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La demolición del progresismo
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Foro 1492 :: FOROS :: FORO DE POLITICA
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La demolición del progresismo
http://www.elmanifiesto.com/articulos.asp?idarticulo=3937
Contra el Imperio del Bien
Philippe Muray y la demolición del progresismo
RODRIGO AGULLÓ
Cuando los castradores pasan por liberadores
Las sociedades post-históricas se caracterizan por un odio –rayano en lo patológico– por el Patriarcado como configuración arquetípica de los tiempos históricos, que se identifica además con el orden arcaico de diferenciación entre los sexos. Una diferenciación que se ve asimilada a los vestigios de la soberanía masculina y del antiguo régimen machista. La supresión de todo principio de contradicción exige eliminar ese antagonismo básico, esa vieja distinción sexual que era “demasiado ofensiva, demasiado constatable, demasiado cargada de sentido”. Homo Festivus cultiva un ideal unisex. Y en los tiempos hiperfestivos la figura del Paterfamilias no tiene otra asignación que la de convertirse en residuo naftalinoso o clown irrisorio, abocado a su reeducación por las Madres y por los Niños –dos figuras dominantes en el orden simbólico de los tiempos post-históricos.
Las formas hegemónicas de producción de lo social concurren a realizar un ideal andrógino conforme a la idea de que todo sujeto porta en sí una “bisexualidad variable”, y de que en cualquier caso el ser “hombre” o “mujer” son roles socialmente inducidos, susceptibles de ser re-fijados en cualquier estadio de la vida. La invención estadounidense de la ideología de género acude al rescate para decir que la vieja humanidad estaba equivocada al creer que sus miembros podían definirse en función del sexo. Lo que procede es definirse en función del género, masculino o femenino a gusto del consumidor. ¡Basta ya de ese insoportable escándalo de naturaleza que consiste en no poder elegir el sexo! Los transexuales son portadores de un mensaje de esperanza para la humanidad. La liquidación de los viejos roles sexuales no puede reducirse al ámbito de lo social –maternalización de los padres, virilización de las mujeres–, sino que debe extenderse al plano psicosomático: la nueva moral impele a los hombres a “dejar hablar al lado femenino”, el mercado les anima a repulir su aspecto, y el sacrosanto principio de transparencia les exhorta a “reconocer la bisexualidad latente” cuando no a “salir del armario”. La “bisexualidad psíquica infantil” será cuidada como delicada planta por una pedagogía que se apresurará a erradicar cualquier brote considerado “homófobo”, y los juguetes considerados “sexistas” serán prohibidos. Tal vez, al cabo de una o varias generaciones, se habrá conseguido olvidar de una vez por todas la antigua y maldita división de sexos.
Esta abolición de la distinción sexual –en realidad una des-sexualización en toda regla– se acompaña de dos fenómenos a los que Muray reserva sus críticas más acerbas: la feminización y la infantilización del cuerpo social. El niño es el Rey de los tiempos post-históricos. Desde el momento en que el pasado se condena en su conjunto, la ventaja del adulto sobre el niño desaparece, y es el niño, la inocencia, el que pasa al primer plano. En la publicidad y en el cine es el niño el que siempre sabe lo que hay que hacer, el adulto –sobre todo el padre– aparece como “un imbécil inadaptado al que sólo se tolera si se pliega a las reglas de los niños que evolucionan bajo el ojo tierno de las mamás-todo amor.”[1] Toda la post-historia es una regresión a la infancia, y Homo Festivus es un niño consentido al que hay que organizar distracciones para que no se aburra. Los niños viven en un eterno presente, son los mejores consumidores y tienen todos los derechos. La maternidad-mundo –señala Muray– se encarga de convencernos de que somos niños irresponsables rodeados de programas higienistas, caritativos, humanitarios, protectores, y de que no tenemos otra cosa que hacer que flotar como fetos andróginos en la música del hiperfestivismo como en el baño matricial de los orígenes.
Lo más curioso es que, para algunos cerebros hibernados en la mitología sesentayochista, esta des-sexualización inducida todavía se considera una sublevación heroica, una batalla a muerte contra el puritanismo y la reacción. Cuando se trata precisamente de lo contrario: de la destrucción de la antigua libido –considerada como negativa, jerarquizante y conflictiva– y de su sustitución por un sistema de asepsia absoluta. Llegamos al mundo del “Progenitor A, Progenitor B”, al mundo donde para evitar “traumas” se reclama la supresión de la mención “sexo” de los papeles de identidad, a un mundo en que el auto-engendramiento y la clonación son perspectivas reales. Y en el que el sexo entendido como actividad higiénica y cuasi-deportiva marca el fin del erotismo. El sexo es omnipresente, pero los sexos desaparecen. Un solo sexo, el mismo para todos. El sexo como consumo, el placer como obligación. No ocultar nada, mostrarlo todo. Es el reino de la Transparencia total, el fin de la porosidad de la vida. ¿Qué queda del antiguo libertinaje –de aquella parte maldita hecha de claroscuros y de penumbras? El Imperio del Bien alcanza cotas que ni el viejo puritanismo religioso llegó a soñar. [2]
El escritor Philippe Muray es un sujeto histórico extraviado en la post-historia, es un sujeto sexual que describe la desaparición de la sexualidad. Y esa descripción es una llamada implícita a recuperar “ese punto fundamental del equilibrio humano: la relación humana franca, y tradicional porque histórica, es decir real, entre el hombre y la mujer –sabiendo que la mujer desea al hombre que desea a la mujer que a su vez desea al hombre como un hombre, y no como una mujer.”[3] Restaurar la sexualidad sería una forma de reconquistar lo real, de restaurar la Historia.
El progresismo y sus cipayos
Muray está muy lejos de ser un polemista. No aspira a emprender un diálogo, a intercambiar ideas, a debatir. Mucho menos a convencer. Para él la actividad literaria es sólo un medio de restaurar su distancia frente al mundo moderno. Porque la catástrofe no tiene remedio, la liquidación de la vieja humanidad y las viejas condiciones de vida es irreversible. Y si hay un enfrentamiento, no es entre conservadores y progresistas, sino entre las diversas facciones que, dentro de la modernidad, mantienen la ficción de que la Historia continúa. Moderno contra Moderno, esa es la realidad. Su tarea hercúlea consiste en elaborar una recensión minuciosa – a través de la sátira, la literatura y la sociología – de los dogmas y aberraciones de un mundo que pretende extirpar toda negatividad e instaurar una visión arcangélica de lo real. Entresacamos algunos retratos de los diferentes rostros de Homo Festivus.
El rebelde
Para Muray es muy fácil reconocer a un “rebelde”: es el que siempre dice ¡sí! a todo lo que, de un modo u otro, se le propone como “nuevo”. Eso es lo poco que Homo Festivus ha retenido del marxismo: la creencia enternecedora en que “lo nuevo es invencible”, que el futuro es para él y que el viento de la Historia sopla en sus velas.
En los tiempos hiperfestivos la transgresión, lo subversivo y lo “políticamente incorrecto” están en el puente de mando. Y así se impone “la Cultura como consenso anticonsensual, la transgresión como rutina artística, la subversión como subvención y la provocación como paquete-regalo en todas las buenas causas mediáticas que son presentadas como conquistas radiantes, pero también peligrosas, del espíritu”.[4] La transgresión como nuevo academicismo aspira a mantener la ilusión de “ruptura”, de continuidad de los tiempos históricos: “la ficción de lo negativo se manifiesta por un elogio continuo de todo lo que antes se manifestaba como negatividad, como combate contra el Orden moral. Pero desde el momento que todo el mundo se pretende subversivo, ya no hay subversión. Si todo el mundo se aparta de la norma, esa norma es puramente ilusoria. La ruptura reemplaza a la norma, y el conformismo toma la máscara de la subversión”[5].
Para Muray el fin del mundo consiste en el fin de la dialéctica real y en su sustitución por parodias más o menos conseguidas. Los rebelócratas son los grandes figurantes de esa parodia. Pero es una parodia en la que ya nadie cree. En un mundo sin alteridad, sin enfrentamientos, sin posibilidades múltiples, es decir, sin negatividad, las palabras subversivo, transgresor, iconoclasta o provocador son vocablos que han conservado tanto poder de mordiente como las encías podridas de un nonagenario.[JRP2]
El artista
Ejemplo más nítido de la subversión de cartón piedra, el artista “reclama no sólo el derecho a la transgresión sin sanción, sino a la institucionalización de la transgresión –y sólo un espíritu de los de antes podría ver la contradicción que ello implica”. La Cultura es uno de esos sustantivos que sobreviven a la transformación de su contenido. Lo que hoy se llama “cultura” es uno de los agentes más eficaces del Bien radical. Y los “artistas” –alegremente asimilados a los “intelectuales”– son los mejor situados para diseminar el imaginario del Bien entre el cuerpo social. Como señala el filósofo Jean Claude Michéa, “el reciclaje de la mitología romántica del artista rebelde permite a todos los artistas oficiales del showbusiness encontrarse en la escena de todos los combates en los que está en juego la defensa del orden económico y cultural que asegure su rentable celebridad”[6]. La “rebelión” es una operación de blanqueo por la cual el capitalismo se rehace una virginidad, lo que a su vez permite reconciliar el nivel de vida burgués con el estilo de vida del artista: el artista se beneficia de las ventajas materiales y morales del conformista, además del prestigio del disidente. “En su boca, la “cultura” y el “arte” sólo sirven para instrumentalizar la historia secular de la conciencia inmaculada de la izquierda – que sólo ahora comienza a verse que no es más que una historia de tartuferías.” El artista es “progre” por definición.
“Nunca antes los artistas habrían pretendido ser los médicos de la humanidad sufriente, los líderes, los comprometidos, los solidarios, los liberadores y los redentores del mundo. Nunca antes se les hubiera ocurrido auto-designarse como conciencia moral perpetua, poco menos que por derecho divino. Nunca antes habrían exigido que los poderes públicos les subvencionen su libertad privada, y que esa subvención tenga que defenderse con uñas y dientes como si fuera una conquista social inalienable. Élite autodesignada, aristocracia ilustrada, su buena conciencia –tan astuta como ingenua – les mantiene en la ilusión de creerse la guía y la conciencia del pueblo”. Muray tiene un nombre para ellos: artistócratas.[7]
El turista
Alguien dijo que el turismo es la industria que consiste en transportar a gente que estaría mejor en su casa a sitios que estarían mejor sin ellos. Para Muray el turista –auténtico Quinto jinete del Apocalipsis de la modernidad– es sin duda alguna el rostro más verídico de Homo Festivus. ¡Buscad al turista y encontraréis la fealdad! “El turismo produce en el espacio lo que la modernidad produce en el tiempo: hacer feo todo lo que fue hermoso, hacer accesible todo lo que era inaccesible, hacer moderno o tourist-friendly todo lo que no lo era”.[8]
El turista es la criatura moderna y festivista por excelencia, porque es el mejor agente de aquello que Braudillard denominaba “el asesinato de la realidad”. Al paso del turista, todo se convierte en simulacro. Todo lo que no es susceptible de ser visitado turísticamente, es decir, todo lo que no se pliega de forma beata a la modernidad inocente e hipersensible, debe ser más pronto que tarde normalizado, aseado y aseptizado para su consumo por Homo Festivus. El turista es el gran museificador de la humanidad. “¿Cómo transformar a los seres parlantes en excursionistas? La gloria de Walt Disney consiste en haber sido el primero que presintió que la Historia terminaba, y que el globo, explorado por entero y visitable por cualquiera, estaba a punto de perder sus últimos atractivos. Ya no hay planeta. Ya no hay Historia. Ya no hay Tiempo. Sólo queda el pasatiempo.”[9]
El gay
Desde el momento en que la homosexualidad se funda en la valoración de lo mismo –o en la devaluación de la diferencia– ello debería ya asegurarle un lugar de privilegio dentro de la mitología festivócrata. De entrada, se presupone que un homosexual piensa –o debería pensar– bien. Pero cuando Muray describe el festivismo gay no trata en modo alguno de denigrar a la homosexualidad en sí –una orientación o preferencia particular merecedora, a lo más, de una perfecta indiferencia–, sino de preguntarse por qué la homosexualidad como militancia necesita poco menos que obtener la ovación admirada de una humanidad agradecida. Lo que nos lleva a eso que denomina la gaytitud, y que consiste en asimilar una orientación sexual particular a una cosmovisión, a una categoría socio-política y a una forma de redención del género humano.
Señala Muray que los gays militantes han sido los más eficaces portavoces en Europa de la ideología correctista norteamericana. Es la cruzada por excelencia de los tiempos hiperfestivos, que –conducida con la buena conciencia a prueba de bomba de todas las víctimas profesionales– para conseguir sus objetivos ha utilizado la provocación, la exigencia de protección, la culpabilización, la persecución, el chantaje y las reivindicaciones particulares camufladas bajo la retórica de la igualdad y de la libertad. Según una lógica binaria –“quien no está con nosotros está en contra”– que ha conducido a una situación inversa a la de hace décadas: la “homofobia” es hoy susceptible de sanción penal, y “homófobo” será todo aquel que presente alguna objeción o que no muestre una aprobación genuflexa ante tan buena causa.
Así resulta extraordinario “verles combatir contra enemigos a los que se oye tan poco, verles denunciar de forma rutinaria los tabúes sobre temas de los que no se cesa de hablar, verles partir en cruzada contra censuras que nadie ha visto, verles universalmente aplaudidos por derribar ‘prejuicios sociales’ que no son más que lejanos recuerdos, verles ocupar todo el escenario para denunciar que son ‘rechazados’, verles mantener el fuego sagrado de un combate que encuentra tan pocos opositores.”[10] Y por eso la gaytitud se aferra como a un clavo ardiendo cuando, por ventura, encuentra a un puñado de creyentes en la antigua religión, o a un puñado de sostenedores del viejo mundo que quieran prestarse a jugar el papel de fantoche reaccionario, intolerante y homófobo, y a darle así un semblante de heroísmo a la causa ganada de antemano.
Al gay homofestivo se le debe el impagable invento de la Pride, punto de arranque de la Fiesta moderna, indisociable del movimiento homosexual. Es al gay a quien Occidente le debe el icono insuperable de la Fiesta, con los confetis, los pompones, las panderetas y las mil y una maravillas del festivismo moderno.
El progre
Síntesis, quintaesencia o denominador común de todas las encarnaciones festivócratas, el “progre” –lo que hoy es tanto como decir la “izquierda”– es “el dealer universal de esta humanidad en secesión de humanidad”. En su alucinante convicción de encarnar la guerra contra el Mal, la izquierda es hoy el partido meapilas contemporáneo. En su sedicente búsqueda de un mañana radiante, a la izquierda le es preciso incriminar constantemente al mundo, al tiempo que acelera el proceso de festivización. Con una fe ferviente en la idea –en el fondo consoladora– de la (des)alienación, la izquierda es congénitamente incapaz de comprender la post-historia, y es por tanto un factor de mistificación, es decir, un lastre para comprender el mundo en el que se vive.[11]
¿Hay salida?
¿Philippe Muray, reaccionario? No en el sentido más habitual del término –el de alguien que quiere volver al pasado–, porque el escritor francés carece del optimismo de los que piensan que eso sería posible. El fin de la Historia es como el fin de la virginidad: no hay vuelta atrás. Pero son los directores de escena de la festivocracia los primeros interesados en negarlo. Y pretenden que “la Historia continúa” cada vez que cualquier sobresalto les amarga el desayuno. Pero no son más que accidentes. En el futuro habrá sin duda conflictos, rupturas y convulsiones –los espasmos agonizantes del viejo mundo. Pero es preciso no engañarse: éstos no harán más que reforzar el proceso, porque, ante el horror que generan, siempre se preferirá la placidez y la sedación hiperfestivas.
Un ejemplo: es habitual pretender que las manifestaciones históricas violentas –terrorismo, integrismo islámico– son prueba irrefutable de la continuidad de los tiempos históricos. Pero incluso si tales violencias durasen cientos de años, para Muray no son más que pervivencias transitorias que sólo tratan de negar una realidad: el deseo profundo y tal vez inconsciente de todos los pueblos –digan lo que digan y hagan lo que hagan– de alinearse con la agonía occidental, entendida ya como el único modelo viable para la humanidad del futuro. Y la locura sanguinaria de los fanatismos probablemente sólo encubre una cosa: la frustración de no haber llegado todavía a ese estadio. Además, el combate entre el terrorista islámico y Homo Festivus es un combate desigual, que sólo puede saldarse con la victoria del segundo. “Venceremos […] porque somos los más muertos”, afirma Homo Festivus –por boca de Muray. El Último hombre prevalece sobre el guerrero de la Dhijad. Nadie puede matar a un muerto.[12]
Es también habitual señalar a los movimientos altermundialistas y antiglobalización como otros tantos rechazos a la uniformización festivócrata. Nada más lejos de la realidad. De nada sirve protestar contra la globalización a través de grandes algaradas festivas si no se empieza por abandonar “el ideal angélico de un mundo sin fronteras, que es precisamente la nueva frontera de la globalización, su ilusión lírica específica. Los que defienden furiosamente la libre circulación de capitales y los que defienden con furia la libre circulación de personas –de los sacrosantos inmigrantes– están del mismo lado. Todos ellos son partidarios de la des-territorialización, de un mundo confuso-onírico donde las antiguas soberanías, producto de la humanización, se vean abolidas para siempre.” Los activistas antiglobalización “están tan sometidos a la modernidad matriarcal y planetaria como los Amos transnacionales a los que dicen combatir. Y sus furibundas guerrillas callejeras no son más que teatro callejero, una forma como cualquier otra –‘artística’, luego doblemente culpable – de la sumisión”.[13]
Otros hablan de un supuesto revival religioso –del auge de los integrismos, de nuevas formas de espiritualidad– y quieren ver un retorno de lo sagrado. No hay tal, dice Muray. No hay ningún “retorno de la religión”. Ninguna re-espiritualización. Lo que sí hay es una “puesta en escena” de residuos religiosos –bajo las formas más delirantes– por el Espectáculo mismo y en beneficio del Espectáculo. Se trata de “reavivar el núcleo duro de lo irracional, de retomar una ficción mística consistente sin la cual ninguna comunidad, ningún colectivismo puede aguantar el tirón”.[14] Todo cabe ahí: las bufonadas New Age, las extravagancias ocultistas, la moda budista o las Jornadas católico-espectaculares en las que la Iglesia trata de adaptarse al lenguaje del día. Festivópolis encuentra así el suplemento de Trascendencia necesario para poder afirmar que la perfección se encuentra en ella. Show must go on.
Pero es el “populismo” –esa bestia negra” favorita de la festivocracia– el que aporta el plus de negatividad necesario. Es ese populismo que asoma cuando en algún referéndum se produce el resultado equivocado, o cuando el pueblo dice ¡mierda! y vota a algún partido de sulfurosas ideas y de groseros modales. En ese caso se impone una labor de paciente pedagogía, para que los obtusos que no acaban de enterarse de en qué mundo viven dejen de fastidiar y no tengan otras ideas y deseos que los que para ellos deciden las élites transnacionales. El término “populismo” encubre, en este sentido, un profundo desprecio por el pequeño pueblo –por ese conjunto de paletos, xenófobos, cerriles, sexistas, residuos del pasado. Evidentemente –señala Muray– quedan todavía brotes del viejo mundo, vestigios aislados aquí y allá que aún pueden dar algún que otro susto. Pero se encuentran de tal modo rodeados y de tal modo trabajados por el Imperio del Bien que es difícil pensar que puedan hacer gran cosa. Y si bien es cierto que entre mucha gente tal vez perviva “algún terror oscuro y profundo sobre la marcha del mundo, ese terror se ve también combatido, en el interior de cada uno, por una tendencia a la sumisión igualmente oscura y profunda, por el deseo de adaptarse a las nuevas condiciones, por la sensación de que no hay elección.” Muray no alberga esperanza alguna sobre hipotéticas capacidades de “resistencia” de pueblos que hubiesen permanecido “sanos”.
Si Muray es reaccionario no lo es en sentido pesimista, sino en un sentido trágico, de aceptación de lo real. Tampoco es un nihilista, porque cuenta con sólidos asideros. Uno de ellos es su creencia en el potencial liberador de la literatura. Otro estriba en su creencia en las virtudes guerreras y estéticas de la risa. Hay un tercero, sorprendente por inesperado: ¡su adhesión confesada a la fe católica y a la Iglesia de Roma!
Es éste un punto desconcertante, sobre el que los comentadores de Muray no acaban de ponerse de acuerdo. Lo cierto es que no hay en su obra apologética alguna. Se ha llegado a señalar que, más que un catolicismo ontológico, de lo que se trata en su caso es de un uso instrumental del catolicismo: éste le proporcionaría un punto de vista exterior sobre las cosas, al servicio de su visión del mundo. Porque en esa visión, como hemos visto, la idea de negatividad es esencial. Y el catolicismo –es decir, la antimodernidad por excelencia– sería para él un instrumento de la Historia para mantener la contradicción en el seno de lo real. De aceptar esta idea, el suyo sería un catolicismo dialéctico, un peculiar “catolicismo hegeliano” condicionado además por su ideología literaria, en la que el interés por el pecado y por la culpa como presupuestos para la descripción de los fallos humanos son elementos destacados.[15] Es Muray en cualquier caso un extraño tipo de católico, desprovisto de la esperanza que se les supone a los seguidores de Cristo.
¿Un Muray sin esperanza? Todo lo más, tal vez sobre ciertas posibilidades de que la modernidad se autodestruya. Moderno contra Moderno…[16]
¿Muray Superstar?
Varios años tras su muerte Muray se ha convertido en referencia intelectual de moda en el país vecino. En previsible ironía festivócrata, el “inconformista” Muray ha sido lanzado como producto al mercado cultural. Sus textos se leen en el teatro y las tiradas de sus libros se multiplican. Una paradoja que se explica en la medida en que su obra responde a una demanda latente: la de convertir la edad de vacío en material literario y además reírse con ello. Muray –ese aguafiestas vocacional– transforma el idioma francés en una fiesta, lo retuerce en juegos de palabras y en neologismos de comicidad nunca vista, y forja un nuevo vocabulario para describir una época privada de toda forma, de toda razón y de toda belleza. La época de Homo Festivus. Muray es, en ese sentido, muy dependiente de la lengua francesa. Su eficacia retórica y estética siempre quedará mermada por muy buena que sea la traducción.
Muray es un escritor, no un ideólogo o un filósofo. No trabaja sobre las causas de lo que describe. No busca soluciones o recetas. No es objetivo. No se oculta tras la solidez de los argumentos – como se supone lo haría un intelectual. Él es demasiado brillante, demasiado protagonista. La exageración –la reducción al absurdo– es una de sus armas. Y con ella retoma la gran tradición volteriana que aúna elegancia formal y ferocidad en la caricatura, para ridiculizar así los nuevos dogmas, moralismos e hipocresías. Su obra es una Comedia Humana de los inicios de la post-historia. Una creación filosófica y política, pero ante todo artística y literaria.
Y es ahí donde los fariseos intentan embalsamarlo. Llegados el reconocimiento y la fama, es preciso desactivarlo, normalizarlo. Una vieja historia. Ya los sesentayochistas se aliñaron un Nietzsche libertario y juguetón a su medida, y evacuaron su lado incómodo –su aristocratismo, su antidemocratismo. De Philippe Muray se pretende ahora hacer un antimoderno a la moda, un dandy reaccionario en el fondo encantador; un enfant terrible ocurrente a quien se toleran los desbarres –¡qué cosas tiene Muray!–, un esteta provocador a colocar en las estanterías de la cultura-espectáculo.
Es un intento que traduce una creciente desazón. Porque lo cierto es que, hoy por hoy, la intelectualidad francesa más brillante ya no se encuentra donde se supone debería estar –en la militancia bienpensante de la izquierda divina– sino en otra historia. El discurso de Philippe Muray no es un fenómeno aislado. Encuentra sus ecos filosóficos y literarios en autores como Jean Braudillard, Marcel Gauchet, Michel Houellebecq, Alain Filkienkraut, Jean Clair, Jean Claude Michéa, Gilles Lipovetski, Renaud Camus, Richard Millet… Lo que no es extraño. Es en Francia donde los procesos de ingeniería social más se han acelerado, hasta hacerla casi irreconocible. Es en Francia donde la dictadura del pensamiento único se ha hecho más agobiante, precisamente allí donde el pensamiento crítico y la libertad de espíritu son tradiciones seculares. No es extraño que sea también en Francia donde se alzan las primeras disidencias importantes –también las resistencias más ruidosas– frente al nuevo mundo que se alza sobre las ruinas de la vieja civilización europea y de sus valores. [17]
Toda disidencia auténtica consiste en una lección sobre cómo estar en el mundo sin pertenecer a él. Mal que les pese a sus “recuperadores”, el mensaje de Muray –para quien quiera escucharlo– es radical: no se puede transigir con el mundo contemporáneo, hay que rechazarlo en bloque. Lo cuál no significa predicar el desánimo. Todo lo contrario. Gracias a Muray sabemos que el rechazo de la Fiesta es también una invocación a la alegría. A la alegría de la lucidez, y al júbilo de la inteligencia. Ambas hacen libres, y son escasamente progresistas.
NOTA:
El único texto de Philippe Muray hasta el momento publicado en español es: Queridos yihadistas, Editorial Nuevo Inicio, Granada 2010.
En Internet, el texto: Retrato del Vanguardista, en:Muray el inédito | refinería literaria
También puede encontrarse una entrevista en: sigloceline
Artículo anterior en El Manifiesto
[1] Cyril de Pins, La barbe altière et riante de Philippe Muray. En Les Cahiers d’Histoire de la Philosophie. Philippe Muray. Cerf 2011, p. 495.
[2] Michel Houellebecq –en su novela Plataforma– describe cómo, a la hora de encontrar pareja, un número creciente de occidentales de ambos sexos se dirigen a países menos “modernos” donde el proceso de indiferenciación sexual está menos avanzado. Un polémico retrato del turismo y de la miseria sexual de los europeos de la post-historia.
[3] Alexandre de Vitry, L’invention de Phillipe Muray, Carnetsnord, 2011, p. 256. Maxence Caron, Muray au sens insu de son œuvre, en Cahiers d’Histoire de la Philosophie: Philippe Muray, Cerf 2011, p. 658.
[4] Philippe Muray, Désaccord Parfait. Gallimard, 2000, p. 17.
[5] Alexandre de Vitry, L'invention de Phillipe Muray, Carnetsnord 2011, pag 22.
[6] Jean Claude Michéa, Impasse Adam Smith, Champs, Flammarion, 2002, p. 60.
[7] Concluye: Les artistocrates a la lanterne! (¡los artistócratas a colgarlos de las farolas!), juego de palabras con la conocida canción revolucionaria francesa: “Ah! Ça ira! ça ira! ça ira! les aristocrates à la lanterne!”…. Philippe Muray, Chère Madame, en Moderne contre Moderne. Exorcismes spirituelles IV. Les belles lettres, 2006, pp. 145-147.
[8] Cyril de Pins, La barbe altière et riante de Philippe Muray. En Les Cahiers d’Histoire de la Philosophie. Philippe Muray. Cerf 2011, p. 488.
[9] Philippe Muray, La colonie distractionnaire. En Désaccord parfait. Gallimard 200, p. 149.
[10] Philippe Muray, Après l’Histoire, Gallimard, 2000, p. 244.
[11] Philippe Muray, Festivus Festivus, Fayard, 2005, p. 168. Cabría matizar que antaño hubo una izquierda no progre, y por lo tanto histórica, y por lo tanto real.
[12] Philippe Muray, Chers djihadistes… Mille et une nuits, 2001, p. 118.
[13] Philippe Muray, Festivus Festivus. Conversations avec Elisabeth Lévy. Fayard, 2005, p. 106.
[14] Philippe Muray, L'Empire du Bien. Les Belles Lettres, 2006, p. 155.
[15] Maxence Caron, Philippe Muray, la femme et Dieu. Artège, 2011, pp. 24-30.
[16] Philippe Muray, Festivus Festivus. Conversations avec Elisabeth Lévy. Fayard, 2005, pp. 86-88. Al final de este libro –el último de Muray– el escritor francés proclama su fe católica y su respeto por la figura del Papa.
[17] Un don Nadie llamado Lindenberg intentó estigmatizar a varios de estos autores en un panfleto llamado Los nuevos reaccionarios, publicado en 2003. Un tiro por la culata que despertó las alarmas sobre la nueva “policía del pensamiento” y sus hábitos intimidatorios, y otorgó a los inculpados una considerable repercusión mediática. Mas información en: Disidencia perfecta, Rodrigo Agulló, Áltera, 2011 (Los Nuevos reaccionarios, pp. 465-479).
Contra el Imperio del Bien
Philippe Muray y la demolición del progresismo
RODRIGO AGULLÓ
Cuando los castradores pasan por liberadores
Las sociedades post-históricas se caracterizan por un odio –rayano en lo patológico– por el Patriarcado como configuración arquetípica de los tiempos históricos, que se identifica además con el orden arcaico de diferenciación entre los sexos. Una diferenciación que se ve asimilada a los vestigios de la soberanía masculina y del antiguo régimen machista. La supresión de todo principio de contradicción exige eliminar ese antagonismo básico, esa vieja distinción sexual que era “demasiado ofensiva, demasiado constatable, demasiado cargada de sentido”. Homo Festivus cultiva un ideal unisex. Y en los tiempos hiperfestivos la figura del Paterfamilias no tiene otra asignación que la de convertirse en residuo naftalinoso o clown irrisorio, abocado a su reeducación por las Madres y por los Niños –dos figuras dominantes en el orden simbólico de los tiempos post-históricos.
Las formas hegemónicas de producción de lo social concurren a realizar un ideal andrógino conforme a la idea de que todo sujeto porta en sí una “bisexualidad variable”, y de que en cualquier caso el ser “hombre” o “mujer” son roles socialmente inducidos, susceptibles de ser re-fijados en cualquier estadio de la vida. La invención estadounidense de la ideología de género acude al rescate para decir que la vieja humanidad estaba equivocada al creer que sus miembros podían definirse en función del sexo. Lo que procede es definirse en función del género, masculino o femenino a gusto del consumidor. ¡Basta ya de ese insoportable escándalo de naturaleza que consiste en no poder elegir el sexo! Los transexuales son portadores de un mensaje de esperanza para la humanidad. La liquidación de los viejos roles sexuales no puede reducirse al ámbito de lo social –maternalización de los padres, virilización de las mujeres–, sino que debe extenderse al plano psicosomático: la nueva moral impele a los hombres a “dejar hablar al lado femenino”, el mercado les anima a repulir su aspecto, y el sacrosanto principio de transparencia les exhorta a “reconocer la bisexualidad latente” cuando no a “salir del armario”. La “bisexualidad psíquica infantil” será cuidada como delicada planta por una pedagogía que se apresurará a erradicar cualquier brote considerado “homófobo”, y los juguetes considerados “sexistas” serán prohibidos. Tal vez, al cabo de una o varias generaciones, se habrá conseguido olvidar de una vez por todas la antigua y maldita división de sexos.
Esta abolición de la distinción sexual –en realidad una des-sexualización en toda regla– se acompaña de dos fenómenos a los que Muray reserva sus críticas más acerbas: la feminización y la infantilización del cuerpo social. El niño es el Rey de los tiempos post-históricos. Desde el momento en que el pasado se condena en su conjunto, la ventaja del adulto sobre el niño desaparece, y es el niño, la inocencia, el que pasa al primer plano. En la publicidad y en el cine es el niño el que siempre sabe lo que hay que hacer, el adulto –sobre todo el padre– aparece como “un imbécil inadaptado al que sólo se tolera si se pliega a las reglas de los niños que evolucionan bajo el ojo tierno de las mamás-todo amor.”[1] Toda la post-historia es una regresión a la infancia, y Homo Festivus es un niño consentido al que hay que organizar distracciones para que no se aburra. Los niños viven en un eterno presente, son los mejores consumidores y tienen todos los derechos. La maternidad-mundo –señala Muray– se encarga de convencernos de que somos niños irresponsables rodeados de programas higienistas, caritativos, humanitarios, protectores, y de que no tenemos otra cosa que hacer que flotar como fetos andróginos en la música del hiperfestivismo como en el baño matricial de los orígenes.
Lo más curioso es que, para algunos cerebros hibernados en la mitología sesentayochista, esta des-sexualización inducida todavía se considera una sublevación heroica, una batalla a muerte contra el puritanismo y la reacción. Cuando se trata precisamente de lo contrario: de la destrucción de la antigua libido –considerada como negativa, jerarquizante y conflictiva– y de su sustitución por un sistema de asepsia absoluta. Llegamos al mundo del “Progenitor A, Progenitor B”, al mundo donde para evitar “traumas” se reclama la supresión de la mención “sexo” de los papeles de identidad, a un mundo en que el auto-engendramiento y la clonación son perspectivas reales. Y en el que el sexo entendido como actividad higiénica y cuasi-deportiva marca el fin del erotismo. El sexo es omnipresente, pero los sexos desaparecen. Un solo sexo, el mismo para todos. El sexo como consumo, el placer como obligación. No ocultar nada, mostrarlo todo. Es el reino de la Transparencia total, el fin de la porosidad de la vida. ¿Qué queda del antiguo libertinaje –de aquella parte maldita hecha de claroscuros y de penumbras? El Imperio del Bien alcanza cotas que ni el viejo puritanismo religioso llegó a soñar. [2]
El escritor Philippe Muray es un sujeto histórico extraviado en la post-historia, es un sujeto sexual que describe la desaparición de la sexualidad. Y esa descripción es una llamada implícita a recuperar “ese punto fundamental del equilibrio humano: la relación humana franca, y tradicional porque histórica, es decir real, entre el hombre y la mujer –sabiendo que la mujer desea al hombre que desea a la mujer que a su vez desea al hombre como un hombre, y no como una mujer.”[3] Restaurar la sexualidad sería una forma de reconquistar lo real, de restaurar la Historia.
El progresismo y sus cipayos
Muray está muy lejos de ser un polemista. No aspira a emprender un diálogo, a intercambiar ideas, a debatir. Mucho menos a convencer. Para él la actividad literaria es sólo un medio de restaurar su distancia frente al mundo moderno. Porque la catástrofe no tiene remedio, la liquidación de la vieja humanidad y las viejas condiciones de vida es irreversible. Y si hay un enfrentamiento, no es entre conservadores y progresistas, sino entre las diversas facciones que, dentro de la modernidad, mantienen la ficción de que la Historia continúa. Moderno contra Moderno, esa es la realidad. Su tarea hercúlea consiste en elaborar una recensión minuciosa – a través de la sátira, la literatura y la sociología – de los dogmas y aberraciones de un mundo que pretende extirpar toda negatividad e instaurar una visión arcangélica de lo real. Entresacamos algunos retratos de los diferentes rostros de Homo Festivus.
El rebelde
Para Muray es muy fácil reconocer a un “rebelde”: es el que siempre dice ¡sí! a todo lo que, de un modo u otro, se le propone como “nuevo”. Eso es lo poco que Homo Festivus ha retenido del marxismo: la creencia enternecedora en que “lo nuevo es invencible”, que el futuro es para él y que el viento de la Historia sopla en sus velas.
En los tiempos hiperfestivos la transgresión, lo subversivo y lo “políticamente incorrecto” están en el puente de mando. Y así se impone “la Cultura como consenso anticonsensual, la transgresión como rutina artística, la subversión como subvención y la provocación como paquete-regalo en todas las buenas causas mediáticas que son presentadas como conquistas radiantes, pero también peligrosas, del espíritu”.[4] La transgresión como nuevo academicismo aspira a mantener la ilusión de “ruptura”, de continuidad de los tiempos históricos: “la ficción de lo negativo se manifiesta por un elogio continuo de todo lo que antes se manifestaba como negatividad, como combate contra el Orden moral. Pero desde el momento que todo el mundo se pretende subversivo, ya no hay subversión. Si todo el mundo se aparta de la norma, esa norma es puramente ilusoria. La ruptura reemplaza a la norma, y el conformismo toma la máscara de la subversión”[5].
Para Muray el fin del mundo consiste en el fin de la dialéctica real y en su sustitución por parodias más o menos conseguidas. Los rebelócratas son los grandes figurantes de esa parodia. Pero es una parodia en la que ya nadie cree. En un mundo sin alteridad, sin enfrentamientos, sin posibilidades múltiples, es decir, sin negatividad, las palabras subversivo, transgresor, iconoclasta o provocador son vocablos que han conservado tanto poder de mordiente como las encías podridas de un nonagenario.[JRP2]
El artista
Ejemplo más nítido de la subversión de cartón piedra, el artista “reclama no sólo el derecho a la transgresión sin sanción, sino a la institucionalización de la transgresión –y sólo un espíritu de los de antes podría ver la contradicción que ello implica”. La Cultura es uno de esos sustantivos que sobreviven a la transformación de su contenido. Lo que hoy se llama “cultura” es uno de los agentes más eficaces del Bien radical. Y los “artistas” –alegremente asimilados a los “intelectuales”– son los mejor situados para diseminar el imaginario del Bien entre el cuerpo social. Como señala el filósofo Jean Claude Michéa, “el reciclaje de la mitología romántica del artista rebelde permite a todos los artistas oficiales del showbusiness encontrarse en la escena de todos los combates en los que está en juego la defensa del orden económico y cultural que asegure su rentable celebridad”[6]. La “rebelión” es una operación de blanqueo por la cual el capitalismo se rehace una virginidad, lo que a su vez permite reconciliar el nivel de vida burgués con el estilo de vida del artista: el artista se beneficia de las ventajas materiales y morales del conformista, además del prestigio del disidente. “En su boca, la “cultura” y el “arte” sólo sirven para instrumentalizar la historia secular de la conciencia inmaculada de la izquierda – que sólo ahora comienza a verse que no es más que una historia de tartuferías.” El artista es “progre” por definición.
“Nunca antes los artistas habrían pretendido ser los médicos de la humanidad sufriente, los líderes, los comprometidos, los solidarios, los liberadores y los redentores del mundo. Nunca antes se les hubiera ocurrido auto-designarse como conciencia moral perpetua, poco menos que por derecho divino. Nunca antes habrían exigido que los poderes públicos les subvencionen su libertad privada, y que esa subvención tenga que defenderse con uñas y dientes como si fuera una conquista social inalienable. Élite autodesignada, aristocracia ilustrada, su buena conciencia –tan astuta como ingenua – les mantiene en la ilusión de creerse la guía y la conciencia del pueblo”. Muray tiene un nombre para ellos: artistócratas.[7]
El turista
Alguien dijo que el turismo es la industria que consiste en transportar a gente que estaría mejor en su casa a sitios que estarían mejor sin ellos. Para Muray el turista –auténtico Quinto jinete del Apocalipsis de la modernidad– es sin duda alguna el rostro más verídico de Homo Festivus. ¡Buscad al turista y encontraréis la fealdad! “El turismo produce en el espacio lo que la modernidad produce en el tiempo: hacer feo todo lo que fue hermoso, hacer accesible todo lo que era inaccesible, hacer moderno o tourist-friendly todo lo que no lo era”.[8]
El turista es la criatura moderna y festivista por excelencia, porque es el mejor agente de aquello que Braudillard denominaba “el asesinato de la realidad”. Al paso del turista, todo se convierte en simulacro. Todo lo que no es susceptible de ser visitado turísticamente, es decir, todo lo que no se pliega de forma beata a la modernidad inocente e hipersensible, debe ser más pronto que tarde normalizado, aseado y aseptizado para su consumo por Homo Festivus. El turista es el gran museificador de la humanidad. “¿Cómo transformar a los seres parlantes en excursionistas? La gloria de Walt Disney consiste en haber sido el primero que presintió que la Historia terminaba, y que el globo, explorado por entero y visitable por cualquiera, estaba a punto de perder sus últimos atractivos. Ya no hay planeta. Ya no hay Historia. Ya no hay Tiempo. Sólo queda el pasatiempo.”[9]
El gay
Desde el momento en que la homosexualidad se funda en la valoración de lo mismo –o en la devaluación de la diferencia– ello debería ya asegurarle un lugar de privilegio dentro de la mitología festivócrata. De entrada, se presupone que un homosexual piensa –o debería pensar– bien. Pero cuando Muray describe el festivismo gay no trata en modo alguno de denigrar a la homosexualidad en sí –una orientación o preferencia particular merecedora, a lo más, de una perfecta indiferencia–, sino de preguntarse por qué la homosexualidad como militancia necesita poco menos que obtener la ovación admirada de una humanidad agradecida. Lo que nos lleva a eso que denomina la gaytitud, y que consiste en asimilar una orientación sexual particular a una cosmovisión, a una categoría socio-política y a una forma de redención del género humano.
Señala Muray que los gays militantes han sido los más eficaces portavoces en Europa de la ideología correctista norteamericana. Es la cruzada por excelencia de los tiempos hiperfestivos, que –conducida con la buena conciencia a prueba de bomba de todas las víctimas profesionales– para conseguir sus objetivos ha utilizado la provocación, la exigencia de protección, la culpabilización, la persecución, el chantaje y las reivindicaciones particulares camufladas bajo la retórica de la igualdad y de la libertad. Según una lógica binaria –“quien no está con nosotros está en contra”– que ha conducido a una situación inversa a la de hace décadas: la “homofobia” es hoy susceptible de sanción penal, y “homófobo” será todo aquel que presente alguna objeción o que no muestre una aprobación genuflexa ante tan buena causa.
Así resulta extraordinario “verles combatir contra enemigos a los que se oye tan poco, verles denunciar de forma rutinaria los tabúes sobre temas de los que no se cesa de hablar, verles partir en cruzada contra censuras que nadie ha visto, verles universalmente aplaudidos por derribar ‘prejuicios sociales’ que no son más que lejanos recuerdos, verles ocupar todo el escenario para denunciar que son ‘rechazados’, verles mantener el fuego sagrado de un combate que encuentra tan pocos opositores.”[10] Y por eso la gaytitud se aferra como a un clavo ardiendo cuando, por ventura, encuentra a un puñado de creyentes en la antigua religión, o a un puñado de sostenedores del viejo mundo que quieran prestarse a jugar el papel de fantoche reaccionario, intolerante y homófobo, y a darle así un semblante de heroísmo a la causa ganada de antemano.
Al gay homofestivo se le debe el impagable invento de la Pride, punto de arranque de la Fiesta moderna, indisociable del movimiento homosexual. Es al gay a quien Occidente le debe el icono insuperable de la Fiesta, con los confetis, los pompones, las panderetas y las mil y una maravillas del festivismo moderno.
El progre
Síntesis, quintaesencia o denominador común de todas las encarnaciones festivócratas, el “progre” –lo que hoy es tanto como decir la “izquierda”– es “el dealer universal de esta humanidad en secesión de humanidad”. En su alucinante convicción de encarnar la guerra contra el Mal, la izquierda es hoy el partido meapilas contemporáneo. En su sedicente búsqueda de un mañana radiante, a la izquierda le es preciso incriminar constantemente al mundo, al tiempo que acelera el proceso de festivización. Con una fe ferviente en la idea –en el fondo consoladora– de la (des)alienación, la izquierda es congénitamente incapaz de comprender la post-historia, y es por tanto un factor de mistificación, es decir, un lastre para comprender el mundo en el que se vive.[11]
¿Hay salida?
¿Philippe Muray, reaccionario? No en el sentido más habitual del término –el de alguien que quiere volver al pasado–, porque el escritor francés carece del optimismo de los que piensan que eso sería posible. El fin de la Historia es como el fin de la virginidad: no hay vuelta atrás. Pero son los directores de escena de la festivocracia los primeros interesados en negarlo. Y pretenden que “la Historia continúa” cada vez que cualquier sobresalto les amarga el desayuno. Pero no son más que accidentes. En el futuro habrá sin duda conflictos, rupturas y convulsiones –los espasmos agonizantes del viejo mundo. Pero es preciso no engañarse: éstos no harán más que reforzar el proceso, porque, ante el horror que generan, siempre se preferirá la placidez y la sedación hiperfestivas.
Un ejemplo: es habitual pretender que las manifestaciones históricas violentas –terrorismo, integrismo islámico– son prueba irrefutable de la continuidad de los tiempos históricos. Pero incluso si tales violencias durasen cientos de años, para Muray no son más que pervivencias transitorias que sólo tratan de negar una realidad: el deseo profundo y tal vez inconsciente de todos los pueblos –digan lo que digan y hagan lo que hagan– de alinearse con la agonía occidental, entendida ya como el único modelo viable para la humanidad del futuro. Y la locura sanguinaria de los fanatismos probablemente sólo encubre una cosa: la frustración de no haber llegado todavía a ese estadio. Además, el combate entre el terrorista islámico y Homo Festivus es un combate desigual, que sólo puede saldarse con la victoria del segundo. “Venceremos […] porque somos los más muertos”, afirma Homo Festivus –por boca de Muray. El Último hombre prevalece sobre el guerrero de la Dhijad. Nadie puede matar a un muerto.[12]
Es también habitual señalar a los movimientos altermundialistas y antiglobalización como otros tantos rechazos a la uniformización festivócrata. Nada más lejos de la realidad. De nada sirve protestar contra la globalización a través de grandes algaradas festivas si no se empieza por abandonar “el ideal angélico de un mundo sin fronteras, que es precisamente la nueva frontera de la globalización, su ilusión lírica específica. Los que defienden furiosamente la libre circulación de capitales y los que defienden con furia la libre circulación de personas –de los sacrosantos inmigrantes– están del mismo lado. Todos ellos son partidarios de la des-territorialización, de un mundo confuso-onírico donde las antiguas soberanías, producto de la humanización, se vean abolidas para siempre.” Los activistas antiglobalización “están tan sometidos a la modernidad matriarcal y planetaria como los Amos transnacionales a los que dicen combatir. Y sus furibundas guerrillas callejeras no son más que teatro callejero, una forma como cualquier otra –‘artística’, luego doblemente culpable – de la sumisión”.[13]
Otros hablan de un supuesto revival religioso –del auge de los integrismos, de nuevas formas de espiritualidad– y quieren ver un retorno de lo sagrado. No hay tal, dice Muray. No hay ningún “retorno de la religión”. Ninguna re-espiritualización. Lo que sí hay es una “puesta en escena” de residuos religiosos –bajo las formas más delirantes– por el Espectáculo mismo y en beneficio del Espectáculo. Se trata de “reavivar el núcleo duro de lo irracional, de retomar una ficción mística consistente sin la cual ninguna comunidad, ningún colectivismo puede aguantar el tirón”.[14] Todo cabe ahí: las bufonadas New Age, las extravagancias ocultistas, la moda budista o las Jornadas católico-espectaculares en las que la Iglesia trata de adaptarse al lenguaje del día. Festivópolis encuentra así el suplemento de Trascendencia necesario para poder afirmar que la perfección se encuentra en ella. Show must go on.
Pero es el “populismo” –esa bestia negra” favorita de la festivocracia– el que aporta el plus de negatividad necesario. Es ese populismo que asoma cuando en algún referéndum se produce el resultado equivocado, o cuando el pueblo dice ¡mierda! y vota a algún partido de sulfurosas ideas y de groseros modales. En ese caso se impone una labor de paciente pedagogía, para que los obtusos que no acaban de enterarse de en qué mundo viven dejen de fastidiar y no tengan otras ideas y deseos que los que para ellos deciden las élites transnacionales. El término “populismo” encubre, en este sentido, un profundo desprecio por el pequeño pueblo –por ese conjunto de paletos, xenófobos, cerriles, sexistas, residuos del pasado. Evidentemente –señala Muray– quedan todavía brotes del viejo mundo, vestigios aislados aquí y allá que aún pueden dar algún que otro susto. Pero se encuentran de tal modo rodeados y de tal modo trabajados por el Imperio del Bien que es difícil pensar que puedan hacer gran cosa. Y si bien es cierto que entre mucha gente tal vez perviva “algún terror oscuro y profundo sobre la marcha del mundo, ese terror se ve también combatido, en el interior de cada uno, por una tendencia a la sumisión igualmente oscura y profunda, por el deseo de adaptarse a las nuevas condiciones, por la sensación de que no hay elección.” Muray no alberga esperanza alguna sobre hipotéticas capacidades de “resistencia” de pueblos que hubiesen permanecido “sanos”.
Si Muray es reaccionario no lo es en sentido pesimista, sino en un sentido trágico, de aceptación de lo real. Tampoco es un nihilista, porque cuenta con sólidos asideros. Uno de ellos es su creencia en el potencial liberador de la literatura. Otro estriba en su creencia en las virtudes guerreras y estéticas de la risa. Hay un tercero, sorprendente por inesperado: ¡su adhesión confesada a la fe católica y a la Iglesia de Roma!
Es éste un punto desconcertante, sobre el que los comentadores de Muray no acaban de ponerse de acuerdo. Lo cierto es que no hay en su obra apologética alguna. Se ha llegado a señalar que, más que un catolicismo ontológico, de lo que se trata en su caso es de un uso instrumental del catolicismo: éste le proporcionaría un punto de vista exterior sobre las cosas, al servicio de su visión del mundo. Porque en esa visión, como hemos visto, la idea de negatividad es esencial. Y el catolicismo –es decir, la antimodernidad por excelencia– sería para él un instrumento de la Historia para mantener la contradicción en el seno de lo real. De aceptar esta idea, el suyo sería un catolicismo dialéctico, un peculiar “catolicismo hegeliano” condicionado además por su ideología literaria, en la que el interés por el pecado y por la culpa como presupuestos para la descripción de los fallos humanos son elementos destacados.[15] Es Muray en cualquier caso un extraño tipo de católico, desprovisto de la esperanza que se les supone a los seguidores de Cristo.
¿Un Muray sin esperanza? Todo lo más, tal vez sobre ciertas posibilidades de que la modernidad se autodestruya. Moderno contra Moderno…[16]
¿Muray Superstar?
Varios años tras su muerte Muray se ha convertido en referencia intelectual de moda en el país vecino. En previsible ironía festivócrata, el “inconformista” Muray ha sido lanzado como producto al mercado cultural. Sus textos se leen en el teatro y las tiradas de sus libros se multiplican. Una paradoja que se explica en la medida en que su obra responde a una demanda latente: la de convertir la edad de vacío en material literario y además reírse con ello. Muray –ese aguafiestas vocacional– transforma el idioma francés en una fiesta, lo retuerce en juegos de palabras y en neologismos de comicidad nunca vista, y forja un nuevo vocabulario para describir una época privada de toda forma, de toda razón y de toda belleza. La época de Homo Festivus. Muray es, en ese sentido, muy dependiente de la lengua francesa. Su eficacia retórica y estética siempre quedará mermada por muy buena que sea la traducción.
Muray es un escritor, no un ideólogo o un filósofo. No trabaja sobre las causas de lo que describe. No busca soluciones o recetas. No es objetivo. No se oculta tras la solidez de los argumentos – como se supone lo haría un intelectual. Él es demasiado brillante, demasiado protagonista. La exageración –la reducción al absurdo– es una de sus armas. Y con ella retoma la gran tradición volteriana que aúna elegancia formal y ferocidad en la caricatura, para ridiculizar así los nuevos dogmas, moralismos e hipocresías. Su obra es una Comedia Humana de los inicios de la post-historia. Una creación filosófica y política, pero ante todo artística y literaria.
Y es ahí donde los fariseos intentan embalsamarlo. Llegados el reconocimiento y la fama, es preciso desactivarlo, normalizarlo. Una vieja historia. Ya los sesentayochistas se aliñaron un Nietzsche libertario y juguetón a su medida, y evacuaron su lado incómodo –su aristocratismo, su antidemocratismo. De Philippe Muray se pretende ahora hacer un antimoderno a la moda, un dandy reaccionario en el fondo encantador; un enfant terrible ocurrente a quien se toleran los desbarres –¡qué cosas tiene Muray!–, un esteta provocador a colocar en las estanterías de la cultura-espectáculo.
Es un intento que traduce una creciente desazón. Porque lo cierto es que, hoy por hoy, la intelectualidad francesa más brillante ya no se encuentra donde se supone debería estar –en la militancia bienpensante de la izquierda divina– sino en otra historia. El discurso de Philippe Muray no es un fenómeno aislado. Encuentra sus ecos filosóficos y literarios en autores como Jean Braudillard, Marcel Gauchet, Michel Houellebecq, Alain Filkienkraut, Jean Clair, Jean Claude Michéa, Gilles Lipovetski, Renaud Camus, Richard Millet… Lo que no es extraño. Es en Francia donde los procesos de ingeniería social más se han acelerado, hasta hacerla casi irreconocible. Es en Francia donde la dictadura del pensamiento único se ha hecho más agobiante, precisamente allí donde el pensamiento crítico y la libertad de espíritu son tradiciones seculares. No es extraño que sea también en Francia donde se alzan las primeras disidencias importantes –también las resistencias más ruidosas– frente al nuevo mundo que se alza sobre las ruinas de la vieja civilización europea y de sus valores. [17]
Toda disidencia auténtica consiste en una lección sobre cómo estar en el mundo sin pertenecer a él. Mal que les pese a sus “recuperadores”, el mensaje de Muray –para quien quiera escucharlo– es radical: no se puede transigir con el mundo contemporáneo, hay que rechazarlo en bloque. Lo cuál no significa predicar el desánimo. Todo lo contrario. Gracias a Muray sabemos que el rechazo de la Fiesta es también una invocación a la alegría. A la alegría de la lucidez, y al júbilo de la inteligencia. Ambas hacen libres, y son escasamente progresistas.
NOTA:
El único texto de Philippe Muray hasta el momento publicado en español es: Queridos yihadistas, Editorial Nuevo Inicio, Granada 2010.
En Internet, el texto: Retrato del Vanguardista, en:Muray el inédito | refinería literaria
También puede encontrarse una entrevista en: sigloceline
Artículo anterior en El Manifiesto
[1] Cyril de Pins, La barbe altière et riante de Philippe Muray. En Les Cahiers d’Histoire de la Philosophie. Philippe Muray. Cerf 2011, p. 495.
[2] Michel Houellebecq –en su novela Plataforma– describe cómo, a la hora de encontrar pareja, un número creciente de occidentales de ambos sexos se dirigen a países menos “modernos” donde el proceso de indiferenciación sexual está menos avanzado. Un polémico retrato del turismo y de la miseria sexual de los europeos de la post-historia.
[3] Alexandre de Vitry, L’invention de Phillipe Muray, Carnetsnord, 2011, p. 256. Maxence Caron, Muray au sens insu de son œuvre, en Cahiers d’Histoire de la Philosophie: Philippe Muray, Cerf 2011, p. 658.
[4] Philippe Muray, Désaccord Parfait. Gallimard, 2000, p. 17.
[5] Alexandre de Vitry, L'invention de Phillipe Muray, Carnetsnord 2011, pag 22.
[6] Jean Claude Michéa, Impasse Adam Smith, Champs, Flammarion, 2002, p. 60.
[7] Concluye: Les artistocrates a la lanterne! (¡los artistócratas a colgarlos de las farolas!), juego de palabras con la conocida canción revolucionaria francesa: “Ah! Ça ira! ça ira! ça ira! les aristocrates à la lanterne!”…. Philippe Muray, Chère Madame, en Moderne contre Moderne. Exorcismes spirituelles IV. Les belles lettres, 2006, pp. 145-147.
[8] Cyril de Pins, La barbe altière et riante de Philippe Muray. En Les Cahiers d’Histoire de la Philosophie. Philippe Muray. Cerf 2011, p. 488.
[9] Philippe Muray, La colonie distractionnaire. En Désaccord parfait. Gallimard 200, p. 149.
[10] Philippe Muray, Après l’Histoire, Gallimard, 2000, p. 244.
[11] Philippe Muray, Festivus Festivus, Fayard, 2005, p. 168. Cabría matizar que antaño hubo una izquierda no progre, y por lo tanto histórica, y por lo tanto real.
[12] Philippe Muray, Chers djihadistes… Mille et une nuits, 2001, p. 118.
[13] Philippe Muray, Festivus Festivus. Conversations avec Elisabeth Lévy. Fayard, 2005, p. 106.
[14] Philippe Muray, L'Empire du Bien. Les Belles Lettres, 2006, p. 155.
[15] Maxence Caron, Philippe Muray, la femme et Dieu. Artège, 2011, pp. 24-30.
[16] Philippe Muray, Festivus Festivus. Conversations avec Elisabeth Lévy. Fayard, 2005, pp. 86-88. Al final de este libro –el último de Muray– el escritor francés proclama su fe católica y su respeto por la figura del Papa.
[17] Un don Nadie llamado Lindenberg intentó estigmatizar a varios de estos autores en un panfleto llamado Los nuevos reaccionarios, publicado en 2003. Un tiro por la culata que despertó las alarmas sobre la nueva “policía del pensamiento” y sus hábitos intimidatorios, y otorgó a los inculpados una considerable repercusión mediática. Mas información en: Disidencia perfecta, Rodrigo Agulló, Áltera, 2011 (Los Nuevos reaccionarios, pp. 465-479).
Cruz de Borgoña- Cantidad de envíos : 702
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Re: La demolición del progresismo
Sumamente interesante en todos sus temas. Uno no puede dejar de ver todos y cada uno de los síntomas expuestos en nuestra sociedad. La ideología de género (desde aquella bestialidad pronunciada por Simone de Beauvoir de que "no se nace mujer, se llega a serlo"), la pléyade de pseudoartistas modernistas mamarrachos con su cohorte de críticos cantamañanas, la santificación de la práctica de la homosexualidad (como si se tratase de una heroicidad digna de público elogio o de una conducta merecedora de ascenso social)...
wad ras- Cantidad de envíos : 3666
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Re: La demolición del progresismo
Menuda chorrada eso de la santificacion de la homosexualidad, como si fueran heroes curtidos en mil batallas.
Conozco a homosexuales que abominan de todas esas mariconadas del dia del orgullo gay.
Si un gay es una persona, que se comporte como tal, y no vaya por ahi enseñando el culo dandole igual que haya mujeres, niños o ancianos delante.
¿Acaso quienes no somos homosexuales vamos por ahi enseñando la chorra a todo titirimundi?.
¿Para cuándo una concentración de gente normal, para reivindicar nuestros derechos y a ser respetados sin que nos tilden de fachas?.
Ufffff la que se liaria entonces con la progresia. Que si retrógrados, que si intolerantes, que si franquistas, etc, etc, etc.
Si a estos les gusta dar y recibir de otro tio, allá ellos. No saben lo que se pierden al no estar en la cama con una mujer.
Conozco a homosexuales que abominan de todas esas mariconadas del dia del orgullo gay.
Si un gay es una persona, que se comporte como tal, y no vaya por ahi enseñando el culo dandole igual que haya mujeres, niños o ancianos delante.
¿Acaso quienes no somos homosexuales vamos por ahi enseñando la chorra a todo titirimundi?.
¿Para cuándo una concentración de gente normal, para reivindicar nuestros derechos y a ser respetados sin que nos tilden de fachas?.
Ufffff la que se liaria entonces con la progresia. Que si retrógrados, que si intolerantes, que si franquistas, etc, etc, etc.
Si a estos les gusta dar y recibir de otro tio, allá ellos. No saben lo que se pierden al no estar en la cama con una mujer.
TRAJANO.v- Cantidad de envíos : 4250
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Re: La demolición del progresismo
Y ahora que estamos tocando este punto, me viene a la cabeza un señor mayor, ya fallecido que decia:
"De lo unico que estoy seguro en ésta vida, es de que no soy maricón. Porque ya me dieron por culo una vez, y no me gustó".
"De lo unico que estoy seguro en ésta vida, es de que no soy maricón. Porque ya me dieron por culo una vez, y no me gustó".
TRAJANO.v- Cantidad de envíos : 4250
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Re: La demolición del progresismo
Ya ves van dando el cante y no se respetan como personas. Porque uno puede hacer de su vida lo que quiera, pero no degradarse como persona, aunque sea mariquita.
Escarlata- Cantidad de envíos : 332
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Re: La demolición del progresismo
Dan vergüenza ajena.
Escarlata- Cantidad de envíos : 332
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Re: La demolición del progresismo
Nunca he conocido bisexuales que hicieran proselitismo de la bisexualidad ni a transexuales que hicieran proselitismo de la transexualidad. En cambio, sí que leo a menudo artículos repletos de invectivas y opiniones rencorosas de quienes se han comprometido a hacer proselistismo de ese "rey destronado patriarcal" del que (¿será casualidad?) suelen ocultar sus mayores bajezas (y los males que han asolado a numerosas sociedades) mientras se centran en atacar los nuevos tiempos y a todos sus hijos, a los que ven como enemigos acérrimos e irreconciliables. Para criticar, habría que mantener una buena autocrítica también, si no no sirve de nada.
Es fácil criticar el desfile del orgullo gay y ponerle mil "peros", aunque sea un desfile de unas pocas horas y un único día del año, cuya fecha se sabe con mucha antelación y que, por tanto, es fácilmente evitable si no quieres verlo o que alguien de tu familia lo vea. En cambio, es más complicado esquivar a las prostitutas callejeras, día y noche en ciertas calles muy céntricas, cuya clientela son, evidentemente, varones heterosexuales, muy machotes todos, nada afeminados y, posiblemente, tapadísimos (¿decentes, pues?) al menos hasta el cierre del "trato". ¿Acabar con la prostitución (tanto femenina como masculina, que también la hay) entraría dentro del ideario "progre" o del "tradicional"? Porque parece que se mueve bien en ambos mundos. De hecho, la prostitución y las depravaciones sexuales han estado a la orden del día en sociedades "patriarcales", "respetables", "decentes" y de valores nada, nada "progres"...
La "explotación infantil", por ejemplo, estaba a la orden del día en la victoriana sociedad inglesa de sólidos valores patriarcales, cosa que en la actual sociedad "progre" está muy lejos de estar bien visto (de hecho está perseguido y se castiga), así que mejor sería hacer un serio repaso histórico antes de tirar piedras a los demás sin ton ni son.
Lo dicho, en todas partes cuecen habas, y antes de criticar habría que mirarse un poco el ombligo antes.
Es fácil criticar el desfile del orgullo gay y ponerle mil "peros", aunque sea un desfile de unas pocas horas y un único día del año, cuya fecha se sabe con mucha antelación y que, por tanto, es fácilmente evitable si no quieres verlo o que alguien de tu familia lo vea. En cambio, es más complicado esquivar a las prostitutas callejeras, día y noche en ciertas calles muy céntricas, cuya clientela son, evidentemente, varones heterosexuales, muy machotes todos, nada afeminados y, posiblemente, tapadísimos (¿decentes, pues?) al menos hasta el cierre del "trato". ¿Acabar con la prostitución (tanto femenina como masculina, que también la hay) entraría dentro del ideario "progre" o del "tradicional"? Porque parece que se mueve bien en ambos mundos. De hecho, la prostitución y las depravaciones sexuales han estado a la orden del día en sociedades "patriarcales", "respetables", "decentes" y de valores nada, nada "progres"...
La "explotación infantil", por ejemplo, estaba a la orden del día en la victoriana sociedad inglesa de sólidos valores patriarcales, cosa que en la actual sociedad "progre" está muy lejos de estar bien visto (de hecho está perseguido y se castiga), así que mejor sería hacer un serio repaso histórico antes de tirar piedras a los demás sin ton ni son.
Lo dicho, en todas partes cuecen habas, y antes de criticar habría que mirarse un poco el ombligo antes.
Persia- Cantidad de envíos : 2525
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Re: La demolición del progresismo
Persia escribió:Nunca he conocido bisexuales que hicieran proselitismo de la bisexualidad.
Sesión Plenaria de la Asamblea de Madrid del pasado 16 de mayo de 2013. Se presentaba por iniciativa del Grupo Parlamentario Socialista (GPS) una Proposición No de Ley (PNL), 6/13, la cuál insta al Gobierno Regional a tomar medidas para luchar contra la LGTfobia en el sistema educativo. Proposición presentada por la diputada socialista transexual, Carla Antonelli o Carla Delgado.
Las medidas propuestas serían la inclusión de cursillos y talleres en los centros escolares sobre diversidad sexual impartidos por el
colectivo de lesbiansa, gays, transexuales y bisexuales LGBT. Estos cursillos tienen
- un alto contenido de Ideología de género y
- una visión de la sexualidad humana muy sesgada, que muchos padres no comparten.
wad ras- Cantidad de envíos : 3666
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Re: La demolición del progresismo
Así que cuando se obliga a los niños a estudiar el Catecismo, se está haciendo proselistismo de la abstinencia...:D
En la Iglesia Latina, los sacerdotes y ministros ordenados, a excepción de los diáconos permanentes, «son ordinariamente elegidos entre hombres creyentes que viven como célibes y que tienen la voluntad de guardar el celibato "por el Reino de los cielos" (Mt 19,12)» (Catecismo de la Iglesia Católica n. 1579). En efecto, todos los sacerdotes «están obligados a observar una continencia perfecta y perpetua por el Reino de los cielos, y, por tanto, quedan sujetos a guardar el celibato» (Código de Derecho Canónico c. 277).
http://www.aciprensa.com/Catecismo/sacerdotes.htm
Persia- Cantidad de envíos : 2525
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Re: La demolición del progresismo
Persia escribió:Así que cuando se obliga a los niños a estudiar el Catecismo, se está haciendo proselistismo de la abstinencia...:D
En la Iglesia Latina, los sacerdotes y ministros ordenados, a excepción de los diáconos permanentes, «son ordinariamente elegidos entre hombres creyentes que viven como célibes y que tienen la voluntad de guardar el celibato "por el Reino de los cielos" (Mt 19,12)» (Catecismo de la Iglesia Católica n. 1579). En efecto, todos los sacerdotes «están obligados a observar una continencia perfecta y perpetua por el Reino de los cielos, y, por tanto, quedan sujetos a guardar el celibato» (Código de Derecho Canónico c. 277).
http://www.aciprensa.com/Catecismo/sacerdotes.htm
¿A qué padres se le impone la enseñanza del catolicismo? A ninguno. En cambio, la sartá de gilipolleces del lobby gay se imponen y se financian con cargo a todos.
wad ras- Cantidad de envíos : 3666
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Re: La demolición del progresismo
Más proselitismo, en esta ocasión dirigido a las mujeres (vírgenes y viudas). Una manera muy "espiritual" y "elevada" de conseguir mano de obra barata y poder contar con influencia que, quien manda, sabrá muy bien gestionar "políticamente".
922 Desde los tiempos apostólicos, vírgenes (Cf. 1 Co 7, 34-36) y viudas cristianas (Cf. Vita consecrata, 7) llamadas por el Señor para consagrarse a Él enteramente (cf. 1 Co 7, 34-36) con una libertad mayor de corazón, de cuerpo y de espíritu, han tomado la decisión, aprobada por la Iglesia, de vivir en estado de virginidad o de castidad perpetua "a causa del Reino de los cielos" (Mt19, 12).
wad ras escribió:En cambio, la sartá de gilipolleces del lobby gay se imponen y se financian con cargo a todos.
Resumen aproximado de aportaciones directas del Estado (central y periférico) y valoración por exención de impuestos. Contabilizados globalmente en millones de euros (M€), directos a la iglesia católica y sus organizaciones, asociaciones y fundaciones,
Ø Asignación vía IRPF 2011 (para financiación del culto y el clero) 247,1 M€ (*)
Ø Asignación IRPF 2011 (fines sociales aproximado ONGS Iglesia…) 120 M€
Ø Exenciones y bonificaciones tributarias:
*IBI, patrimonio, impuesto de la renta, sociedades, obras… 2.500 M€
Ø Enseñanza: 4.610 M€
*Personas que imparte religión católica: 610 M€
*Financiación de centros de ideario católico: 4.000 M€
Ø Para la obra social y asistencial 1.900 M€
Ø 57 Complejos Hospitalarios (dependen subvención CCAA) 900 M€
Ø Funcionarios capellanes (ejército, cuarteles, hospitales, cementerios…) 50 M€
Ø Mantenimiento del patrimonio en poder de la iglesia católica 700 M€
Ø Subvenciones y gastos eventos religiosos diversos… 300 M€
Ø El Gobierno, coparticipa en entidades católicas, como la Obra Pía (**) 10 M€
Total: 11.337,1 M €
Lo dicho. En todas partes cuecen habas.
Persia- Cantidad de envíos : 2525
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Re: La demolición del progresismo
Persia escribió:La "explotación infantil", por ejemplo, estaba a la orden del día en la victoriana sociedad inglesa de sólidos valores patriarcales, cosa que en la actual sociedad "progre" está muy lejos de estar bien visto (de hecho está perseguido y se castiga), así que mejor sería hacer un serio repaso histórico antes de tirar piedras a los demás sin ton ni son.
Por la Ley VI, Libro III, Título VI, el rey Felipe II, en 1593, ordena: “Todos los obreros trabajarán OCHO HORAS CADA DÍA, cuatro en la mañana y cuatro en la tarde en las fortificaciones y fábricas que se hicieren, repartidas a los tiempos más convenientes para librarse del rigor del Sol, más o menos lo que a los Ingenieros pareciere, de forma que no faltando un punto de lo posible, también se atienda a procurar su salud y conservación”. Esta ley es tan sorprendente cuando se ve que con 370 años de anticipación, la Monarquía Hispánica reglamentó el trabajo de ocho horas, y que hoy se la tiene como una conquista de los pueblos civilizados y de los movimientos obreros a nivel mundial, en las Constituciones moderna y en los Códigos del Trabajo. Resalta además el aspecto de la previsión social, cuando ordena que “también se atienda a procurar su salud y conservación.”»
Dr. Pedro J. Larrea Peñaherrera, La Legislación del Trabajo en la Audiencia de Quito [Siglo VXI]; en Cultura Hispánica Vol. III - N° 7, revista del Instituto Ecuatoriano de Cultura Hispánica, Quito, 1964.
Precisamente uno de los "logros" de la llegada del liberalismo burgués de génesis protestante (y en particular calvinista) a los antiguos reinos de la Monarquía Hispánica (no solo a estos lugares) fueron:
1) Fin de la legislación de inspiración cristiana que garantizaba a los trabajadores jornadas laborales de 8 horas. Un ejemplo es la ley que he citado arriba (extraída de las Leyes de Indias), pero consultando los tomos, recopilaciones, etcétera, de legislación en la época de la Monarquía Hispánica se observan más legislaciones de este estilo.
2) Expropiación de tierras comunales a la Iglesia (fundamentalmente tierras pertenecientes a los monasterio), y a los ayuntamientos y concejos para que pasasen a manos de una oligarquía económica y política formada por una alta burguesía, alta nobleza; con el consiguiente aumento del numero de jornaleros, empeoramiento muy considerable de la calidad de vida de gran parte del campesinado español y del latifundismo, incluso en lugares como Andalucía, la Extremadura leonesa o el sur de Castilla donde, incluso a pesar de existir un cierto grado de latifundismo procedente de los repartimientos de tierras de frontera con Al-Andalus (que no es sino la porción de territorio peninsular bajo yugo islámico, por lo cual sus fronteras fueron variables durante toda la Edad Media) a Ordenes Militares o a la aristocracia militar, en los últimos dos-tres siglos de la Reconquista; el grueso del mismo tiene su origen en estos hechos. Es decir, me estoy refiriendo a las desamortizaciones, que han sido probablemente el mayor expolio colectivo que los pueblos españoles han sufrido en su Historia, aún incluso más que en los momentos actuales. Para hacernos una idea de la magnitud de este latrocinio colectivo, se desamortizaron (dependiendo de los estudios que se consulten sobre estos hechos, dado que debido al hecho de que las desamortizaciones no fueran ) entre unos 13 y unos 18 millones de hectáreas, mientras que hoy día en España se cultivan unos 19 o 20 (aproximadamente) millones de hectáreas.
3) Expulsión total de la mujer del acceso a la educación. Con anterioridad a 1812 jamás se impidió la entrada de la mujer en la Universidad en España ni en otros lugares de la antigua Cristiandad. Unos ejemplos de esto lo cifran varios casos de mujeres ilustres con un papel considerable en la docencia universitaria: Luisa de Medrano (catedrática de Humanidades en la Universidad de Salamanca durante el siglo XVI), Beatriz Galindo (estudió Gramática en la misma universidad, fue erudita en lenguas clásicas, por lo cual era llamada "La Latina" en los tiempos en que le tocó vivir, el siglo XV en su caso y debido a su fama fue preceptora y consejera de la mismísima Reina Católica doña Isabel I de Castilla, como queda recogido, entre otras fuentes, por las propias crónicas del contemporáneo Gonzalo Fernández de Oviedo, "Batallas y quincuagenas"), María Isidra Guzmán de la Cerda (que obtuvo la Cátedra de Filosofía en la Universidad de Alcalá de Henares en el año 1785, formó parte de la Real Academia Española y que fue impulsora más tarde de la llamada "Junta de Damas"). Por citar algunas en España. Precisamente el ideólogo de la expulsión de la mujer de la universidad fue, principalmente, un tal Juan Jacobo Rousseau, que proclamaba, entre otras cosas, que la mujer sólo servía «para procurarle placer» al varón. Sólo en torno a un siglo después, afortunadamente, se dio marcha atrás en esa prohibición y se permitió de nuevo el libre acceso de mujeres a las universidades. Pero con toda la caradura del mundo, hoy se presenta esa rectificación como un avance frente al oscurantismo del Catolicismo y la Europa cristiana.
4) Implantación del trabajo infantil. Cuando la mayor parte de la legislación de inspiración cristiana protegía, con anterioridad, a los menores de 12 años de esta lacra.
5) Eliminación de los días festivos religiosos, que en aquel entonces eran bastantes más que los que hay actualmente y que eran equivalentes, tenidos en cuenta como un conjunto, a meses de vacaciones.
Realista Hispano- Cantidad de envíos : 393
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Re: La demolición del progresismo
Si individualizamos las declaraciones conjuntas cerca de 10 millones de contribuyentes hemos puesto una X en la casilla de la Iglesia, una inmensa mayoría por nuestra Fe, también somos Iglesia, españoles y contribuyentes, y otros por simpatías y reconocimiento. Millones de españoles, contribuyentes y católicos. Esto es España, repasen la Historia y nuestra Tradición, sí, ésa que la progresía tanto odia y se empeña en destruir.
Del mismo modo imagino que también habría que dejar de financiar/subvencionar colectivos como; Sindicatos, Partidos políticos, feministas, homosexuales, Memoria Histórica, Ideología de género, cine español, Día del Orgullo Gay, clínicas abortivas, Empresarios, Movimiento contra la Intolerancia, Medios de Manipulación, y un larguísimo etc, de chupópteros. Vamos, lo que viene a ser el tinglado progre que mantenemos todos, también los católicos, (sí, esos a quiénes nos niegan el derecho a financiar a la Iglesia con nuestros impuestos a la vez que nos obligan a financiar su tinglado contra nuestra voluntad). EL IBI debería ser exigible a Sindicatos, ONGs, Partidos, Mezquitas... no deben continuar exentos, como proponen las organizaciones englobadas en los tres primeros tipos de organizaciones, dado que son ellas mismas (los partidos políticos, sindicatos y O"N"Gs que todos conocemos, quiero decir) las que hacen campaña a favor de la autofinanciación de la Iglesia a la vez que se niegan a soltar su mamandurria.
Al menos nuestra Iglesia lo revierte buena parte de sus ingresos en el bien común, los otros en sus bolsillos y/o intereses. Somos legión las Familias católicas, muchas de las cuales lejos de ser una carga para el Estado, ya que nuestra Educación, Sanidad, etc, es privada, y no tenemos la mala costumbre de parasitar subsidiados, mantenemos este chiringuito con nuestros impuestos y también somos Iglesia, exigimos que la Iglesia reciba la parte del pastel que no comemos, que aún así sería mucho menor de la que nos correspondería. O esto o la alternativa sería liberalismo para todo y para todos. Ya sabríamos como financiar a nuestra Iglesia con lo que nos ahorraríamos en impuestos para mantener el "negocio" de tantos parásitos progresistas. Si no va a ser así, aquí mamamos todos, incluidos los católicos y nuestros intereses también, de la teta de Papá Estado. De hecho la opción marcada en negrita sería la preferida por mí personalmente. Ya veríamos qué quedaba del progresismo en una década o dos en que este se quedara sin apoyo en todos los planos del Estado (porque si algo ha sido el progresismo durante las últimas décadas ha sido de Estado o institucional), (además de la ONU, o la Fundación Rockefeller, o la Fundación Ford y demás "fundaciones privadas filántrópicas", o los medios de comunicación, bancos, multinacionales y demás.) A fin de cuentas, el Sistema actual (eso que llaman neoliberalismo moderno) es una mezcla de capitalismo en lo económico y marxismo cultural (todo lo que engloba el "progresismo") en lo cultural. El combo perfecto para hacer enfermar naciones enteras, como se ve en toda Europa Occidental.
Una vez privada la Iglesia de su financiación (conciertos y exenciones fiscales) ¿se hará cargo el Estado de lo que le señalaré más abajo, sustituyendo las infraestructuras de la Iglesia, y su voluntariado por funcionarios? Entienda que sin financiación no resulta posible mantener la Obra Social, o eso o miles de niños, ancianos, discapacitados, etc ... se quedarán en la calle y sin atención, porque imagino que los progres a su casa no se los van a llevar ¿verdad?
La Iglesia española mantiene todo esto:
5.141 Centros de enseñanza y 990.774 alumnos: ahorran al Estado 3 millones de euros por centro al año.
107 hospitales: ahorran al Estado 50 millones de euros por hospital al año.
1.004 centros asistenciales con 51.312 camas entre ambulatorios, dispensarios, asilos, centros de minusválidos, de transeúntes y de enfermos terminales de SIDA: ahorran al Estado 4 millones de euros por centro al año.
Gasto de Caritas al año: 155 millones de euros, salidos del bolsillo de los cristianos españoles. (2/3 del su presupuesto es privado), el otro tercio, que no está incluido, público.
Gasto de Manos Unidas: 43 millones de euros, salidos del mismo bolsillo, una cantidad 10 veces mayor que el 0,2% -España no da el aún el prometido 0,7%- programado en los presupuestos generales del Estado para promoción del tercer mundo este año.
Gasto de las Obras Misionales Pontificias (Domund): 21 millones de euros, cinco veces mayor que el ya mencionado 0,2 %, ¿Imaginan de dónde sale?
365 Centros de reeducación social para personas marginadas, tales como ex-prostitutas, ex-presidiarios y ex-toxicómanos: 53.140 personas atendidas. Ahorran al Estado, medio millón de euros por centro.
937 orfanatos, que atienden a 10.835 niños abandonados, Ahorran al Estado 100.000 euros por centro.
147 países donde están cerca de 18.000 sacerdotes, religiosos, religiosas y seglares en misión (los que son de Izquierdas y "solidarios", sabrán, o deberían saber -no se puede pedir peras al olmo-, valorar mejor que nadie la dedicación de estos hombres y mujeres, pertenecientes a la Iglesia española, hacia los parias de la tierra.)
Más de 500.000 católicos españoles colaboran con alguna ONG católica.
El 80 % del gasto de conservación y mantenimiento del Patrimonio histórico-artístico eclesiástico (calculen los ingresos por turismo que supone este Patrimonio, como lo supone la Semana Santa, etc...).
Lo que la Iglesia ahorra al Estado - ReL
Sostener al Clero y a sus Ministros. Hay cerca de 20.000 sacerdotes seculares en España, 10 millones de españoles, contribuyentes, que acudimos a Misa cada domingo, nuestros Sacerdotes realizan una labor social y pastoral enorme. Y este, mi País, sostiene y mantiene a cientos de miles, millones de vagos, con nuestros impuestos, de los católicos, incluida toda la fauna/chusma política de Izquierdas, y demás parásitos progres. Ni citaré lo que supone/significa la Iglesia en nuestra Tradición/Costumbres y su labor, bautizos, matrimonios, comuniones, funerales ...
Por un lado, el voluntariado católico genera millones de horas de servicio prácticamente gratis, por otro lado, el clero diocesano genera millones de horas en atención pastoral y social con un sueldo mínimo. Un Sacerdote cobra entre 600 y 800 euros de media (depende de la diócesis), y un Obispo es básicamente, un "mileurista". Los donativos de los fieles suponen el 40% del sostenimiento de parroquias y diócesis: la "crucecita" sólo aporta un 20% del sostenimiento básico.
2/3 de la financiación de Cáritas proviene de Fondos privados, las infrastructuras y gastos corrientes corren por parte de la Iglesia, el voluntariado es católico, esto como respuesta al mantra progre de que Cáritas la pagan los progres via impuestos. Cáritas también es Iglesia.
Financiación
Una plaza en un centro de Enseñanza pública cuesta al Estado entorno a los 7.000€, una plaza en un centro concertado no alcanza los 4.000. En ambos casos los escolares son hijos de contribuyentes, por lo tanto tienen el mismo derecho a que el Estado revierta sus impuestos en la Educación de sus hijos. En el segundo caso le ahorran al Estado cerca de 4.000€ por hijo/año. A no ser que los progres, como es costumbre en ellos, penalicen la libertad de los padres para elegir la educación de sus hijos.
Del mismo modo imagino que también habría que dejar de financiar/subvencionar colectivos como; Sindicatos, Partidos políticos, feministas, homosexuales, Memoria Histórica, Ideología de género, cine español, Día del Orgullo Gay, clínicas abortivas, Empresarios, Movimiento contra la Intolerancia, Medios de Manipulación, y un larguísimo etc, de chupópteros. Vamos, lo que viene a ser el tinglado progre que mantenemos todos, también los católicos, (sí, esos a quiénes nos niegan el derecho a financiar a la Iglesia con nuestros impuestos a la vez que nos obligan a financiar su tinglado contra nuestra voluntad). EL IBI debería ser exigible a Sindicatos, ONGs, Partidos, Mezquitas... no deben continuar exentos, como proponen las organizaciones englobadas en los tres primeros tipos de organizaciones, dado que son ellas mismas (los partidos políticos, sindicatos y O"N"Gs que todos conocemos, quiero decir) las que hacen campaña a favor de la autofinanciación de la Iglesia a la vez que se niegan a soltar su mamandurria.
Al menos nuestra Iglesia lo revierte buena parte de sus ingresos en el bien común, los otros en sus bolsillos y/o intereses. Somos legión las Familias católicas, muchas de las cuales lejos de ser una carga para el Estado, ya que nuestra Educación, Sanidad, etc, es privada, y no tenemos la mala costumbre de parasitar subsidiados, mantenemos este chiringuito con nuestros impuestos y también somos Iglesia, exigimos que la Iglesia reciba la parte del pastel que no comemos, que aún así sería mucho menor de la que nos correspondería. O esto o la alternativa sería liberalismo para todo y para todos. Ya sabríamos como financiar a nuestra Iglesia con lo que nos ahorraríamos en impuestos para mantener el "negocio" de tantos parásitos progresistas. Si no va a ser así, aquí mamamos todos, incluidos los católicos y nuestros intereses también, de la teta de Papá Estado. De hecho la opción marcada en negrita sería la preferida por mí personalmente. Ya veríamos qué quedaba del progresismo en una década o dos en que este se quedara sin apoyo en todos los planos del Estado (porque si algo ha sido el progresismo durante las últimas décadas ha sido de Estado o institucional), (además de la ONU, o la Fundación Rockefeller, o la Fundación Ford y demás "fundaciones privadas filántrópicas", o los medios de comunicación, bancos, multinacionales y demás.) A fin de cuentas, el Sistema actual (eso que llaman neoliberalismo moderno) es una mezcla de capitalismo en lo económico y marxismo cultural (todo lo que engloba el "progresismo") en lo cultural. El combo perfecto para hacer enfermar naciones enteras, como se ve en toda Europa Occidental.
Una vez privada la Iglesia de su financiación (conciertos y exenciones fiscales) ¿se hará cargo el Estado de lo que le señalaré más abajo, sustituyendo las infraestructuras de la Iglesia, y su voluntariado por funcionarios? Entienda que sin financiación no resulta posible mantener la Obra Social, o eso o miles de niños, ancianos, discapacitados, etc ... se quedarán en la calle y sin atención, porque imagino que los progres a su casa no se los van a llevar ¿verdad?
La Iglesia española mantiene todo esto:
5.141 Centros de enseñanza y 990.774 alumnos: ahorran al Estado 3 millones de euros por centro al año.
107 hospitales: ahorran al Estado 50 millones de euros por hospital al año.
1.004 centros asistenciales con 51.312 camas entre ambulatorios, dispensarios, asilos, centros de minusválidos, de transeúntes y de enfermos terminales de SIDA: ahorran al Estado 4 millones de euros por centro al año.
Gasto de Caritas al año: 155 millones de euros, salidos del bolsillo de los cristianos españoles. (2/3 del su presupuesto es privado), el otro tercio, que no está incluido, público.
Gasto de Manos Unidas: 43 millones de euros, salidos del mismo bolsillo, una cantidad 10 veces mayor que el 0,2% -España no da el aún el prometido 0,7%- programado en los presupuestos generales del Estado para promoción del tercer mundo este año.
Gasto de las Obras Misionales Pontificias (Domund): 21 millones de euros, cinco veces mayor que el ya mencionado 0,2 %, ¿Imaginan de dónde sale?
365 Centros de reeducación social para personas marginadas, tales como ex-prostitutas, ex-presidiarios y ex-toxicómanos: 53.140 personas atendidas. Ahorran al Estado, medio millón de euros por centro.
937 orfanatos, que atienden a 10.835 niños abandonados, Ahorran al Estado 100.000 euros por centro.
147 países donde están cerca de 18.000 sacerdotes, religiosos, religiosas y seglares en misión (los que son de Izquierdas y "solidarios", sabrán, o deberían saber -no se puede pedir peras al olmo-, valorar mejor que nadie la dedicación de estos hombres y mujeres, pertenecientes a la Iglesia española, hacia los parias de la tierra.)
Más de 500.000 católicos españoles colaboran con alguna ONG católica.
El 80 % del gasto de conservación y mantenimiento del Patrimonio histórico-artístico eclesiástico (calculen los ingresos por turismo que supone este Patrimonio, como lo supone la Semana Santa, etc...).
Lo que la Iglesia ahorra al Estado - ReL
Sostener al Clero y a sus Ministros. Hay cerca de 20.000 sacerdotes seculares en España, 10 millones de españoles, contribuyentes, que acudimos a Misa cada domingo, nuestros Sacerdotes realizan una labor social y pastoral enorme. Y este, mi País, sostiene y mantiene a cientos de miles, millones de vagos, con nuestros impuestos, de los católicos, incluida toda la fauna/chusma política de Izquierdas, y demás parásitos progres. Ni citaré lo que supone/significa la Iglesia en nuestra Tradición/Costumbres y su labor, bautizos, matrimonios, comuniones, funerales ...
Por un lado, el voluntariado católico genera millones de horas de servicio prácticamente gratis, por otro lado, el clero diocesano genera millones de horas en atención pastoral y social con un sueldo mínimo. Un Sacerdote cobra entre 600 y 800 euros de media (depende de la diócesis), y un Obispo es básicamente, un "mileurista". Los donativos de los fieles suponen el 40% del sostenimiento de parroquias y diócesis: la "crucecita" sólo aporta un 20% del sostenimiento básico.
2/3 de la financiación de Cáritas proviene de Fondos privados, las infrastructuras y gastos corrientes corren por parte de la Iglesia, el voluntariado es católico, esto como respuesta al mantra progre de que Cáritas la pagan los progres via impuestos. Cáritas también es Iglesia.
Financiación
Una plaza en un centro de Enseñanza pública cuesta al Estado entorno a los 7.000€, una plaza en un centro concertado no alcanza los 4.000. En ambos casos los escolares son hijos de contribuyentes, por lo tanto tienen el mismo derecho a que el Estado revierta sus impuestos en la Educación de sus hijos. En el segundo caso le ahorran al Estado cerca de 4.000€ por hijo/año. A no ser que los progres, como es costumbre en ellos, penalicen la libertad de los padres para elegir la educación de sus hijos.
Cruz de Borgoña- Cantidad de envíos : 702
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Re: La demolición del progresismo
Observo que el tema está derivando hacia derroteros que poco o nada tienen que ver con el objeto de debate. Reconduzcalo de inmediato al asunto del que trataba o tomaré cartas en el asunto. Si quieren discutir sobre financiación de la institución que sea o del reinado de quien sea abran otro hilo, porque nada tiene que ver con esto.
Última edición por Bernardo Galvez el 7/8/2013, 5:16 am, editado 1 vez
Bernardo Galvez- Cantidad de envíos : 2924
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Re: La demolición del progresismo
wad ras escribió:Sumamente interesante en todos sus temas. Uno no puede dejar de ver todos y cada uno de los síntomas expuestos en nuestra sociedad. La ideología de género (desde aquella bestialidad pronunciada por Simone de Beauvoir de que "no se nace mujer, se llega a serlo"), la pléyade de pseudoartistas modernistas mamarrachos con su cohorte de críticos cantamañanas, la santificación de la práctica de la homosexualidad (como si se tratase de una heroicidad digna de público elogio o de una conducta merecedora de ascenso social)...
Estoy de acuerdo. Creo que es la opinión más sensata hasta ahora en este hilo sobre el tema de que versa y el artículo con que se inicia.
Bernardo Galvez- Cantidad de envíos : 2924
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Re: La demolición del progresismo
Persia. En otro hilo -y también en este manifesté la necesidad de reconducirlo al tema del hilo- advertí que no iba a consentirte más desvíos de temas debido a la práctica de los mismos de forma sistemática, generalizada, etcétera, de tu parte. Por ser forero habitual, activo y no ser excesivamente irrespetuoso a otros foreros voy a dar una última oportunidad. Pero a la próxima vez que ignores este tipo de advertencias voy a verme obligado a banearte temporalmente, dado que contra las advertencias de la moderación has persistido en este tipo de actitudes. No se diga que no he avisado. Por lo pronto borro el mensaje y considero que debéis ceñiros partir de ahora de una vez -ya van dos advertencias- al tema del hilo, pues. Que no soy capaz de concebir qué demonios tiene que ver el progresismo actual del que hablamos aquí con el reinado de Felipe II, y ya advertí de ello en mi anterior advertencia en este hilo.
Bernardo Galvez- Cantidad de envíos : 2924
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Re: La demolición del progresismo
Se puede pensar del marxismo lo que se quiera, pero Karl Marx era un excelente analista social, probablemente de los mejores de toda la Historia. Y según sus tesis, que yo comparto en la siguiente afirmación, los valores dominantes de una sociedad vienen determinados por los intereses (fundamentalmente económicos) de sus élites.
El feminismo y el multiculturalismo son el fruto de un modelo económico, que se impuso en la Europa capitalista (si se analiza la situación país por país es obvio que es a este lado del Telón de Acero donde ha tenido predicamento estas ideologías, y que al otro lado del Telón no), no así en la Europa comunista; y Estados Unidos a partir de la Segunda Guerra Mundial, que requería la incorporación de un cada vez mayor número de consumidores al sistema. Debido a la gran mortalidad de la población joven masculina durante la guerra, así como a la bajada de la natalidad, las élites procedieron a partir de los años 60 a incorporar a mujeres y a inmigrantes procedentes sobre todo del Tercer Mundo (en algunos países europeos también del sur de Europa, ahí está la emigración española a Centroeuropa; la emigración española de aquel entonces a las antiguas colonias hispanoamericanas es un fenómeno de una naturaleza histórica y económica distinta a lo que aquí desarrollo) a las economías occidentales: argelinos y turcos en Europa continental, mexicanos en Estados Unidos. El feminismo y el multiculturalismo no son más que la cobertura ideológica de dicho fenómeno: de lo que se trata es de crear una presión social que obligue a las mujeres a trabajar fuera de casa. Ni que decir tiene que hoy en día está mal visto socialmente que una chica de 27-28 decida no trabajar para quedarse en casa, ¿no es verdad?. El verdadero objetivo del feminismo tal y como lo conocemos hoy en día (que tanto apoyo recibe de las élites) es el de incorporar a la generalidad de las mujeres jóvenes al mercado de trabajo.
Haciendo hincapié en el tema del feminismo y otras partes de las ideologías dominantes estrechamente relacionadas al mismo. Siempre me ha llamado la atención que algunos comentaristas atribuyen el feminismo al marxismo. ¿Hasta qué punto esto es cierto? Tengamos en cuenta varias cosas:
-En la Unión Soviética jamás hubo movimiento feminista de ninguna clase. En los congresos del PCUS, en el Politburó, así como en el Soviet Supremo la representación de las mujeres era mínima. Por el contrario, los orígenes del movimiento feminista se encuentran en el sufragismo británico así como en el movimiento contracultural norteamericano y particularmente californiano. Fue en poblaciones anglosajonas como Londres y San Francisco donde se fraguó en buena parte el movimiento feminista. No en Moscú. La "acción afirmativa" fue inventada por el presidente Johnson, no por Brezhnev. Examinando algunos vídeos con imágenes de un congreso del PCUS de finales de los años 80, se puede ver a alguna mujer que otra entre los delegados, pero ninguna entre los generales y soldados soviéticos. Y menos a una ministra de Defensa preñada como en su momento la Chacón en el gobierno de Zapatero.
-En el "Manifiesto Comunista" de Marx no se hace mención en absoluto ni al matrimonio gay, ni al aborto, ni la discriminación positiva, ni a cosas por el estilo. Las principales medidas propuestas por Marx en esta obra eran: la estatalización de los medios de producción y la centralización del crédito en un banco estatal. Ni más ni menos. Esto es marxismo, y no las tesis de los filósofos contraculturales de los años 60. En la segunda mitad del siglo XX hemos asistido a un cambio en el contenido ideológico de la izquierda occidental (una comparación entre los Partidos Comunistas occidentales actuales y el actual Partido Comunista ruso es bastante reveladora en este sentido, pues hay a día de hoy en su modo de actuar y en sus programas políticos más diferencias entre ellos que entre cualquiera de los partidos políticos de los Estados de Partidos occidentales). De la izquierda roja, hemos pasado a la izquierda rosa. De una izquierda española partidaria de la reforma agraria y del ingreso en la Komintern a un PSOE progre, atlantista, que ha regado de subvenciones de la PAC a los terratenientes y que ha protegido a la banca. Un PSOE progre que ha prescindido de todo obrerismo y que ha cubierto este vacío ideológico con las tendencias de los movimientos contraculturales norteamericanos (feminismo, multiculturalismo, etc...). Un PSOE regido por hijos y nietos de gerifaltes del franquismo. La misma mierda oligarca de siempre, pero cubierta de un leve barniz rosa.
-El feminismo no es más que la expresión ideológica de un sistema que quiere incorporar forzosamente mujeres e inmigrantes al mercado de trabajo. Más consumidores, más deudores, más crecimiento económico. Pensad por un momento en nuestra burbuja inmobiliaria: Ella sólo ha sido posible gracias al sistema "un matrimonio, dos sueldos". El sueldo de la mujer (o el del marido) iba destinado en su mayor parte al pago de la hipoteca del piso, y por consiguiente al sostenimiento de los pelotazos inmobiliarios de los políticos y el sector financiero.
Con el multiculturalismo sucede tres tantos de lo mismo: esta ideología surgió a mediados de los años 60 y fue coincidente en el tiempo con la inmigración de chicanos a Estados Unidos y de turcos y argelinos a Alemania o a Francia. Los mismos políticos que antes de la Segunda Guerra Mundial defendían los imperios coloniales europeos, se apuntaban ahora al "antirracismo" con pasmosa facilidad. Haciendo una analogía a algo perfectamente conocido aquíen España, este tipo de cambio de posturas de la clase política europea no puede dejar de recordarnos como tantos y tantos políticos procedentes de la oligarquía política del franquismo (procuradores a las Cortes franquistas, miembros del Consejo del Reino, alcaldes y concejales, antiguos ministros franquistas y todo tipo de antiguos cargos políticos franquistas) se conviertieron en "demócratas de toda la vida" de la noche a la mañana en los albores del actual régimen político vigente en España, la monarquía oligárquica partitocrática y su Estado de Partidos.
Como todas las ideologías a lo largo de la Historia, el multiculturalismo tiene sus profetas, sus inquisidores y naturalmente sus dogmas: "Las razas no existen", "Los inmigrantes nos pagan las pensiones", "La inmigración crea riqueza", etcétera.
Decía John Jay, uno de los Padres Fundadores de Estados Unidos, que "el dinero es lo que mueve a la Federación". Y sí, el dinero también es el combustible de los abogados del feminismo y del multiculturalismo. Ya veremos qué será de los inquisidores progres cuando deje de fluirles la pasta cuando las élites consideren que es necesario cambiar el discurso dominante en la sociedad. Igual que fue en su momento de los (pocos) inquisidores franquistas que no se reconvirtieron en "demócratas de toda la vida" a la muerte del general Franco. Así es como funcionan las cosas, y así se las contamos, como rezaba aquel programa televisivo que ahora no consigo recordar su nombre.
Conste que este mensaje no trata de ser más que un humilde análisis del fenómeno de las ideologías dominantes hoy día que son las que comúnmente asociamos con el término "progre" o progresista si se prefiere. No es mi intención entrar en si esto es positivo o negativo como parecen hacer algunos foreros. En algunos aspectos nuestra sociedad ha mejorado desde hace unos 40 años, aproximadamente, y en otros muchos ha ido a peor, en buena parte por esta Monarquía de Partidos que padecemos. Pero no es mi intención hacer completa apología de las ideologías dominantes, como hacen algunos foreros en este hilo, ni hacer completa crítica del mismo como otros. Ese debate se lo dejo a otros. A mí me interesan los hechos, que son los que he tratado, considero que acertadamente, de analizar.
El feminismo y el multiculturalismo son el fruto de un modelo económico, que se impuso en la Europa capitalista (si se analiza la situación país por país es obvio que es a este lado del Telón de Acero donde ha tenido predicamento estas ideologías, y que al otro lado del Telón no), no así en la Europa comunista; y Estados Unidos a partir de la Segunda Guerra Mundial, que requería la incorporación de un cada vez mayor número de consumidores al sistema. Debido a la gran mortalidad de la población joven masculina durante la guerra, así como a la bajada de la natalidad, las élites procedieron a partir de los años 60 a incorporar a mujeres y a inmigrantes procedentes sobre todo del Tercer Mundo (en algunos países europeos también del sur de Europa, ahí está la emigración española a Centroeuropa; la emigración española de aquel entonces a las antiguas colonias hispanoamericanas es un fenómeno de una naturaleza histórica y económica distinta a lo que aquí desarrollo) a las economías occidentales: argelinos y turcos en Europa continental, mexicanos en Estados Unidos. El feminismo y el multiculturalismo no son más que la cobertura ideológica de dicho fenómeno: de lo que se trata es de crear una presión social que obligue a las mujeres a trabajar fuera de casa. Ni que decir tiene que hoy en día está mal visto socialmente que una chica de 27-28 decida no trabajar para quedarse en casa, ¿no es verdad?. El verdadero objetivo del feminismo tal y como lo conocemos hoy en día (que tanto apoyo recibe de las élites) es el de incorporar a la generalidad de las mujeres jóvenes al mercado de trabajo.
Haciendo hincapié en el tema del feminismo y otras partes de las ideologías dominantes estrechamente relacionadas al mismo. Siempre me ha llamado la atención que algunos comentaristas atribuyen el feminismo al marxismo. ¿Hasta qué punto esto es cierto? Tengamos en cuenta varias cosas:
-En la Unión Soviética jamás hubo movimiento feminista de ninguna clase. En los congresos del PCUS, en el Politburó, así como en el Soviet Supremo la representación de las mujeres era mínima. Por el contrario, los orígenes del movimiento feminista se encuentran en el sufragismo británico así como en el movimiento contracultural norteamericano y particularmente californiano. Fue en poblaciones anglosajonas como Londres y San Francisco donde se fraguó en buena parte el movimiento feminista. No en Moscú. La "acción afirmativa" fue inventada por el presidente Johnson, no por Brezhnev. Examinando algunos vídeos con imágenes de un congreso del PCUS de finales de los años 80, se puede ver a alguna mujer que otra entre los delegados, pero ninguna entre los generales y soldados soviéticos. Y menos a una ministra de Defensa preñada como en su momento la Chacón en el gobierno de Zapatero.
-En el "Manifiesto Comunista" de Marx no se hace mención en absoluto ni al matrimonio gay, ni al aborto, ni la discriminación positiva, ni a cosas por el estilo. Las principales medidas propuestas por Marx en esta obra eran: la estatalización de los medios de producción y la centralización del crédito en un banco estatal. Ni más ni menos. Esto es marxismo, y no las tesis de los filósofos contraculturales de los años 60. En la segunda mitad del siglo XX hemos asistido a un cambio en el contenido ideológico de la izquierda occidental (una comparación entre los Partidos Comunistas occidentales actuales y el actual Partido Comunista ruso es bastante reveladora en este sentido, pues hay a día de hoy en su modo de actuar y en sus programas políticos más diferencias entre ellos que entre cualquiera de los partidos políticos de los Estados de Partidos occidentales). De la izquierda roja, hemos pasado a la izquierda rosa. De una izquierda española partidaria de la reforma agraria y del ingreso en la Komintern a un PSOE progre, atlantista, que ha regado de subvenciones de la PAC a los terratenientes y que ha protegido a la banca. Un PSOE progre que ha prescindido de todo obrerismo y que ha cubierto este vacío ideológico con las tendencias de los movimientos contraculturales norteamericanos (feminismo, multiculturalismo, etc...). Un PSOE regido por hijos y nietos de gerifaltes del franquismo. La misma mierda oligarca de siempre, pero cubierta de un leve barniz rosa.
-El feminismo no es más que la expresión ideológica de un sistema que quiere incorporar forzosamente mujeres e inmigrantes al mercado de trabajo. Más consumidores, más deudores, más crecimiento económico. Pensad por un momento en nuestra burbuja inmobiliaria: Ella sólo ha sido posible gracias al sistema "un matrimonio, dos sueldos". El sueldo de la mujer (o el del marido) iba destinado en su mayor parte al pago de la hipoteca del piso, y por consiguiente al sostenimiento de los pelotazos inmobiliarios de los políticos y el sector financiero.
Con el multiculturalismo sucede tres tantos de lo mismo: esta ideología surgió a mediados de los años 60 y fue coincidente en el tiempo con la inmigración de chicanos a Estados Unidos y de turcos y argelinos a Alemania o a Francia. Los mismos políticos que antes de la Segunda Guerra Mundial defendían los imperios coloniales europeos, se apuntaban ahora al "antirracismo" con pasmosa facilidad. Haciendo una analogía a algo perfectamente conocido aquíen España, este tipo de cambio de posturas de la clase política europea no puede dejar de recordarnos como tantos y tantos políticos procedentes de la oligarquía política del franquismo (procuradores a las Cortes franquistas, miembros del Consejo del Reino, alcaldes y concejales, antiguos ministros franquistas y todo tipo de antiguos cargos políticos franquistas) se conviertieron en "demócratas de toda la vida" de la noche a la mañana en los albores del actual régimen político vigente en España, la monarquía oligárquica partitocrática y su Estado de Partidos.
Como todas las ideologías a lo largo de la Historia, el multiculturalismo tiene sus profetas, sus inquisidores y naturalmente sus dogmas: "Las razas no existen", "Los inmigrantes nos pagan las pensiones", "La inmigración crea riqueza", etcétera.
Decía John Jay, uno de los Padres Fundadores de Estados Unidos, que "el dinero es lo que mueve a la Federación". Y sí, el dinero también es el combustible de los abogados del feminismo y del multiculturalismo. Ya veremos qué será de los inquisidores progres cuando deje de fluirles la pasta cuando las élites consideren que es necesario cambiar el discurso dominante en la sociedad. Igual que fue en su momento de los (pocos) inquisidores franquistas que no se reconvirtieron en "demócratas de toda la vida" a la muerte del general Franco. Así es como funcionan las cosas, y así se las contamos, como rezaba aquel programa televisivo que ahora no consigo recordar su nombre.
Conste que este mensaje no trata de ser más que un humilde análisis del fenómeno de las ideologías dominantes hoy día que son las que comúnmente asociamos con el término "progre" o progresista si se prefiere. No es mi intención entrar en si esto es positivo o negativo como parecen hacer algunos foreros. En algunos aspectos nuestra sociedad ha mejorado desde hace unos 40 años, aproximadamente, y en otros muchos ha ido a peor, en buena parte por esta Monarquía de Partidos que padecemos. Pero no es mi intención hacer completa apología de las ideologías dominantes, como hacen algunos foreros en este hilo, ni hacer completa crítica del mismo como otros. Ese debate se lo dejo a otros. A mí me interesan los hechos, que son los que he tratado, considero que acertadamente, de analizar.
Republicano- Cantidad de envíos : 184
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Re: La demolición del progresismo
Bernardo Galvez escribió:Persia. En otro hilo -y también en este manifesté la necesidad de reconducirlo al tema del hilo- advertí que no iba a consentirte más desvíos de temas debido a la práctica de los mismos de forma sistemática, generalizada, etcétera, de tu parte. Por ser forero habitual, activo y no ser excesivamente irrespetuoso a otros foreros voy a dar una última oportunidad. Pero a la próxima vez que ignores este tipo de advertencias voy a verme obligado a banearte temporalmente, dado que contra las advertencias de la moderación has persistido en este tipo de actitudes. No se diga que no he avisado. Por lo pronto borro el mensaje y considero que debéis ceñiros partir de ahora de una vez -ya van dos advertencias- al tema del hilo, pues. Que no soy capaz de concebir qué demonios tiene que ver el progresismo actual del que hablamos aquí con el reinado de Felipe II, y ya advertí de ello en mi anterior advertencia en este hilo.
Acepto la llamada de atención, aunque no deja de sorprenderme el motivo de la misma, ya que ha sido Realista hispano quien ha colgado en primer lugar un post bien largo sobre la política de Felipe II (que, aunque sea de manera indirecta, sí creo que tiene algo que ver con el tema, por la contraposición que ha surgido en el debate entre "progresismo" y "sociedad patriarcal"). Lo único que he hecho ha sido responder con algunos datos y una opinión personal a ese post acerca de Felipe II (que imagino que Realista hispano ha subido para ofrecer un ejemplo de sociedad preocupada por el bienestar de todos sus miembros a pesar de ser una "sociedad patriarcal") y siempre relacionado con el tema en cuestión. Por tanto no comprendo, si a juicio del moderador las alusiones a las políticas de Felipe II no entran dentro del tema ni de lejos, por qué mi post sí merece ser borrado y el primero no.
También quisiera notar que a menudo los problemas que enfrenta una sociedad se pueden rastrear muy atrás en el tiempo. De hecho, en los debates acerca de los nacionalismos, solemos retrotraernos a los más o menos claros orígenes de España, y nadie se rasga las vestiduras por ello. En fin, no es mi intención desviar temas, pero creo que muchos temas admiten un alto grado de flexibilidad sin que por ello deba sospecharse que se intenta desviar a propósito el tema del hilo. Si ese fuera mi interés, no habría respondido al primer post con un ejemplo bien moderno que ilustra mi opinión en contra de la que ofrece el articulista y que da comienzo a este debate.
Obviamente, sé que es el moderador quien tiene la última palabra en estos asuntos, así que acato la decisión, pero también quería dejar claro mi punto de vista al respecto.
Saludos.
Nota:
Ojo, por si no se me ha entendido, no pretendía decir que el post de Realista hispano debería haber sido borrado, pues me ha parecido muy interesante su aportación sobre las ocho horas de trabajo en España en el reinado de Felipe II. Creo que cuando se hacen aportaciones que sirven para que los demás aprendan/aprendamos, también debería tenerse en cuenta y conceder un poco más de flexibilidad en los debates.
Por último, y para que este post no quede desvinculado del tema, añadir que estoy muy de acuerdo con el análisis que ha hecho Republicano acerca del feminismo y el multiculturalismo. También añadir que estos temas del feminismo o el de los gays y varios más (como la violencia callejera, la mala atención por parte de los profesionales de ventas o los artículos de pacotilla) son tratados desde este mismo punto de vista (la economía como origen y modelador de la sociedad, pero no único elemento a tener en cuenta) por Marvin Harris en "La cultura norteamericana contemporánea"). Sí, un pensador "materialista", pero con unos enfoques realmente interesantes que pueden arrojar luz sobre muchos de estos fenómenos sociales que a menudo nos parecen incomprensibles.
Persia- Cantidad de envíos : 2525
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