso como mucha de las medidas preconizadas por Hitler para acabar con ella, se siguen aplicando hoy en nuestra sociedad posmoderna. O no tanto, si se piensa más detenidamente. En fin, continuemos.

Hitler le reconocía un gran valor a la Iglesia católica. Él fue católico antes de convertirse en nazi y eso le daba, a su entender, una ventaja sobre Otto von Bismarck (que había sido canciller de Prusia en la década de 1860 y, tras la unificación de Alemania, casi las dos primeras décadas de vida del nuevo Estado alemán unificado), que era protestante, y por eso fracasó cuando aplicó su Kulturkampf (que en España se tradujo en una gran germanofilia, durante el gobierno de Bismarck, por parte de liberales, republicanos y masones, que mostraban abiertamente en su prensa de la época su entusiasmo por la nueva Alemania): 

«La Iglesia católica es una gran cosa. No por nada ha podido mantenerse durante dos mil años. Nos da una gran lección que aprender. Tal longevidad implica inteligencia y gran conocimiento de los hombres. ¡Oh, esos ensotanados conocen bien el corazón humano y saben exactamente dónde les aprieta el zapato! Pero su hora pasó. Ya lo saben bien. Tienen bastante entendimiento para comprenderlo y para no dejarse arrastrar al combate. Si, a pesar de ello, se les antojara entablar la lucha, no haría ciertamente de ellos mártires. Me contentaría con denunciarlos como vulgares criminales. Les arrancaré de la cara su máscara de respetabilidad. Y si esto no bastare, los tornaré ridículos y despreciables.

Haré filmar escenas que contarán la historia de los hombres negros. Entonces se podrá ver de cerca el cúmulo de locura, de egoísmo sórdido, de embrutecimiento y engaño que es la Iglesia.

Se verá cómo sacan dinero de cada país, cómo rivalizaron en avidez con los judíos, cómo favorecieron las prácticas más vergonzosas. Organizaremos el espectáculo de tal manera excitante, que todo el mundo querrá verlo, y habrá largas colas a las puertas de los cines. Y si los cabellos se erizan sobre la cabeza de los burgueses devotos, tanto mejor. La juventud será la primera en seguirnos. La juventud y el pueblo.

En cuanto a los otros, no los necesito. Les garantizo que, si yo lo quiero, aniquilaré a la Iglesia en pocos años, con lo que probaré lo hueco, frágil y engañoso del aparato religioso. Bastará un golpe serio para demolerlo. Los buscaremos por el lado de la rapacidad y de su gusto proverbial por la buena vida. Los emplazo, cuando mucho, para de aquí a algunos años. ¿A qué preocuparnos? Aceptarán todo, a condición de poder conservar su situación material. Sucumbirán sin combatir.

Ya husmean de dónde sopla el viento, pues no son mentecatos, ni mucho menos. Desde luego, la Iglesia fue algo en otros tiempos. En la actualidad nosotros somos sus herederos, porque somos también una Iglesia. Conocen su impotencia. No resistirán. Y si resistieran, nos da lo mismo. Desde el momento en que la juventud está conmigo, me es indiferente que los viejos vayan a enmohecerse al confesionario, si les viene en gana. Para la juventud la cosa es distinta, y ése es asunto mío.»

A raíz de estas palabras, Rauschning recuerda cuando Hitler persiguió «a los sacerdotes católicos por tráfico de divisas o por atentado a las costumbres, a fin de presentarlos a los ojos de la masa cual criminales, quitándoles de antemano la palma del martirio y la gloria de la persecución.»

Para extirpar el catolicismo de las clases campesinas, Hitler pensaba en revitalizar el paganismo que, según él, se encontraba en el sustrato de las creencias de dichas clases:

«Sobre eso edificaremos. Nuestros campesinos no han olvidado sus creencias de otros tiempos; la vieja religión vive siempre. La cubre la mitología cristiana, que al superponérsele, cual capa de hollín, conserva el contenido del envase.»

«Tengo dicho a Darré –prosiguió- que era tiempo de abordar la verdadera Reforma. Darré me hizo proposiciones asombrosas, que aprobé en seguida. Rehabilitaré las antiguas costumbres por todos los medios. Durante la Semana Santa y en las exposiciones agrícolas ambulantes difundiré nuestro credo religioso por la imagen, y de un modo tan expresivo, que el campesino más obtuso comprenderá. No haremos lo que antes: no evocaremos el pasado con cabalgatas y mascaradas románticas. El campesino debe saber lo que la Iglesia le ha hurtado: la intuición misteriosa y directa de la Naturaleza, el contacto instintivo, la comunión con el espíritu de la tierra. Así es como debe aprender a odiar a la Iglesia. Debe aprender progresivamente de qué trucos se han valido los sacerdotes para robarles el alma a los alemanes. Rascaremos el barniz cristiano y volveremos a hallar la religión de nuestra raza. Hay que comenzar por la campiña, y no por las grandes ciudades.

«(…) No vamos a complicarnos en la estúpida propaganda marxista del ateísmo. En las grandes ciudades no queda absolutamente nada. Allí donde todo ha muerto es imposible reanimar nada. Mas nuestros campesinos viven aún sobre un fondo de creencias paganas, y partiendo de ahí podremos evangelizar algún día a las multitudes de nuestras ciudades. Aunque, como es natural, estamos aún lejos de ello.».

Si leemos las ideas de Hitler con respecto a la Iglesia Católica y sus planes para destruirla, desgraciadamente observaremos que están más vigentes que nunca. Repasemos con detenimiento todos sus pensamientos y sus planes para con el catolicismo y veremos que éstos se están llevando a cabo paso por paso, punto por punto... aunque sus agentes, actualmente, no lleven impresa en un brazalete la cruz gamada. Es aterrador observar con qué grado de mimetismo y de meticulosidad, se están haciendo realidad sus planes. Cuán similares son en muchos sentidos las políticas seguidas por el nazismo entonces y por el totalitarismo actual. No hay nada más que mirar a España, a Europa y al mundo. Los planes y los métodos de Hitler para destruir el catolicismo son los que está poniendo en práctica el Nuevo Orden Mundial. ¡Qué razón tenía Hitler cuando dijo: "no vamos a complicarnos en la estúpida propaganda marxista del ateísmo". Esa estúpida e ineficaz propaganda y esas técnicas de los bolcheviques, son las que realmente están muertas. Por el contrario, si repasas las de Hitler y del nazismo (capítulo VII, "El Anticristo", pág. 53 y siguientes...), verás que están más vivas que nunca. En este libro a que hago mención ("Hitler me dijo" - Rauschning Hermann - Google Libros), pese a estar ya descatalogado, puede ser leído por internet. 

Este otro libro, Hitler's Table Talk 1941-1944, Enigma Books, 2000, más concretamente en su página 667, se puede leer lo siguiente:

"..."En España, bajo la dominación de los árabes, la civilización alcanzó un nivel que raramente se ha repetido. La intromisión del cristianismo ha traído el triunfo de la barbarie. El espíritu caballeresco de los Castellanos es efectivamente una herencia de los árabes. Si Carlos Martel hubiera sido derrotado, el mundo habría mudado su faz. Ya que el mundo estaba condenado a la influencia judaica (y su subproducto, el cristianismo, ¡es algo tan insípido!), hubiera sido mejor que triunfara el Islam. Esta religión recompensa el heroísmo, promete a los guerreros la gloria del séptimo cielo", (28/08/1942)"

No deja de ser una interpretación similar (aunque, teóricamente, motivada por razones diferentes) a la de la Historia de la España medieval por parte de los leyendanegristas e hispanófobos, que hoy día es ideología oficial en la (Anti)España de la barbarie juancarlista.

JAJAJAJA, los hipermegachachi de progres del mito del Al Andalus de las tres culturas conviviendo en paz, armonía y haciendo el amor con flores en el pelo, los chicos del Legado Andalusí, ....¡compartiendo opiniones con Adolf Hitler! ¡Es para partirse de risa!
Aunque bien pensado, esa islamofilia suele hacer extraños compañeros de cama. Veáse a los acólitos subvencionados del andalucista y profesor González Ferrín, que han rescatado el delirio pseudohistórico del falangista camisa vieja de Ignacio Olague, que allá por 1969 tuvo una extraña revelación mística que le llevó a negar la invasión musulmana del 711.

Esto explica muchas cosas de aquel individuo... su único dios era él mismo. Y hace poco fui desgraciado testigo de lo diabólicos que todavía son los nacionalsocialistas. Entré en un blog, por suerte hoy desaparecido, denominado Coordinadora Fascista de España, que no era laicista, sino más bien abiertamente anticristiano. 

En el blog se decían cosas como que ningún catolicismo sería apoyado "por el nuevo estado nacionalsocialista", que los católicos seriamos reducidos a ciudadanos de segunda hasta que "la religión desapareciera de España" y que construirían una "España fascista, nacionalsocialista, eugenésica, racista" y no-sé-qué-tonterías-más. Un blog satánico.

No he leído el artículo, pero dudo que Hitler fuese anticatolico cuando él llegó al poder gracias a apoyo de los católicos de Alemania que eran un 20% de los alemanes y que su Austria natal es de mayoría católica.
Aparte, que el Vaticano apoyaba a Hitler, estos tocaban las campanas y no por la paz, sino por las victorias de Alemania en la guerra y fueron ellos los que ayudaron a los nazis a huir de las represiones de los vencedores.

Hitler era anticatólico y antitodo lo que le ponía trabas a su dictadura naci, las campanas de todos los paises tocan de alegría cuando sus soldados ganan alguna batalla y más en el contexto de aquellos tiempos.
El Nacionalsocialismo era anticomunista y por eso al principio tuvo las simpatía de algunos miembros de la Iglesia Católica, pero cuando empezó a   asesinar judíos y a todo el que se le oponía, a los católicos se le abrieron los ojos y dejaron de apoyarlo, protegiendo a judíos y demás víctimas.

He encontrado estos vídeos...

Estos catolicismos suenandemasiado a religión de conveniencia para arrastrar a las personas a sus fines.

Hacer pensar escribió:Hitler era anticatólico y antitodo lo que le ponía trabas a su dictadura naci, las campanas de todos los paises tocan de alegría cuando sus soldados ganan alguna batalla y más en el contexto de aquellos tiempos.
El Nacionalsocialismo era anticomunista y por eso al principio tuvo las simpatía de algunos miembros de la Iglesia Católica, pero cuando empezó a   asesinar judíos y a todo el que se le oponía, a los católicos se le abrieron los ojos y dejaron de apoyarlo, protegiendo a judíos y demás víctimas.

censurado:

  MD:el negacionismo esta prohibido en este foro  

Prueba es que los nazis respetaba los templos católicos y cristianos, y que estos ayudaron a los nazis a huir de los vencedores.

De hecho cuando el papa Pablo II visitó Auzwitch, había una placa que decía que allí fueron asesinaos 4 millones de judíos , solo judíos, nada de gitanos, polacos, rusos, etc... que decía que eran otros tantos, algo matematicamente imposible.

Luego Benedicto XVI fue a la misma placa y ponía que fueron asesinaros 1,5 millones de judíos, en un plis plas  han rebajado la cifra, pero el mito de los 6 millones aun sigue.

Y ahora se dice que murieron unas decenas de miles, de las más diversas causas, que poco menos de la mitad eran judíos y que encima ninguno de ellos fue gaseado.

1. En contra de lo expuesto por juanma breda, el nacional-socialismo encontró mayor apoyo en los landers de mayoría protestante, y mayor resistencia en los de mayoría católica. Los nazis no consiguieron ganar en las regiones de mayoría católica como Baviera o Renania. El triunfo de Hitler se alcanzó sobre todo en las zonas de mayoría protestante, es decir en el centro, norte y este de Alemania (Prusia, Hannover, Sajonia, etc.); y esto último no tanto por tratarse de protestantes sino más bien por lo avanzado que se encontraba el proceso de descristianización entre su población.
   
2. En contra de lo indicado por juanma breda, Hitler llegó al poder no gracias a los católicos sino A PESAR DE los católicos. La Iglesia Católica de Alemania, ya desde 1930, tres años antes de que Hitler y su NSDAP alcanzaran el poder, venía condenando el ideario nacional-socialista, como algo intrínsecamente incompatible con el universalismo y el mandamiento del amor del catolicismo.
   
3. Si salvar a 800.000 judíos de las garras del nazismo es “apoyar a Hitler”, ¿qué hizo entonces el resto del mundo? La Iglesia fue la que más vidas salvó en el genocidio nacional-socialista. ¿Eso es “apoyar a Hitler”? La condena explícita del nazismo y su paganismo en la Encíclica “Mit Brenender Sorge”, en 1937, cuando el resto del mundo o aplaudía o callaba ante el nazismo, ¿eso es apoyar a Hitler? La existencia de miles de mártires católicos asesinados por los verdugos nazis, ¿es prueba de apoyo a Hitler?  Citemos algunos de ellos: Edith Stein (beatificada en 1987 y canonizada en 1998), religiosa carmelita de origen judío muerta en las cámaras de gas de Auschwitz, (1942); Maximiliano Kolbe (beatificado en 1971 y canonizado en 1982), franciscano polaco que murió en Auschwitz (1941) al cambiar su vida por la de un padre de familia; Bernhard Lichtenberg (beatificado en 1996), sacerdote en Berlín, se hizo famoso a causa de sus oraciones en público por los judíos, protestó contra el asesinato de discapacitados (campaña de eutanasia), fue enviado al campo de concentración de Berlín-Wuhlheide y posteriormente trasladado a Dachau, muriendo de camino en un vagón de ganado; Rupert Mayer (beatificado en 1987), jesuita alemán, fue uno de los primeros en advertir el anticristianismo del movimiento hitleriano ya en 1923, perseguido por la Gestapo, sufrió el internamiento en el campo de concentración de Sachsenhausen; o Kart Leisner (beatificado en 1996), seminarista alemán (sector social este, el de los seminaristas, muy perseguido por los nazis), enviado al campo de concentración de Dachau (1940) donde, clandestinamente, fue ordenado sacerdote de manos de un obispo francés también prisionero, y donde celebró su única misa.
   

¿Todos estos “apoyaron a Hitler”? ¿La Iglesia les condenó o, antes al contrario, les apoyó en todo momento en un sacrificio coherente con su Fe Católica?
 
Por lo visto, hay quien todavía se traga la leyenda negra elaborada desde los despachos de la KGB soviética hace muchas décadas.

Sobre el supuesto apoyo de la masa popular católica alemana al nazismo. Hay dos mapas que gráficamente ilustran cuán falso es tal afirmación.

El primer mapa indica el porcentaje de presencia de católicos por zonas de Alemania de acuerdo al censo alemán de 1934, a más oscuro, mayor porcentaje de católicos:



El segundo mapa indica el porcentaje de votos, por áreas geofráficas, de votantes del Partido Nazi sobre el total de los votantes, en las elecciones legislativas alemanas de 1932, a más oscuro, mayor proporción de votantes del Partido Nazi sobre el total de los votantes:



Más claro, el agua.

Además de lo que comenté más arriba, se puede decir, de forma más general, que la historia del nazismo en general está trufada de persecución a los católicos. El problema es que, igual que en los regimenes comunistas, se les enviaba a presidio so capa de acusaciones de conspiración contra el Estado y cosas parecidas. Cuando se produjo el Anschluss en que Alemania se anexionó Austria (nación también católica), en el Tirol detuvieron ese mismo día a centenares de líderes de comunidades católicas con el pretexto líndisimo de "por su propia seguridad". Esto lo puedes ver en cualquier hemeroteca de la época, en los propios diarios alemanes o austríacos, por ejemplo. Y la persecución nazi a la Iglesia Católica en Polonia fue tan severa como fue la persecución a la Iglesia en la zona soviética del país, cuando éste (Polonia) se hallaba ocupado por ambas dos potencias totalitarias, que se habían repartido Polonia a través del llamado pacto Molotov-Ribbentropp (por los nombres de los Ministros de Asuntos Exteriores de ambos Estados en el momento de la firma del pacto).

(No sé muy bien cuál ha sido la unidad básica de división territorial que ha empleado estos mapas, por desgracia).

Seguimos leyendo las ideas del nazismo en torno al tema que estamos tratando (citas extraídas de las fuentes que he expuesto en mis anteriores mensajes):

«...deben saber lo que la Iglesia les ha hurtado: la intuición misteriosa y directa de la Naturaleza, el contacto instintivo, la comunión con el espíritu de la tierra» 

(Esta es pura doctrina new-age masónico-progresista, amén de ser también una puerta abierta a todos las creencias del ecologismo progre y antihumano moderno. Casi pareciera que progres, masones y demás hallan copiado al dedillo las ideas de Hitler en torno al catolicismo).

Si es que Hitler hoy en día sería considerado por muchos, tal y como ocurría en su época (en que Hitler y parte de sus políticas, como su anticatolicismo y sus aberrantes políticas eugenésicas, eran apoyados por buena parte de la progresía internacional. Aunque luego la propaganda trate de difuminar estos hechos históricos y de ennublecerlos), si no fuera por los prejuicios existentes hoy en día, como un auténtico progre, y no sin razón. De hecho, hasta Gandhi se carteaba con él, llamándole afectuosamente "su amigo...". No sé por qué la progresía gusta tanto de repartir epítetos tales como los que todos conocemos a todos los que no pensamon como ellos. Quizás debiéramos ser, nosotros, los católicos quienes, al oírles defender con tanto aplomo eugenésico el crimen del aborto, sus posiciones contra el catolicismo, las doctrinas new-age, tan de moda, sus feminismos de género y el ecologismo antihumano, los que debiéramos acusarles, con toda la razón del mundo, diciéndoles que sus creencias ideológicas, son prácticamente idénticas en muchas cosas importantes a las que también tenían los criminales del nazismo. A mí, al menos, me parecen casi idénticos, a medida que voy leyendo sobre este tema.

¿Y qué decir de gobiernos, industrias cinematrográficas y medios de comunicación? (por poner algunos ejemplos). A éstos, habría que leerles lo que, el señor Hitler, continuaba diciendo: 

«Así es como debe aprender a odiar a la Iglesia (.../...) Haré filmar escenas que contarán la historia de los hombres negros (los sacerdotes católicos). Entonces se podrá ver de cerca el cúmulo de locura, de egoísmo sórdido, de embrutecimiento y engaño que es la Iglesia. Se verá cómo sacan dinero de cada país, cómo rivalizaron en avidez con los judíos, cómo favorecieron las prácticas más vergonzosas. 

Organizaremos el espectáculo de tal manera excitante, que todo el mundo querrá verlo, y habrá largas colas a las puertas de los cines. Y si los cabellos se erizan sobre la cabeza de los burgueses devotos, tanto mejor. La juventud será la primera en seguirnos. La juventud y el pueblo». 

(Esta técnica de inducción al odium fidei resulta ser, milimétricamente, la misma técnica que siguen todos los que nos gobiernan, de una manera u otra, hoy en día. Con el enfervorizado apoyo de los progres).

Casi pareciera que los elementos citados antes de la última cita hitleriana que he expuesto tuvieran, en la actualidad, el ideario anticatólico y el modo de hacer propaganda de los nazis como uno de sus principales, cuando no el principal, a la hora de escribir los guiones de sus series y sus películas.