La farsa dentro de la farsa . Pío Moa.

Diada: la farsa dentro de la farsa/ Diez años de "Los mitos del la Guerra Civil"
"Los mitos de la Guerra Civil", nunca rebatido, sigue siendo un texto básico para entender aquella contienda.


Pocas cosas revelan mejor el fraude del separatismo catalán y la inanidad de la respuesta a él, que la Diada en honor de Casanova. La inventaron con su carácter actual, a principios del siglo XX unos personajes algo perturbados por una combinación de manías de grandeza y victimismo enfermizo. Hasta hicieron correr el rumor de que Casanova, separatista héroe de las “libertades catalanas”, había muerto heroicamente en el sitio de Barcelona, luchando por el Archiduque –que para más absurdo, ya había renunciado entonces al trono de España--. Pero Casanova refleja muy bien la realidad de la época. La sociedad catalana estaba dividida entre partidarios del Austria y del Borbón, aunque la especial inquina de los catalanes a Francia hacía que la mayoría prefiriese al primero. Así Casanova, que no murió, sino que escapó disfrazado y tiempo después fue perdonado, vivió y prosperó bajo Felipe V, igual que toda Cataluña. Lo que llaman “libertades catalanas” eran unas leyes oligárquicas extraordinariamente opresivas para el campesinado y el pueblo llano en general, y su fruto habían sido guerras civiles, bandolerismo y el estancamiento de la región. Su abolición, precisamente, permitió a Cataluña rehacerse y prosperar como no lo había hecho desde el siglo XIV, integrada en el mercado hispano y americano. En fin, como acaba de recordar una descendiente de Casanova, este era un patriota español, igual que la inmensa mayoría de los catalanes a lo largo de los siglos. Su elección como héroe y mártir, insisto, no podría condensar mejor toda la falacia del separatismo.

Siendo así, ¿cómo es posible que la farsa haya ido a más desde la transición? La cosa debe inscribirse en la farsa general de la política española desde que se equiparó antifranquismo a democracia. Con lo cual los comunistas o los terroristas separatistas de la ETA serían los modelos democráticos por excelencia, pues otra oposición real no tuvo el franquismo. Dentro de esa bufonada, la victoria es de quien grite más. El fraude de Casanova ha sido denunciado muchas veces, pero esas voces apenas han logrado hacerse oír en medio de la algarabía separatista. Porque, al revés que esta, no han recibido el menor apoyo de unos gobiernos llamados españoles sin serlo más que de nombre. 

En fin, Zapatero tuvo la enorme suerte de disfrutar de la “oposición” de Rajoy. Suerte compartida hoy por Mas.

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Diez años de “Los mitos…”

Hace diez años publiqué Los mitos de la Guerra Civil. Desde el primer momento se vendió muy bien, quizá por lo afortunado del título o porque mucha gente estaba harta de las versiones al uso. Y la difusión se aceleró cuando Dávila me entrevistó en TVE2.

Fue como una piedra caída en un estanque. Los partidos de izquierda y separatistas llevaban muchos años de triunfo en triunfo con sus interpretaciones de la contienda, y las iban oficializando políticamente mediante condenas a unos y reivindicaciones de otros en las Cortes, en gobiernos regionales y ayuntamientos, en libros, congresos, exposiciones itinerantes, artículos divulgativos, películas, etc. Habían logrado marginar obras valiosas de distinto carácter, como las de los hermanos Salas Larrazábal o Ricardo de la Cierva. Y de pronto se difundía extraordinariamente una obra de síntesis que, de forma clara y pedagógica, ponía al descubierto las falacias y errores de aquella historiografía “progresista”, a menudo subvencionada y aspirante a imponerse desde el poder. Cuyo origen, casualmente, se encontraba en el stalinista Tuñón de Lara, muy publicado y leído ya en el franquismo. 

No es de extrañar que el libro y la entrevista de Dávila desataran las cóleras de la izquierda y los separatistas –casi siempre van juntos, significativamente--. Cóleras muy reveladoras, por lo demás. Dávila fue insultado de forma soez por los sindicatos de TVE, en carteles amenazantes.Una delegación de la honrada UGT fue al Congreso a protestar por la entrevista. En El País, Javier Tusell clamaba contra el desafuero: los medios de masas no debían dar publicidad a obras como Los mitos, debían reservarse, claro, para las del propio Tusell y los de izquierda. Naturalmente, mi carta de réplica no fue publicada por aquel periódico, adalid de la democracia y la honestidad intelectual. Fue solo el comienzo. Intelectuales “progresistas” y políticos lanzaron una campaña en el mismo sentido: libros como los míos no debían permitirse, o al menos no debían recibir atención alguna en los medios. ¿Por qué? Porque eran “neofranquistas”, “revisionistas”. Empleaban este término en el sentido que se le daba en Alemania con respecto al nazismo, como si Franco y Hitler fueran equiparables en algún aspecto importante. El palabro sugería la idea de prohibir tales libros o incluso encarcelar al autor, como había ocurrido en Alemania –pero no en Usa o en Inglaterra-- con algunos que negaban el Holocausto.

En realidad, la revisión es un criterio básico en toda investigación intelectual, y el problema real que tenían aquellos historiadores y políticos era su incapacidad para rebatir ni un solo punto clave de mi obra: ni la concepción general sobre el origen de la contienda, ni la supuesta matanza de Badajoz, ni Guernica, ni la conducta del Frente Popular con sus persecuciones y luchas entre sus miembros, ni el expolio sistemático acometido por Negrín y los suyos, y así un largo etcétera. Llovieron los insultos, las acusaciones gratuitas, las amenazas, muchos profesores prohibían a sus alumnos citarme… Luego adoptaron una pose  cómica: no debatían conmigo porque yo no era un historiador “de verdad”, como ellos. Pero vaya si intentaron polemizar, aunque  poco racionalmente. Con Reig Tapia como punta de lanza, publicaron dos libros bastante gruesos para refutarme y solo lograron quedar más en evidencia (les respondí en una serie de 15 artículos en Libertad Digital). Por otra parte, Stanley Payne les incitó con palabras muy razonables, a dejar aquellas posturas, más propias de una mentalidad stalinista, y debatir con un poco de racionalidad y estilo democrático. En vano. Añadamos que  historiadores e intelectuales de derecha callaron ante tales conductas, no sé si por estar intimidados o por espíritu corporativo. Conviene recordar los hechos, porque retratan una lamentable mediocridad intelectual y moral demasiado extendida en nuestrosmedios intelectuales.

A pesar de todo ello, Los mitos de la GuerraCivil ha sido probablemente el libro de historia más vendido en estos diez años, lo cual no significaría demasiado si no se mantuviera por así decir invicto. Sus tesis no han sido refutadas en  nada importante, y por consiguiente la obra permanece como un texto básico para entender la guerra civil, sus causas y consecuencias. Aquel conflicto no es una simple curiosidad histórica, pues de él procede la paz más larga que ha vivido España en dos siglos, así como el régimen autoritario de Franco y la democracia: el falseamiento de la guerra civil trae consigo el falseamiento de nuestra democracia, tan dañada, precisamente, por el antifranquismo. Y de nada valen consignas vacuas como “mirar al futuro”. Porque del pasado podemos aprender mucho y del futuro, nada.

Me vienen preguntando algunos cómo adquirir el libro.  Diez años después,  se encuentra en pocas librerías, pero creo puede encargarse en cualquiera. Y no ha perdido nada de su valor historiográfico.

Hacer pensar escribió:En fin, como acaba de recordar una descendiente de Casanova, este era un patriota español, igual que la inmensa mayoría de los catalanes a lo largo de los siglos. Su elección como héroe y mártir, insisto, no podría condensar mejor toda la falacia del separatismo.

Creo que éste vídeo que voy a enlazar a continuación debe ser el vehículo mediante el cual una persona descendiente de Casanova (doña Pilar Paloma de Casanova y Barón) nos recuerda la verdad (de forma demasiado poco breve y exhaustiva para mi personal gusto, aunque esto solo es una opinión) sobre esta figura histórica, es decir, el recordatorio al que hace mención el autor del artículo en este pasaje del mismo que he citado. Espero que no queden dudas de qué papel jugó realmente Casanova y quién fue realmente, frente a la gran mentira del separatismo catalán.

En relación al tema de fondo, el 10 º aniversario de la publicación de la famosa obra de Pio Moa, basta con ver los espumarajos de odio que corren por el youtube para entender el efecto eléctrico que esa obra generó en su momento. Era romper un dogma sacrosanto de casi 30 años, que hasta entonces permanecía oculto, sotto voce.